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jueves, 8 de noviembre de 2012


Cuando los estudiantes tumbaron el tinglado
Adolfo Gilly*

Los estudiantes del movimiento #YoSoy132 tumbaron el tinglado de Televisa, cambiaron la escena de la campaña y con sus acciones pusieron en el centro de la política la cuestión de lo político. La imagen, durante un cacerolazo en el Monumento a la Revolución, en octubre pasado

En Valor de uso y utopía, uno de sus libros capitales, Bolívar Echeverría inicia el ensayo Lo político en la política (1996) con una cita de Max Weber: “Bajo política queremos entender hoy: la conducción o la influencia sobre la conducción de un conglomerado político, es decir, de un Estado”. Apoyado en esta diferencia específica entre la política y lo político, avanza en su propia definición de lo político. Es, dice,

la capacidad de decidir sobre los asuntos de la vida en sociedad, de fundar y alterar la legalidad que rige la convivencia humana, de tener a la socialidad de la vida humana como una sustancia a la que se le puede dar forma.

Lo político no es por lo tanto inmutable y dado de una vez para siempre. Esta dimensión de lo político como rasgo característico de la vida humana a diferencia de otras formas de vida, prosigue Bolívar Echeverría,

“se actualiza de manera privilegiada cuando ésta [la vida humana] debe reafirmarse en su propia esencia, allí donde entra en una situación límite: en los momentos extraordinarios o de fundación y re-fundación por los que atraviesa la sociedad; en las épocas de guerra, cuando la comunidad ‘está en peligro´, o de revolución, cuando la comunidad se reencuentra a si misma”.

Pero lo político no deja de estar presente en el tiempo cotidiano de la vida social, advierte a continuación; y desarrolla su argumento sobre ese tiempo. No es sin embargo éste el que en esta ocasión nos ocupa. Quiero hablar de nuestra situación actual, de este tiempo mexicano de excepción que no es revolución ni es guerra formal aunque sea igual de sangriento e incierto en su desarrollo y su impredecible desenlace.

Es una dimensión trágica, en la cual la política (definida también por Bolívar Echeverría como “el conjunto de actividades propias de la ‘clase política’ centradas en torno al estrato más alto de la institucionalidad social, el del Estado”), ocupa o parece ocupar todo el espacio de lo político en lugar de ser sólo una de sus partes, y no la más importante.

* * *

Seis son causas que hoy declara asumir #YoSoy132:

1. Democratización y trasformación de los medios de comunicación, información y difusión.

2. Cambio en el modelo educativo, científico y tecnológico.

3. Cambio en el modelo económico neoliberal.

4. Cambio en el modelo de seguridad y justicia.

5. Trasformación política y vinculación con los movimientos sociales.

6. Salud.

Para que estas causas se corporicen –es decir, se hagan cuerpos y acción- parece necesario precisar, en el caso de cada una de ellas, su significado en la vida cotidiana. Quiere esto decir darse los medios para escuchar y conocer los agravios allí donde sucedan; para avizorar y detectar la injusticia allí donde aparezca; y para defender la libertad allí donde la nieguen. Un movimiento así –un sujeto social, si así se quiere- se mueve según sístoles y diástoles, se va nutriendo día con día y cuenta con una masa crítica para pasar, cuando y donde así lo decida, de la denuncia a la movilización.

El neoliberalismo, uno de cuyos rasgos esenciales es el despojo universal –la acumulación por desposesión, como la llamó David Harvey- es también un proceso de vaciamiento de lo político reduciéndolo a la política de las instituciones hoy enajenadas por el movimiento inhumano de las finanzas. El desafío es rechazar ese despojo y, para lograrlo, reconfigurar lo político en torno a las causas de este tiempo nuevo y a las sustancias con que ellas enriquecen nuestros reales mundos de la vida. @

* Leído en el seminario Nuevos actores y viejos poderes: hacia un balance crítico de las elecciones 2012, UAM-Xochimilco, 7 de noviembre de 2012.

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