¿Qué se
pretende? ¿Destruir la UACM?
Humberto
Musacchio*
Pasan
las semanas y los meses y la señora Esther Orozco, quien cobra como rectora de
la UACM, no muestra la menor intención de desactivar un conflicto generado por
su prepotencia, su ineptitud y su proceder tramposo. Se acaba la gestión de
Marcelo Ebrard y todo indica que éste pretende dejarle a su sucesor, Miguel
Ángel Mancera, esa herencia envenenada.
Ebrard
ha mostrado repetidamente su antipatía por la Universidad Autónoma de la Ciudad
de México. Para el todavía gobernante del Distrito Federal, el proyecto
educativo más importante creado en los últimos 30 años ha sido para él una
carga indeseable que en ningún momento ha querido asumir.
Durante
la presente administración capitalina ha sido público y notorio el regateo de
recursos para la UACM y no faltan los intentos legislativos de modificar la ley
para que las autoridades metan mano en la institución, más de lo acostumbrado,
con el fin de despojarla de su carácter popular, de su novedad pedagógica y de
su búsqueda científica en beneficio de la sociedad.
La
actitud de Ebrard es explicable, pero en modo alguno se justifica. Cualquier
persona medianamente informada sabe que la UACM es criatura de Andrés Manuel
López Obrador. Esa identidad sólo puede resultarle odiosa a quien se ha
empeñado en deslindarse de su antecesor y levantarse un monumento a sí mismo (o
de perdida al ex dictador azerbaiyano, a cambio de unos milloncejos que no
pasaron por la Tesorería del DF, según dicen).
En
fin, el hecho es que en la imposibilidad de suprimir de un plumazo una
institución bien cimentada socialmente, había que impulsar la llegada a la
rectoría de una mujer que, se ha demostrado, carece de credenciales para
dirigirla y, por supuesto, de interés alguno por un centro de enseñanza popular
al que repetidamente ha descalificado.
Con
tanto desprecio por la Universidad que dirige, la infausta rectora ha trabajado
tenazmente para destruirla o, si lo anterior no es posible, para despojarla de
su carácter social y de su proyecto educativo. En estos afanes, Esther Orozco
no ha dudado en pasar sobre la legislación universitaria, ha violado los
derechos humanos, lanza a sus porros contra los huelguistas, está detrás del
fraude electoral que se intentó para darle mayoría en el Consejo Universitario
y, por supuesto, ha dilapidado los exiguos recursos de la institución en una
sucia campaña de prensa que pretende desprestigiar a estudiantes, profesores y
personal administrativo.
La
reprobable actuación de la señora Orozco y sus paniaguados ha suscitado la
repulsa de la comunidad universitaria, que ante la cerrazón de las autoridades
universitarias no tuvo más remedio que echar mano del recurso que durante más
de un siglo han empleado los estudiantes: la huelga.
A
nadie escapa que la suspensión de clases perjudica en primerísimo lugar a los
alumnos, pero muchos deben ser los agravios para recurrir a esta medida extrema
que a Marcelo Ebrard lo tiene sin cuidado, pues lo esperable hubiera sido que,
para desactivar el conflicto, llamara a la señora Orozco y le ofreciera un
hueso, medida que gobernadores y presidentes adoptan en casos semejantes. Pero
Ebrard, tan próximo al desempleo, prefiere legar la bomba al que sigue, que por
cierto desconoce qué es la UACM y a quiénes sirve. Evidentemente se trata de
dejar que se pudran el conflicto, los estudiantes y la institución misma para
convertirla en otra universidad patito. Falta que la comunidad universitaria lo
permita. *Periodista y autor de Milenios
de México. hum_mus@hotmail.com
Publicado
en Excélsior.
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