Cuando la
ciencia no cuenta o cuenta para mal
Asa
Cristina Laurell
La
devastación causada por el huracán Sandy en la costa este de Estados Unidos ha
dominado las primeras páginas de la prensa internacional, pero no se ha puesto
el acento en el problema del cambio climático mundial. Aunque hace unos años
pudo haber algunas dudas sobre el fenómeno, hoy existe un consenso científico
al respecto si se excluyen a los investigadores con un claro conflicto de
interés. Con el Informe Brundtland en 1987 y con la Conferencia de Río de
Janeiro de 1992 se generó conciencia de la necesidad de lograr un desarrollo
sostenible en cuyo centro debería estar el ser humano. En Río se hicieron
algunos compromisos en esta dirección, pero durante Río más 20 no se avanzó,
incluso hubo algunos retrocesos en el contexto de la crisis económica actual.
Los jefes de estado de los países del Norte no asumieron que están poniendo a
la humanidad al borde de una catástrofe global con su afanosa búsqueda del
crecimiento económico a toda costa.
El
interés de lucro no sólo se expresa en el consumismo desenfrenado y su impacto
sobre el ambiente. También han surgido formas de producción depredadoras en la
minería y la agricultura, que forman parte del comercio y la especulación con
los llamados commodities, promovidos por los grandes consorcios transnacionales
financieros.
El
incremento del precio del oro y la plata ha desatado la minería a tajo abierto
con nuevas tecnologías altamente tóxicas y el uso de enormes cantidades de
agua. Desplazan pueblos enteros, destruyen el ambiente hoy y tienen efectos
irreparables para el futuro. Simultáneamente, se intensifican los monocultivos
empleando como nunca los agrotóxicos e introduciendo las semillas genéticamente
modificados. En ambos casos el desarrollo tecnológico desempeña un papel central,
que se combina con las innovaciones especulativas.
Parte
de los países de América Latina han vuelto a ser primo-exportadores, pero
también han surgido movimientos de resistencia muy importantes para
contrarrestar la dinámica devastadora. Incluso han llegado a llevar al gobierno
–destacadamente en Bolivia– defensores de la Madre Tierra, los cuales están
formulando una nueva concepción del bien vivir alejado del consumismo.
Aunque
la salud pública tiene una larga tradición en el estudio de la relación entre
el hombre y el ambiente, está surgiendo un nuevo enfoque denominado ecosalud,
que se propone abordar la salud humana en el contexto del ecosistema, pero
introduciendo también la determinación socio-económica y política tanto del
ambiente como de la salud. Por su carácter, la manera de plantear los problemas
a estudiar es interdisciplinaria y aspira a ser transdisciplinaria. Destaca
también que frecuentemente trabaja con una metodología de investigación-acción,
o sea, con la participación de aquellos directamente involucrados en el
problema.
Han
producido estudios tan diversos como, por ejemplo, sobre los agrotóxicos en las
grandes plantaciones bananeras costarricenses y su efecto en la salud de los
niños trabajadores; sobre los problemas de salud de los colonizadores de la
selva amazónica y de los pepenadores limeños de basura. En todos los casos sus
estudios han ofrecido evidencias que han sido utilizados por la población para
plantear soluciones a los problemas que enfrenta. Resulta interesante que
tienden a encontrar más visión sobre los problemas en los gobiernos locales que
en los nacionales que están más sujetos a los grandes intereses económicos.
El
enfoque de ecosalud tiene un largo camino por adelante, tanto para afinar su
metodología como para abrir mayor espacio de comprensión en la opinión pública.
Sin embargo, este tipo de estudios tienen una importancia grande porque
contrarrestan el abandono de la problemática ambiental a raíz de la crisis
económica iniciada en 2008. Es notable que el huracán Sandy no actualizara la
amenaza que representa el cambio climático para el planeta y que la campaña
presidencial siguiera enfrentando las propuestas de cada candidato para retomar
el crecimiento económico.
El
mundo está inmerso en una crisis ambiental, alimenticia y económica, pero
mientras los intereses de una minúscula minoría prevalecen sobre los de la
inmensa mayoría no se va a resolver. Una crisis civilizatoria requiere de la
construcción de una nueva civilización que tenga el ser humano en el centro.
Publicado
en La Jornada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario