Ciencia y
tecnología: cómo le hacemos
Cecilia
Soto*
Una
de las mejores cosas de los cambios de gobierno es que se renueva la esperanza
de que muchas cosas podrán mejorar. Individual y colectivamente se produce un
esfuerzo por aportar ideas, diagnósticos, pronósticos y nuevas propuestas. Los
centros de investigación universitarios, los del sector privado, las corrientes
de intelectuales asociadas con publicaciones, las voces no oídas por el
gobierno que se va, en fin, un nutrido arco de opiniones enriquece la
perspectiva de los gobiernos entrantes. No habrá esto en Venezuela y
probablemente tampoco en Ecuador pero en México, con el periodo tan largo entre
las elecciones y la toma de posesión, el ejercicio que permite el vuelo de la
imaginación y la prospectiva es rico y vigoroso.
En
ciencia y tecnología ha habido varios
planteamientos valiosos. El de la Academia Mexicana de Ciencias, el de la
ANUIES. La propia página de Conacyt es crítica respecto a los resultados
alcanzados y la revista Nexos publica en noviembre una propuesta interesante
para hacer de esta institución un verdadero Ferrari. Yo tomo algunos números de
estos ejercicios y analizo la iniciativa brasileña Ciencia sin fronteras de la
actual presidenta Rousseff.
La
UNESCO calcula que para 2020, fecha nada lejana, la mitad de los doctorados en
el mundo serán obtenidos por estudiantes chinos y de la India. En la
actualidad, hay unos 750 mil estudiantes extranjeros inscritos en universidades
en Estados Unidos. De éstos, 160 mil son chinos y 104 mil de la India, los
países con mayor número de estudiantes. En contraste, la proporción de
estudiantes estadunidenses inscritos en las universidades baja año con año.
Por
el tamaño de su población, no nos podemos comparar con India y China, pero
hipotéticamente sí con Corea del Sur, que tiene menos de la mitad de habitantes
que nosotros. Corea tiene 73 mil estudiantes en Estados Unidos, Brasil a nueve
mil estudiantes y México casi 14 mil. A diferencia de los países mencionados,
la mayor parte de los estudiantes mexicanos, 60%, estudia licenciaturas y sólo
28% posgrados, probablemente porque muchos estudian la licenciatura “cruzando la línea”. Otro criterio útil es el
de los doctorados, pues cada joven que alcanza este grado, representa un
ecosistema más complejo con influencia potencial en universidades e industria.
Corea del sur otorga al año 11 mil doctorados, Brasil 13 mil y México tres mil
700, aproximadamente la mitad de los que deberíamos estar produciendo.
La
presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha lanzado una iniciativa muy
interesante: Ciencia sin fronteras, que representa un abordaje focalizado y
bien dirigido a aumentar la proporción de licenciaturas y posgrados en áreas
prioritarias de ciencia y tecnología y que vale la pena examinar. El programa
se propone enviar al extranjero a 101 mil estudiantes en los próximos cuatro
años. 75 mil becas vendrán de fondos federales y 26 mil de la iniciativa
privada. Habrá becas para programas “sándwich”, es decir, licenciaturas y
posgrados que inician y terminan en Brasil, pero con una estancia mayoritaria
en el extranjero y doctorados y posdoctorados sólo en el extranjero.
Minoritariamente también se contemplan estancias en empresas extranjeras. Este
2012 ya hay poco más de 17 mil estudiantes becados bajo este esquema, cuatro
mil en Estados Unidos, mil 100 en Alemania, etcétera.
Ciencia
sin fronteras excluye las ciencias sociales y las económicas y administrativas.
Aunque el Conacyt de allá, el CNPQ, continúa becando a quienes son aceptados en
esas áreas por universidades de excelencia, simplemente estos posgrados no son
prioridad, lo que me parece un error si tomamos en cuenta que muchos de los
problemas de países como Brasil y México son de orden institucional y
organizacional.
La
iniciativa está estrechamente vinculada a prioridades como las del desarrollo
de las nuevas provincias petroleras de aguas ultraprofundas. Sin caer en una
inducción autoritaria de vocaciones, en México nos falta fijar prioridades como
ejercicio colectivo. Por ejemplo, de los más de 100 mil ingenieros que
graduamos en México, menos de 200 son ingenieros petroleros. Si sumamos otras
áreas afines a esta actividad como la geología y otras, probablemente graduamos
a menos de mil profesionales al año para esta industria. Demasiado pocos si
aspiramos a una industria petrolera pujante y vigorosa.
Pero
lo mejor de la iniciativa brasileña son los mensajes para la sociedad y para la
juventud: primero, que la ciencia y la tecnología son una prioridad del
gobierno; segundo, que iniciativa privada y gobierno comparten esta prioridad;
tercero, que no sólo no hay que tenerle miedo al extranjero sino que hay un
mundo afuera del que hay que aprender y llevar lo mejor al país.
Qué
mejor que el contacto tan cercano de tantos mexicanos con el inglés y Estados
Unidos para ahora enfocarlo a un programa de becas y posgrados y también de
atracción de talentos extranjeros, que tenga como meta llegar a 2020 con una
gran masa crítica de científicos y tecnólogos y cifras de Primer Mundo. Se
puede y se debe. Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog. *Analista política ceciliasotog@gmail.com Publicado en Excélsior.
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