Cuando los
estudiantes tumbaron el tinglado
Adolfo
Gilly*
Los
estudiantes del movimiento #YoSoy132 tumbaron el tinglado de Televisa,
cambiaron la escena de la campaña y con sus acciones pusieron en el centro de
la política la cuestión de lo político. La imagen, durante un cacerolazo en el
Monumento a la Revolución, en octubre pasado
En
Valor de uso y utopía, uno de sus libros capitales, Bolívar Echeverría inicia
el ensayo Lo político en la política (1996) con una cita de Max Weber: “Bajo
política queremos entender hoy: la conducción o la influencia sobre la
conducción de un conglomerado político, es decir, de un Estado”. Apoyado en
esta diferencia específica entre la política y lo político, avanza en su propia
definición de lo político. Es, dice,
la
capacidad de decidir sobre los asuntos de la vida en sociedad, de fundar y
alterar la legalidad que rige la convivencia humana, de tener a la socialidad
de la vida humana como una sustancia a la que se le puede dar forma.
Lo
político no es por lo tanto inmutable y dado de una vez para siempre. Esta
dimensión de lo político como rasgo característico de la vida humana a
diferencia de otras formas de vida, prosigue Bolívar Echeverría,
“se
actualiza de manera privilegiada cuando ésta [la vida humana] debe reafirmarse
en su propia esencia, allí donde entra en una situación límite: en los momentos
extraordinarios o de fundación y re-fundación por los que atraviesa la
sociedad; en las épocas de guerra, cuando la comunidad ‘está en peligro´, o de
revolución, cuando la comunidad se reencuentra a si misma”.
Pero
lo político no deja de estar presente en el tiempo cotidiano de la vida social,
advierte a continuación; y desarrolla su argumento sobre ese tiempo. No es sin
embargo éste el que en esta ocasión nos ocupa. Quiero hablar de nuestra
situación actual, de este tiempo mexicano de excepción que no es revolución ni
es guerra formal aunque sea igual de sangriento e incierto en su desarrollo y
su impredecible desenlace.
Es
una dimensión trágica, en la cual la política (definida también por Bolívar
Echeverría como “el conjunto de actividades propias de la ‘clase política’
centradas en torno al estrato más alto de la institucionalidad social, el del
Estado”), ocupa o parece ocupar todo el espacio de lo político en lugar de ser
sólo una de sus partes, y no la más importante.
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* *
Seis
son causas que hoy declara asumir #YoSoy132:
1.
Democratización y trasformación de los medios de comunicación, información y
difusión.
2.
Cambio en el modelo educativo, científico y tecnológico.
3.
Cambio en el modelo económico neoliberal.
4.
Cambio en el modelo de seguridad y justicia.
5.
Trasformación política y vinculación con los movimientos sociales.
6.
Salud.
Para
que estas causas se corporicen –es decir, se hagan cuerpos y acción- parece
necesario precisar, en el caso de cada una de ellas, su significado en la vida
cotidiana. Quiere esto decir darse los medios para escuchar y conocer los
agravios allí donde sucedan; para avizorar y detectar la injusticia allí donde
aparezca; y para defender la libertad allí donde la nieguen. Un movimiento así
–un sujeto social, si así se quiere- se mueve según sístoles y diástoles, se va
nutriendo día con día y cuenta con una masa crítica para pasar, cuando y donde
así lo decida, de la denuncia a la movilización.
El
neoliberalismo, uno de cuyos rasgos esenciales es el despojo universal –la
acumulación por desposesión, como la llamó David Harvey- es también un proceso
de vaciamiento de lo político reduciéndolo a la política de las instituciones
hoy enajenadas por el movimiento inhumano de las finanzas. El desafío es
rechazar ese despojo y, para lograrlo, reconfigurar lo político en torno a las
causas de este tiempo nuevo y a las sustancias con que ellas enriquecen
nuestros reales mundos de la vida. @
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Leído en el seminario Nuevos actores y viejos poderes: hacia un balance crítico
de las elecciones 2012, UAM-Xochimilco, 7 de noviembre de 2012.
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