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jueves, 8 de noviembre de 2012


¿Qué se pretende? ¿Destruir la UACM?
Humberto Musacchio*
           
Pasan las semanas y los meses y la señora Esther Orozco, quien cobra como rectora de la UACM, no muestra la menor intención de desactivar un conflicto generado por su prepotencia, su ineptitud y su proceder tramposo. Se acaba la gestión de Marcelo Ebrard y todo indica que éste pretende dejarle a su sucesor, Miguel Ángel Mancera, esa herencia envenenada.

Ebrard ha mostrado repetidamente su antipatía por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Para el todavía gobernante del Distrito Federal, el proyecto educativo más importante creado en los últimos 30 años ha sido para él una carga indeseable que en ningún momento ha querido asumir.

Durante la presente administración capitalina ha sido público y notorio el regateo de recursos para la UACM y no faltan los intentos legislativos de modificar la ley para que las autoridades metan mano en la institución, más de lo acostumbrado, con el fin de despojarla de su carácter popular, de su novedad pedagógica y de su búsqueda científica en beneficio de la sociedad.

La actitud de Ebrard es explicable, pero en modo alguno se justifica. Cualquier persona medianamente informada sabe que la UACM es criatura de Andrés Manuel López Obrador. Esa identidad sólo puede resultarle odiosa a quien se ha empeñado en deslindarse de su antecesor y levantarse un monumento a sí mismo (o de perdida al ex dictador azerbaiyano, a cambio de unos milloncejos que no pasaron por la Tesorería del DF, según dicen).

En fin, el hecho es que en la imposibilidad de suprimir de un plumazo una institución bien cimentada socialmente, había que impulsar la llegada a la rectoría de una mujer que, se ha demostrado, carece de credenciales para dirigirla y, por supuesto, de interés alguno por un centro de enseñanza popular al que repetidamente ha descalificado.

Con tanto desprecio por la Universidad que dirige, la infausta rectora ha trabajado tenazmente para destruirla o, si lo anterior no es posible, para despojarla de su carácter social y de su proyecto educativo. En estos afanes, Esther Orozco no ha dudado en pasar sobre la legislación universitaria, ha violado los derechos humanos, lanza a sus porros contra los huelguistas, está detrás del fraude electoral que se intentó para darle mayoría en el Consejo Universitario y, por supuesto, ha dilapidado los exiguos recursos de la institución en una sucia campaña de prensa que pretende desprestigiar a estudiantes, profesores y personal administrativo.

La reprobable actuación de la señora Orozco y sus paniaguados ha suscitado la repulsa de la comunidad universitaria, que ante la cerrazón de las autoridades universitarias no tuvo más remedio que echar mano del recurso que durante más de un siglo han empleado los estudiantes: la huelga.

A nadie escapa que la suspensión de clases perjudica en primerísimo lugar a los alumnos, pero muchos deben ser los agravios para recurrir a esta medida extrema que a Marcelo Ebrard lo tiene sin cuidado, pues lo esperable hubiera sido que, para desactivar el conflicto, llamara a la señora Orozco y le ofreciera un hueso, medida que gobernadores y presidentes adoptan en casos semejantes. Pero Ebrard, tan próximo al desempleo, prefiere legar la bomba al que sigue, que por cierto desconoce qué es la UACM y a quiénes sirve. Evidentemente se trata de dejar que se pudran el conflicto, los estudiantes y la institución misma para convertirla en otra universidad patito. Falta que la comunidad universitaria lo permita.  *Periodista y autor de Milenios de México. hum_mus@hotmail.com
Publicado en Excélsior.

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