Una nueva
secretaría que incluya a la educación superior
Javier
Flores
En
las semanas recientes se ha producido un importante debate sobre la
conveniencia de crear una nueva secretaría de ciencia, tecnología e innovación,
que podría formar parte de la estructura del próximo gobierno. El tema es
realmente importante y rebasa ya los clichés sobre los riesgos de
burocratización que han acompañado por años a esta iniciativa. Lo primero que
hay que advertir es que se trata de una propuesta viva, pues ha sido
recientemente formulada por más de 60 instituciones, entre las que están
universidades, centros de investigación, organizaciones académicas y
empresariales. Esta recomendación presenta dos modalidades, una incluye a la
educación superior en la estructura de la nueva dependencia, que de
concretarse, representaría una gran oportunidad para transformar radicalmente
no sólo a la ciencia, sino además al sistema educativo en su conjunto.
Pero
examinemos primero algunas posturas expresadas recientemente sobre la propuesta
general de crear la secretaría. Hay una coincidencia unánime en señalar que la
nueva dependencia no debe verse como un fin, sino como medio para lograr el
avance de la ciencia en el país, como ha expresado con claridad el doctor René
Asomoza, director del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados
(Cinvestav). Sin embargo, existen algunas opiniones en apariencia divergentes,
que pueden agruparse en tres categorías:
Condicionada
al presupuesto. Para algunos, como el doctor Enrique Villa Rivera, actual
director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), no tendría
sentido una nueva dependencia si antes no se produce un cambio en la percepción
del gobierno que se traduzca en un incremento de los recursos económicos. En el
mismo sentido, aunque con matices, se ha pronunciado el Premio Nobel de Química
Mario Molina, quien ve con simpatía la idea de crearla, pero acoplada con un
apoyo decidido a la investigación.
Otras
modalidades. Hay otras ideas, como las expresadas por José Ramón Cossío Díaz,
ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), quien ha dicho
que en lugar de una secretaría, se deben tener consejos de decisión o asesores
dotados de facultades plenas. Por su parte, el doctor Pablo Rudomín, investigador
emérito del Cinvestav, ha sugerido que debe verse el modelo de agencias, como
las que funcionan en Estados Unidos, como una posible salida.
Incluir
a la educación superior. José Sarukhán Kérmez, ex rector de la Universidad
Nacional Autónoma de México, ha señalado que no tiene sentido crear una nueva
secretaría de Estado si en ella no está incluida la educación superior. Más
recientemente, el doctor Jorge Flores Valdés, Coordinador General del Consejo
Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República, se ha pronunciado en
el mismo sentido.
En
todas las posturas anteriores hay un denominador común, la consideración de que
la actual estructura del sistema científico se ha agotado y que se requieren
cambios de fondo. Como señalé al principio, la propuesta de una nueva
secretaría cuenta con el aval de las más de 60 instituciones que participaron
en la elaboración del documento Hacia una agenda nacional en ciencia,
tecnología e innovación, que fue entregado al presidente electo, Enrique Peña
Nieto; a la SCJN, a las Cámaras de diputados y senadores, y a los gobernadores
de los estados. En mi opinión, una secretaría que incluya a la educación
superior me parece la opción más interesante, por su enorme potencial de
transformación.
Además
de que significaría un cambio que daría a la administración pública de la
ciencia la misma jerarquía que tienen otras secretarías de Estado, hay dos
razones adicionales que la justifican, una de índole económica y otra política.
En el mundo actual aproximadamente un tercio del producto interno bruto (PIB)
lo producen personas que cuentan con educación superior. La generación de
nuevos conocimientos, tecnologías, innovaciones y patentes implica la
articulación entre la educación superior y el posgrado con la investigación científica
y tecnológica. En otras palabras, en la práctica hay un vínculo natural entre
estos territorios que puede favorecerse aún más mediante políticas articuladas
que apunten hacia metas específicas.
Desde
el punto de vista político, existe el temor de que al extraer de la Secretaría
de Educación Pública (SEP) a la educación superior para que forme parte de la
hasta ahora hipotética nueva dependencia, queden más expuestos los niveles
educativos básico y medio superior (y la propia SEP), a los intereses de la
dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Creo que es
un temor infundado, pues esa influencia ha estado presente en los años
recientes y ya no hay margen para que empeore. Es más, al encapsular esos
niveles educativos hay más posibilidades de concentrar los esfuerzos en la
elevación de su calidad y hacer a un lado de manera definitiva las influencias
nocivas que impiden el avance educativo y dañan el futuro de México.
La
creación de una nueva secretaría que incluya la ciencia, la tecnología, la
innovación y la educación superior sería una de las mayores sacudidas al
sistema educativo del país… Y buena falta le hace. Publicado en La Jornada.
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