Un desafío para Peña
EDUARDO
ANDERE
Las
explosiones demográficas y educativas son una potente fuerza de cambio social,
político, ecológico y cultural.
En
1950, la matrícula total educativa era de 3.25 millones para una población de
25.8 millones, es decir, el 12.6%; la matrícula para el ciclo escolar 2010-2011
ascendió a 34.4 millones para una población de 112.3 millones, es decir, el
31%.
De 1950
a 2010, la explosión educativa en México aumentó alrededor de 10.6 veces,
mientras que la explosión demográfica lo hizo en 4.35 veces.
En
1950, el grado promedio de escolaridad en México para una población de 15 años
y más era de 2.43. Para 2010, esa escolaridad aumentó a 8.6 grados.
El
porcentaje de población de 6 a 14 años de edad que asistía a la escuela en 1950
era de 37.5 contra 95 de 2010. Rezagado o no, ésta es una importante
masificación para el grupo de edad correspondiente a la educación primaria y
secundaria.
Paradójicamente,
la aceleración en la cobertura de México a partir de la segunda mitad del siglo
pasado no indica mayor interés o atención sino, mayor rezago. La masificación
fue un patrón distintivo de la educación mundial del siglo 20. Lo que sucede es
que México llegó tarde y rezagado a la cita con la educación.
Nadie
duda de la masificación y el enorme reto de las explosiones poblacional y
educativa. Sin embargo, la calidad no hizo comparsa, y la equidad, menos.
Cerca
de 8 millones de niños y jóvenes de entre 3 y 18 años de edad no asisten a la
escuela. Esto significa llenar el Estadio Azteca 76 veces. Cerca de la mitad de
los jóvenes de entre 15 y 19 años de edad no asiste a la escuela.
Más
difícil sin calidad
Si
ponderásemos estos rezagos y retrasos con pesos de calidad, el dibujo educativo
sería todavía menos halagüeño. En la prueba PISA de la OCDE hemos obtenido
consistentemente el último lugar en lectura, matemáticas y ciencias de todos
los países miembros.
Por
nivel de desempeño, la fisonomía educativa de México muestra exactamente la
historia opuesta a la de los países con mejor resultado, como son Finlandia y
Corea del Sur. La mayoría de los jóvenes mexicanos entre los 15 y los 16 años
de edad se ubica en los cuatros niveles de desempeño más bajos de los ocho
niveles de la prueba de lectura. Ningún joven mexicano se coloca en el nivel
más alto.
El
sindicato no es todo el problema
En el
Gobierno de Fox, cinco fueron las políticas educativas de relevancia: 1)
creación del Inee, 2) Enciclomedia, 3) preescolar obligatorio, 4) reforma
curricular de preescolar y secundaria por competencias, 5) ENLACE.
El
Gobierno de Calderón ha continuado con la agenda de Fox al reforzar al Inee,
extender ENLACE, aumentar el poder del SNTE, continuar con reformas
curriculares e incrementar las mediciones estandarizadas para selección de
algunos maestros (concurso de plazas) y premiación de otros (evaluación
universal).
El
debate de la calidad educativa en México está enmadejado bajo la preconcepción
de que el Sindicato no permite el cambio. Esto es limitado. El debate debiera
centrarse también en otros aspectos: pobreza, que, según Coneval, ha aumentado;
pésima distribución de recursos y resultados; segregación social y escolar; y,
anticultura de aprendizaje.
En la
alta política, el debate educativo debe desprenderse también de los temas de la
política nacional, la organización social de gran alcance y de lo que los
mexicanos queremos con respecto a sindicatos y empresas, como el adiós a los
monopolios de dinero o poder. Son temas de gran trascendencia para la vida
nacional pero que no tienen que ver directamente con la calidad de la
educación.
Supongamos
que de la noche a la mañana desaparece la dirigencia nacional del SNTE. ¿Qué
sucedería? Bueno, surgiría una nueva dirigencia. Y de nueva cuenta,
negociaciones. Lo que no sucedería es que se aumentarán los puntos en PISA,
ENLACE o Excale. El problema tiene raíces mucho más profundas que sólo la
relación política-laboral.
Veamos.
¿Desaparece el Sindicato y de inmediato se diluiría la pobreza? o ¿desaparece
el Sindicato y de repente los maestros serían expertos profesionales en el aula
y fuera de ella? ¿Desaparece el Sindicato e ipso facto ya no seríamos corruptos
en nuestros hábitos diarios? Las relaciones sindicales y empresariales con
poderes monopólicos son producto de nuestra pobreza política y cultural
(entendida como hábitos) y no al revés; aunque, una vez establecido el círculo,
la secuencia es viciosa.
Son los
hábitos diarios, desde los más mezquinos hasta los más estratégicos, los que
nos colocan en una senda de anti-aprendizaje. Por ejemplo, la corrupción
pública, el cohecho privado y la televisión, agresiva, banal y tendenciosa, le
hacen tanto daño a la educación como las relaciones viciadas de poder.
Por
supuesto que como sociedad tenemos que resolver temas de alta política, como
son la democracia plena, sin cortapisas ni quid pro quo, en todos los aspectos
de la vida nacional, no sólo la electoral, sino la sindical; las relaciones de
poder y el manejo de los dineros de origen público como las transferencias a
los partidos, sindicatos y universidades. La transparencia no es suficiente; se
requiere eficiencia y moralidad. Ser legal tampoco es suficiente.
El reto
La
política educativa de México ha mostrado ser demasiado institucional, inercial,
autocomplaciente y acomodada. Además, los administradores de la política
educativa nacional parecen utilizar el enorme aparato institucional para lanzar
su plataforma política o personal.
Propuestas:
1. En
cuanto a política y política educativa, las siguientes son las grandes palancas
del cambio educativo.
a).
Transferir la sustancia de la política educativa y relaciones laborales a las
entidades del país como un paso intermedio para una transferencia ulterior a
los municipios y delegaciones. Esto eliminaría de tajo el arreglo de poder
entre Gobierno Federal y el SNTE.
b).
Minimizar las funciones de la SEP a datos (una especie de Inegi de la
educación); estímulos para programas federales por concurso o subasta;
estándares mínimos; provisión de bienes públicos, como acceso a información,
comunicación y conocimiento; evaluación nacional por muestreo, y pruebas
estandarizadas de salida de la educación media superior.
c).
Eliminar la rendición de cuentas “para arriba” (premiar a “los mejores”
alumnos, escuelas o maestros) de ENLACE y sustituirla por empoderamiento de
maestros y directores. Desaparecer las estructuras intermedias de supervisión y
asesoría técnico pedagógica. Todo al empoderamiento y autonomía.
d).
Apertura a la formación y contratación de maestros de educación básica o de
grupo.
e).
Fomentar la competencia administrativa y liderazgo a través de “la escuela de
“enfrente” siempre y cuando en el presupuesto “el dinero siga al niño”.
f).
Escindir la política educativa de las relaciones sindicales y laborales.
2.
Fuera de la esfera de la política educativa, debemos trabajar sobre la cultura
del aprendizaje a través de la creación de Zonas de Aprendizaje donde todas las
políticas del Estado, tanto legislativas como ejecutivas, incorporen en su
análisis el tema de los aprendizajes de niños y jóvenes. Visto de manera
concreta, se trata de crear una cultura de aprendizaje y no sólo escuelas de
instrucción.
*Eduardo
Andere es especialista en temas de educación comparada y aprendizaje.
Artículo
publicado en el diario Reforma.
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