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lunes, 22 de octubre de 2012


Sexenalidad caciquil
Julio Hernández López

Carlos Romero Deschamps, a su arribo a las instalaciones del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, en la colonia Guerrero, donde fue relegido como dirigente de ese gremio para el periodo 2012-2018.

Bajo hechizo, embelesados, los trabajadores de la educación y los de la industria petrolera coincidieron en prorrogar por unanimidad su condición sindical que ha de suponerse casi perfecta. En estricto sentido no lo hizo el proletariado directamente, pero sí sus representantes oficiales, los delegados, convencionistas o congresistas.

La exultante Elba Esther Gordillo, sin embargo, tiene cierto motivo mínimo para preocuparse: 20 o 25 votos optaron por la nulidad (el monto exacto no se precisó, según nota de Karina Avilés, reportera de La Jornada enviada a Cancún): ni aprobaron ni rechazaron el nuevo reinado de la abeja suprema del panal sindicado. Pero 3 mil 205 fueron aplastantemente proclives a la profesora chiapaneca. Y ni uno solo en contra (que se sepa hasta ahora). Carlos Romero Deschamps, en cambio, obtuvo unanimidad inobjetable: en cortito y a puerta cerrada, los dirigentes de las secciones sindicales petroleras y tres delegados más por cada una de ellas, consumaron el prodigio de garantizar que una hija con mascotas pueda seguir viajando a todo lujo por el mundo.

Gordillo y Romero se atrincheran por seis años, en una previsora consonancia con el periodo de quien pareciera ser su aliado rumbo a Los Pinos pero a quien los renglones torcidos de la reforma laboral parecen llevar por caminos hasta ahora no suficientemente precisos para los intereses de los caciques levemente insinuadores de cierta predisposición al amotinamiento en defensa propia. Aunque todo, en realidad, podría quedar en falsa alarma. Ya Emilio Gamboa fue a consultar al tlatoani volador cuál debe ser el sentido del voto de tres colores en el Senado, habida cuenta de la resistencia expresa de los caciques transexenales a ser auditados y mortificados con el pétalo de alguna cosmética democratizadora.

Los empresarios también han hecho saber que lo importante son las modificaciones en materia específica del trabajo y sus regulaciones, aunque los caciques con los que tan bien se entienden los patrones sigan instalados en sus imperios intocables. Y el licenciado Calderón, que había lanzado la piedra de la afectación a las cúpulas sindicales, ahora esconde la mano y pide que ya sea aprobada la iniciativa en los términos en que fue enviada por San Lázaro, para no entrampar lo sustancial: las nuevas normas lesivas sólo para los trabajadores y no para sus líderes. Publicado en La Jornada.

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