Recordando
a Alonso Lujambio en el primer mes de su partida
María Elena Álvarez de Vicencio | Opinión
Conocí al maestro Alonso Lujambio a través de su padre, a
quien siempre consideré un amigo, como el que todos desearían tener en la vida.
Con profundo orgullo y satisfacción me habló en una ocasión de su hijo Alonso,
sorprendido de que hubiese cortado, en el cuarto semestre, la carrera de
contaduría pública, que él mismo profesaba, para iniciar en el ITAM algo tan distinto como la licenciatura
en ciencias sociales, carrera que terminó con honores obteniendo mención
especial con su tesis: “La Proporcionalidad Política del Sistema Electoral
Mexicano, 1964-1985.”
Lo conocí personalmente cuando era consejero electoral
del Instituto Federal Electoral, del cual fue presidente de la Comisión de
Fiscalización de los Recursos de los Partidos y Agrupaciones Políticas y de la
Comisión de Asuntos Internacionales del Consejo General. Fue una mañana en que
acudí a la oficina de la doctora Jacqueline Peschard, quien me asesoraba en mi
tesis de maestría y cuya oficina era contigua a la del maestro Lujambio.
En esa ocasión él me vio salir y me dijo que tenía
interés en que platicáramos sobre el Partido Acción Nacional. Estos encuentros
se repitieron en varias ocasiones y en otros lugares, ya que era un apasionado
investigador y el PAN fue materia de varios de sus trabajos.
Conversar con él era muy grato, tenía la habilidad de
formular las preguntas que generaran las respuestas sobre los temas que deseaba
conocer, y que a la vez eran del interés del interrogado. Ocasiones similares
ocurrieron cuando estuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública y
abordábamos temas relativos a esa área.
Las conversaciones con él las considero como una de las
partes más valiosas del bagaje de mis recuerdos.
La docencia fue ejercida por el maestro Lujambio
simultáneamente al desempeño de los distintos puestos que tuvo a lo largo de su
vida. Fue profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y
del ITAM, recorrió todos los grados de la docencia, era maestro por auténtica
vocación.
Fue un director de tesis frecuentemente solicitado; una
muy reconocida fue la biografía del licenciado José González Torres, la cual
editó el PAN. El alumno asesorado me comentaba, cuando yo le decía que ya
estaba bien, que para el maestro Lujambio le faltaban muchas más correcciones,
por lo que resultó un excelente trabajo. Más de una decena de tesis dirigió con
el profesionalismo que logró transmitir a sus alumnos, quienes supieron
aprovechar su exigencia para el buen resultado de sus investigaciones.
Obtuvo el premio al mérito profesional que el ITAM otorga
a sus egresados con al menos 15 años de terminados sus estudios “por sus
méritos en el ejercicio profesional en congruencia con su desarrollo personal,
así como por sus contribuciones a la sociedad y su participación activa y
constructiva en el sector social”, y consiguió varias becas en el extranjero y
en el Conacyt de México.
Escribió más de 40 ensayos individuales sobre la política
mexicana y elaboró numerosos ensayos publicados en 11 libros compartidos.
Prologó decenas de publicaciones, ya que el nombre de Alonso Lujambio era una
garantía no sólo de conocimiento, sino de rectitud y honestidad.
Al hacerse cargo de la Secretaría de Educación Pública,
asumió convencido los principios del PAN: “la libertad de investigación y
opinión científica o filosófica, como toda libertad de pensamiento, no puede
tener otros límites jurídicos que los impuestos por el interés nacional, por
las normas morales y por el bien común. Es deber del Estado, pero nunca
monopolio suyo, procurar a todos los miembros de la comunidad una igual
oportunidad de educación y asegurar por lo menos una enseñanza básica”.
Alonso Lujambio demostró que para ser un verdadero
dirigente y funcionario público no bastaba el puesto formal que ocupara, sino
la capacidad para iluminar los problemas con su inteligencia y plantear las
soluciones con las destrezas de su personalidad. Sólo la generosidad podrá
conformar en la congruencia al hombre íntegro y a la institución capaz de
transformar a México y de aceptar libremente la disciplina que exige esa
congruencia.
El maestro Lujambio se integró a la política porque
entendió que la vocación de la política es excelsa y porque los hombres con
aptitudes y talentos orientados a las funciones de dirección, mando y ejercicio
del poder tienen bajo su responsabilidad crear las condiciones políticas,
económicas y sociales adecuadas para que cada una de las personas se realice a
plenitud. Él sabía que el poder público debe ser exactamente el servicio del
bien común y que no es una aventura intrascendente ni un honor personal, que es
una misión respetable y sagrada y que se va al poder público no simplemente a
satisfacer egoísmos ni a imponer ideologías, sino que se ha de llegar a él con
un propósito de servicio.
Es por esto que cuando sintió el llamado para encabezar
el gobierno federal lo guiaban esas ideas; sin embargo a la petición del
Presidente de que lo necesitaba en el lugar que entonces ocupaba, no tuvo
reparo en aceptarlo aun a costa de su renuncia personal. México necesita más
mexicanos como Alonso Lujambio.
Doctora en Ciencias Políticas. melenavicencio@hotmail.com
Publicado en Crónica de hoy.
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