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martes, 23 de octubre de 2012


Elba Esther: ¿el próximo quinazo?
Martín Moreno

El discurso reciente de Elba Esther Gordillo no es uno más dentro de su dictadura sindical. Se trata de un desafío abierto y frontal a Enrique Peña Nieto. Es una provocación con doble filo: o Gordillo consolida su liderazgo o va en camino de convertirse en la versión femenina de Hernández Galicia, La Quina.

Cuando, endiosada frente a la domesticada masa sindical, Elba Esther lanza la frase: “…desde aquí le decimos al que anda por Europa (Peña Nieto): nosotros vamos a construir nuestras opciones educativas y pedimos que nos presente su propuesta educativa para hacerla nuestra…”, es una manera directa de decirle al próximo Presidente que las cosas seguirán igual en la educación básica. Sí: bajo el dominio de Gordillo.

El mensaje a Peña es contundente: el SNTE y su dictadora serán quienes marquen programas, métodos, nombramientos y tiempos. No habrá espacio para que el gobierno meta la mano. Y si hay alguna propuesta de la SEP peñista, entonces entra el plan B de Elba: “La haremos nuestra”. Y ello implica arrogarse sus costos y beneficios. A la manera de Gordillo. Bajo su conveniencia y yugo.

Pero en ese lance osado y de alto riesgo, Elba Esther Gordillo está olvidando una máxima inapelable: ningún poder, aun el más consolidado, está por encima del Estado, por más débil o acotado que éste sea.

Y si no, recordar a Jorge Díaz Serrano, defenestrado por Miguel de la Madrid.

Al todopoderoso líder petrolero, Joaquín Hernández Galicia, La Quina, encarcelado por Carlos Salinas de Gortari.

O a Raúl Salinas de Gortari, sometido por Ernesto Zedillo.

Carlos Salinas ordenó la captura de La Quina y de toda la dirigencia petrolera —en un montaje del poder, rodeando de armas a Hernández Galicia y a sus secuaces y arrojando un cadáver dentro de la casa del dirigente del STPRM— por una razón de Estado: estaba urgido de legitimidad tras haber ganado la Presidencia mediante el fraude electoral de 1988. Necesitaba dar un manotazo en el escritorio. A ello respondió el caso de La Quina: a un interés histórico-político del salinismo, mas no a una acción de justicia contra un líder sindical corrupto.

Peña Nieto no enfrenta el problema de legitimidad de Salinas, sin embargo, el priista está en un encrucijada tras la advertencia de Elba Esther.

El mensaje de Gordillo a Peña Nieto es muy claro, directo, cara a cara: en la educación básica “nosotros vamos a construir nuestras opciones educativas”. Nosotros, y nadie más. Bajo nuestras reglas. Con nuestros hombres.  Y si ustedes participan, su proyecto “lo haremos nuestro”.

Implica la perpetuidad de Gordillo al frente del SNTE bajo esa máscara hipócrita de que en el sindicato “no caben los líderes morales y menos los vitalicios”. ¿Alguien le cree a Elba Esther? Entronizada ahora en un Consejo Supremo que la proyecta como una Stalin a la usanza de la nomenclatura soviética aunque, en realidad, cada vez es más parecida a la Jimmy Hoffa mexicana.

¿Qué hará Peña Nieto con Elba Esther Gordillo? Sólo tiene dos opciones: se vuelve a aliar con ella, como lo hizo en la pasada elección presidencial, y se convierte en el quinto Presidente que arropa la dictadura sindical en el magisterio, o acaba con ella, como Salinas lo hizo con La Quina.

Elba Esther ya desafió al Estado. Y al Presidente electo. Ya veremos qué clase de mandatario será Peña Nieto: uno más que se deja mangonear por Elba o el que termine con su reinado.

La soberbia —el pecado de los estúpidos— de Elba Esther podría convertirse en su final.

Bien haría en verse en el espejo de La Quina.

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