La UNAM, la UAM y el proyecto de la UACM
Manuel Pérez Rocha
En la elaboración del proyecto de la UACM se procuró
aprovechar las experiencias y los avances más valiosos en la educación
universitaria mexicana, entre ellos las innovaciones de la UNAM instituidas por
su Consejo Universitario, propuestas por el doctor Pablo González Casanova en
1971: el Colegio de Ciencias y Humanidades y la Universidad Abierta. La UACM
cuenta con un Colegio de Ciencias y Humanidades, instancia concebida para
impulsar la integración de esos dos campos de la cultura en los programas de docencia,
investigación, difusión y cooperación; en muchos elementos del proyecto de la
UACM también se incorporaron medidas consecuentes con la filosofía educativa
democrática y liberal, base de la primera propuesta mexicana de Universidad
Abierta. El proyecto de la UACM también se benefició de las generosas e
inestimables contribuciones de varios académicos de la UNAM, quienes
colaboraron a título personal y de opiniones de algunos reconocidos académicos
de El Colegio de México y el Instituto Politécnico Nacional.
Asimismo, en el trazo de la UACM se tomaron en
consideración elementos valiosos del proyecto de la Universidad Autónoma
Metropolitana. Para esto se contó con el apoyo solidario del doctor Luis Mier y
Terán, quien como rector de la Unidad Iztapalapa y después como rector general
de esa institución, organizó diversas sesiones de trabajo en las cuales
participaron académicos y funcionarios de la UAM. En estas reuniones se
analizaron las experiencias de esta institución en cuestiones centrales como la
organización académica de la misma, el diseño de los planes de estudio y la
caracterización del personal académico. El proyecto de la UACM es, por
supuesto, responsabilidad de quienes lo elaboramos y no de quienes
generosamente nos compartieron sus experiencias.
En 1974, con la fundación de la Universidad
Autónoma Metropolitana se introdujo un importante cambio en la educación
superior mexicana. La UAM se organizó no en torno a profesiones, como ocurre de
manera predominante en la educación universitaria mexicana, sino en campos de
conocimiento: a) División de ciencias básicas e ingeniería, b) División de
ciencias sociales y humanidades, c) División de ciencias y artes para el diseño
y d) División de ciencias biológicas y de la salud; después se ha añadido en la
UAM una nueva división, la de Ciencias de la comunicación y diseño. Además,
dentro de las divisiones se constituyeron departamentos, figura usada en las
universidades de muchos países para organizar el trabajo universitario con una
vocación más claramente académica.
En la UACM la indispensable búsqueda de integración
del conocimiento condujo a reconocer sólo dos campos: a) las humanidades y las
ciencias sociales, y b) las ciencias (naturales) y la tecnología. Hay quienes
las consideran dos culturas. Se adoptó el nombre de colegios para designar las
entidades encargadas del cultivo de esos campos, y se adicionó el Colegio de
Ciencias y Humanidades el cual, como he señalado, tiene el encargo de impulsar
programas que integran las dos culturas (caso paradigmático de esta
indispensable integración son los programas relacionados con la salud). Dentro
de esos tres colegios operan academias las cuales, a semejanza de los
departamentos, tienen la tarea de organizar el trabajo de docencia,
investigación, difusión y cooperación. Esta organización busca dar espacio a un
trabajo académico orientado al desarrollo del conocimiento, independientemente
de sus aplicaciones prácticas en el ejercicio de alguna profesión.
Otro elemento del proyecto de la UACM próximo al de
la UAM consiste en que los planes de estudio están divididos en ciclos. En la
UACM estos planes se dividen en dos partes denominadas ciclo básico y ciclo
superior; en la UAM los nombres tienen variaciones, pero predominan términos
como tronco general, tronco básico profesional y áreas de concentración o
tronco terminal. Un criterio común a estos proyectos es el de posponer la
especialización, dotar de entrada a los estudiantes con una formación básica,
proporcionarles habilidades intelectuales, conceptos y teorías que les permitan
comprender una amplia gama de disciplinas y sobre todo fomentar en ellos un
creciente interés por el conocimiento y la cultura (idealmente un amor por la
sabiduría) y desarrollar su capacidad de formarse autónomamente. Esta formación
básica tiene la función de prepararlos para mantener un proceso de educación
continua, necesidad primaria en estos tiempos caracterizados por un avance
acelerado de la información y el conocimiento.
Desde hace varias décadas, posponer la
especialización es una política señalada por los expertos en asuntos
educativos. Es absurdo pedirle a un joven de 18 años decidir su futuro
profesional al entrar a la universidad y a partir de la limitada información
recibida en el bachillerato. El ciclo básico debe servir también para ampliar
los horizontes de los estudiantes, enriquecer su cultura y con ello asegurarse
de que tengan elementos para tomar decisiones más fundamentadas. Sin embargo,
hay resistencias de no pocos estudiantes, quienes consideran pérdida de tiempo
el dedicado a materias básicas que les parecen ajenas a su carrera. También hay
maestros que pugnan por reducir o desaparecer esas materias y por extender a
los primeros semestres los cursos de su especialidad. Este problema se plantea
hoy de manera viva en la UAM y en la UACM.
Es responsabilidad de la universidad hacer ver a
los estudiantes de primer ingreso que una formación básica sólida les da
elementos de decisión al elegir alguna especialidad y la capacidad de moverse
en el incierto mundo laboral. Pero sobre todo, es responsabilidad de la
universidad fomentar en los estudiantes la valoración de los conocimientos
básicos y la cultura no sólo por su utilidad práctica, sino por lo que aportan
al enriquecimiento de sus vidas.
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