Elba Esther y Romero Deschamps, thriller sindical
JENARO
VILLAMIL
MÉXICO,
D.F. (apro).- No podría ser de otra manera. En el ocaso del sexenio de Calderón
y de la alternancia fallida de los panistas, y ante las presiones y reacomodos
de los empresarios, inversionistas extranjeros y líderes corporativos frente al
botín del próximo gobierno peñista, los dos íconos de la antidemocracia
sindical se organizaron sendas ceremonias de coronación y relección por seis
años más: Elba Esther Gordillo, en el SNTE, y Carlos Romero Deschamps, en el
sindicato petrolero.
Frente a
la demagogia de la reforma sindical a favor de la transparencia y la democracia
sindical, los actos de Elba Esther y Romero confirman que el pasado no se ha
ido y que todo se puede arreglar con Peña Nieto si se garantizan los
privilegios, cuotas de poder y tenaz control de los liderazgos funcionales al
gran capital inversionista.
Se trata
de la relección en dos sindicatos esenciales para el país: uno, controla el
gremio más grande de América Latina; el otro, tiene en sus manos el dominio de
las contrataciones para la empresa más estratégica del país.
El SNTE y
el STPRM son las dos grandes aduanas de intereses políticos y económicos con
los que Peña negociará para emprender los negocios más jugosos de su sexenio:
la apertura gradual de la inversión privada en las directrices de la educación
básica y media básica, pública, y la apertura a la inversión de los consorcios
privados extranjeros y nacionales en Pemex.
Elba
Esther y Romero Deschamps son herencias directas del salinismo. Y, en buena
medida, representan su continuidad. La primera ascendió al SNTE a través de una
operación política orquestada desde Los Pinos por Manuel Camacho Solís,
entonces “cerebro” de la refeudalización sindical de Salinas de Gortari, para
sustituir a Carlos Jonguitud Barrios, un “líder vitalicio” que controló el SNTE
menos años que Elba Esther.
Romero
Deschamps es el beneficiario indirecto del Quinazo, el primer “golpe
espectacular” de Carlos Salinas en 1989 para ganar legitimidad y eliminar a
Joaquín Hernández Galicia, el millonario dirigente de petroleros, amo y señor
de los contratos y de las comisiones, que fue encarcelado por acopio ilegal de
armas. Contra La Quina, Salinas construyó un discurso modernizador que acabó en
la demagogia. La corrupción de sus dos sucesores fue mayor. Romero Deschamps
quizá ahora es más rico y encabeza una red de corrupción mucho más compleja que
la del quinismo. Fue protagonista del Pemexgate, esa millonaria triangulación
de fondos a la campaña del PRI en el 2000, y acabó perdonado, exonerado y ahora
con fuero como senador de la República.
Elba y
Carlos Romero son la muestra clara del fracaso de la alternancia panista. Fox y
Calderón pactaron con ellos. Los mantuvieron. Se corrompieron. Y los panistas
los dejaron. Por eso suena un tanto ridículo que al cuarto para las doce los
senadores del PAN y Calderón defiendan la transparencia sindical en la
contrarreforma laboral. Son monedas de cambio y de negociación con Peña Nieto,
el cuarto sexenio del salinismo estructural que tomará el poder el 1 de
diciembre de 2012.
Los
empresarios del Consejo Coordinador Empresarial y de la Concamin publicaron la
semana pasada sendos desplegados para obligar a los senadores del PAN a no
aliarse con el PRD y los otros legisladores de izquierda. Quieren que la
contrarreforma laboral salga “en sus términos” este 23 de octubre.
Ni a esta
cúpula empresarial ni a los gobiernos del PRI y del PAN les preocupa
democratizar los sindicatos y, mucho menos, respetar el derecho al empleo y al
salario dignos.
¿Para
qué? Gracias a figuras como Elba Esther, Romero Deschamps y muchos otros
líderes sindicales que replicaron su
modelo,
han podido mantener el control en el mundo laboral, desarticular cualquier
intento de demandar incrementos salariales sustanciales e imponer de facto el
modelo de flexibilización laboral que se concreta con el outsourcing y el
trabajo por hora. Elba Esther Gordillo es neoliberal en sus propuestas. Apoyó
la reforma al ISSSTE y el incremento al IVA a medicinas y alimentos durante el
sexenio de Fox.
Este es
el verdadero thriller de la reforma laboral. Un juego de simulaciones para
negociar por seis años más la impunidad y la corrupción de ambos lados de la
ecuación.
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