Publicación independiente fundada el 15 de mayo de 2009.

Director: Luis Gerardo Martínez García
Contacto: sinrecreo@hotmail.com
WhatsApp: 2281133188

miércoles, 7 de noviembre de 2012


Campesino concluye la primaria a los 75 años
POR ÉRIKA FLORES

Gumersindo García es agricultor y estudiante. Su maestra lo describe como un alumno participativo, amable y el mejor. Ahora confía en que su vista no le falle para que curse la secundaria, aunque su mayor preocupación es la falta de tiempo.

ME AGRADA ESTUDIAR PORQUE YA SÉ QUÉ HACER CON LAS LETRAS, AFIRMA.

Oaxaca  • Gumersindo García hace honor al significado de su nombre: “naturaleza emotiva que todo lo aprovecha”. A sus 75 años terminó de estudiar la primaria en un pueblo de la mixteca oaxaqueña, donde la carta de presentación es el desempleo.

¿Por qué aceptó una invitación para concluir parte de su educación básica con asesores del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA)?, se le pregunta

“Para comprender y hacer bien las cosas. En la presidencia municipal fui secretario y tercer comisariado, ahí vi lo que se requiere para estudiar. Les enseña a mis hijos un camino derecho, que nos haga respetar, dirigir a nuestros nietos para darles una vida honesta”, responde.

El patio de su humilde casa está saturado de humo que tizna el piso de cemento, aunque dentro la vivienda el suelo es de tierra, con poca luz y con techo de láminas amarillentas.

En el fondo de la casa hay una joven madre que intenta acallar el llanto de dos niños, los nietos de don Gumersindo. La joven madre es la única que estudió y terminó la telesecundaria, porque sus dos hermanos varones solo llegaron hasta la primaria. Los hombres abandonaron los estudios y a su querida Oaxaca para buscar una vida mejor o por lo menos un empleo que les dejara más dinero.

Como profesora del INEA, Basilia Santiago dirigió un grupo de 22 adultos mayores que recién concluyeron su primer ciclo escolar.

Gumersindo fue un alumno destacado y lo describe como el más participativo, atento, el que mejor comprendía y el que más ganas tenía, pese a lo complicado que es su oficio como campesino.

“Le gusta leer mucho. Cuando va al campo lleva sus libros, ahí los contesta y busca que se le haga más fácil entender. Siempre ha sido muy amable y es el único que le ha echado muchas ganas”, detalla la profesora, quien todos los domingos, de 4 a 6 de la tarde, imparte clases a los viejitos.

Sentado en una humilde silla de madera, don Gumersindo muestra una caja de cartón grabado con figuras y colores donde guarda dos libros de estudio y el certificado de que terminó la primaria con 9.8 de promedio.

Sus manos agrietadas por la tierra de campo abren uno de ellos donde se ven las letras legibles, aunque ligeramente chuecas.

Los dedos morenos empiezan a sufrir el cambio de coloración que produce el mal del pinto, no obstante, tiene la agilidad para abrir una página y comenzar a leer: “Con base en la (sic) na-ta in-for-ma-ti-va anterior, conteste lo que se le pide”.

Su lectura es corrida, por momentos, y en ocasiones pausada. Cambia algunas vocales y titubea antes de pronunciar algunas palabras, pero sonríe entre oraciones.

Interrumpe la lectura y explica: “Ando con la yunta, arando todo el tiempo. Cultivo la tierra, maíz, frijol, chilar, jitomate y ejotes para comer”.

Agrega que desde su infancia ha sido la cabeza de la familia y cuando se convirtió en padre ya conocía la responsabilidad.

Tras la muerte de su padre se empleó como cortador de caña, tejedor de petate, palma y sembrador de mazorcas con el objetivo de llevar dinero a su casa.

“Fui el más grandecito, el único hombre con dos hermanas, por eso sólo estudie hasta segundo año”, afirma.

Gumersindo no sabe si sus ojos le ayudarán a continuar con la secundaria, pues su vista está cansada. Sin embargo, argumenta que el problema fundamental son los horarios.

“Con esta avanzada, 75 años, ya ni servicio voy a dar, pero me siento alegre estudiando, no me canso de hacerlo. El estudio te abre los ojos, te ayuda a escribir una carta, un telegrama ¡porque entonces ya sabemos qué hacer con la letra!”. Publicado en Milenio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario