Sexenalidad
caciquil
Julio Hernández López
Carlos Romero Deschamps, a su arribo a las instalaciones
del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, en la
colonia Guerrero, donde fue relegido como dirigente de ese gremio para el
periodo 2012-2018.
Bajo hechizo, embelesados, los trabajadores de la
educación y los de la industria petrolera coincidieron en prorrogar por
unanimidad su condición sindical que ha de suponerse casi perfecta. En estricto
sentido no lo hizo el proletariado directamente, pero sí sus representantes
oficiales, los delegados, convencionistas o congresistas.
La exultante Elba Esther Gordillo, sin embargo, tiene
cierto motivo mínimo para preocuparse: 20 o 25 votos optaron por la nulidad (el
monto exacto no se precisó, según nota de Karina Avilés, reportera de La
Jornada enviada a Cancún): ni aprobaron ni rechazaron el nuevo reinado de la
abeja suprema del panal sindicado. Pero 3 mil 205 fueron aplastantemente
proclives a la profesora chiapaneca. Y ni uno solo en contra (que se sepa hasta
ahora). Carlos Romero Deschamps, en cambio, obtuvo unanimidad inobjetable: en
cortito y a puerta cerrada, los dirigentes de las secciones sindicales
petroleras y tres delegados más por cada una de ellas, consumaron el prodigio
de garantizar que una hija con mascotas pueda seguir viajando a todo lujo por
el mundo.
Gordillo y Romero se atrincheran por seis años, en una
previsora consonancia con el periodo de quien pareciera ser su aliado rumbo a
Los Pinos pero a quien los renglones torcidos de la reforma laboral parecen
llevar por caminos hasta ahora no suficientemente precisos para los intereses
de los caciques levemente insinuadores de cierta predisposición al
amotinamiento en defensa propia. Aunque todo, en realidad, podría quedar en
falsa alarma. Ya Emilio Gamboa fue a consultar al tlatoani volador cuál debe
ser el sentido del voto de tres colores en el Senado, habida cuenta de la
resistencia expresa de los caciques transexenales a ser auditados y mortificados
con el pétalo de alguna cosmética democratizadora.
Los empresarios también han hecho saber que lo importante
son las modificaciones en materia específica del trabajo y sus regulaciones,
aunque los caciques con los que tan bien se entienden los patrones sigan
instalados en sus imperios intocables. Y el licenciado Calderón, que había
lanzado la piedra de la afectación a las cúpulas sindicales, ahora esconde la
mano y pide que ya sea aprobada la iniciativa en los términos en que fue
enviada por San Lázaro, para no entrampar lo sustancial: las nuevas normas
lesivas sólo para los trabajadores y no para sus líderes. Publicado en La
Jornada.
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