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lunes, 12 de noviembre de 2012



Ciencia y tecnología: cómo le hacemos
Cecilia Soto*
           
Una de las mejores cosas de los cambios de gobierno es que se renueva la esperanza de que muchas cosas podrán mejorar. Individual y colectivamente se produce un esfuerzo por aportar ideas, diagnósticos, pronósticos y nuevas propuestas. Los centros de investigación universitarios, los del sector privado, las corrientes de intelectuales asociadas con publicaciones, las voces no oídas por el gobierno que se va, en fin, un nutrido arco de opiniones enriquece la perspectiva de los gobiernos entrantes. No habrá esto en Venezuela y probablemente tampoco en Ecuador pero en México, con el periodo tan largo entre las elecciones y la toma de posesión, el ejercicio que permite el vuelo de la imaginación y la prospectiva es rico y vigoroso.

En ciencia y  tecnología ha habido varios planteamientos valiosos. El de la Academia Mexicana de Ciencias, el de la ANUIES. La propia página de Conacyt es crítica respecto a los resultados alcanzados y la revista Nexos publica en noviembre una propuesta interesante para hacer de esta institución un verdadero Ferrari. Yo tomo algunos números de estos ejercicios y analizo la iniciativa brasileña Ciencia sin fronteras de la actual presidenta Rousseff.

La UNESCO calcula que para 2020, fecha nada lejana, la mitad de los doctorados en el mundo serán obtenidos por estudiantes chinos y de la India. En la actualidad, hay unos 750 mil estudiantes extranjeros inscritos en universidades en Estados Unidos. De éstos, 160 mil son chinos y 104 mil de la India, los países con mayor número de estudiantes. En contraste, la proporción de estudiantes estadunidenses inscritos en las universidades baja año con año.

Por el tamaño de su población, no nos podemos comparar con India y China, pero hipotéticamente sí con Corea del Sur, que tiene menos de la mitad de habitantes que nosotros. Corea tiene 73 mil estudiantes en Estados Unidos, Brasil a nueve mil estudiantes y México casi 14 mil. A diferencia de los países mencionados, la mayor parte de los estudiantes mexicanos, 60%, estudia licenciaturas y sólo 28% posgrados, probablemente porque muchos estudian la licenciatura  “cruzando la línea”. Otro criterio útil es el de los doctorados, pues cada joven que alcanza este grado, representa un ecosistema más complejo con influencia potencial en universidades e industria. Corea del sur otorga al año 11 mil doctorados, Brasil 13 mil y México tres mil 700, aproximadamente la mitad de los que deberíamos estar produciendo.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha lanzado una iniciativa muy interesante: Ciencia sin fronteras, que representa un abordaje focalizado y bien dirigido a aumentar la proporción de licenciaturas y posgrados en áreas prioritarias de ciencia y tecnología y que vale la pena examinar. El programa se propone enviar al extranjero a 101 mil estudiantes en los próximos cuatro años. 75 mil becas vendrán de fondos federales y 26 mil de la iniciativa privada. Habrá becas para programas “sándwich”, es decir, licenciaturas y posgrados que inician y terminan en Brasil, pero con una estancia mayoritaria en el extranjero y doctorados y posdoctorados sólo en el extranjero. Minoritariamente también se contemplan estancias en empresas extranjeras. Este 2012 ya hay poco más de 17 mil estudiantes becados bajo este esquema, cuatro mil en Estados Unidos, mil 100 en Alemania, etcétera.

Ciencia sin fronteras excluye las ciencias sociales y las económicas y administrativas. Aunque el Conacyt de allá, el CNPQ, continúa becando a quienes son aceptados en esas áreas por universidades de excelencia, simplemente estos posgrados no son prioridad, lo que me parece un error si tomamos en cuenta que muchos de los problemas de países como Brasil y México son de orden institucional y organizacional.

La iniciativa está estrechamente vinculada a prioridades como las del desarrollo de las nuevas provincias petroleras de aguas ultraprofundas. Sin caer en una inducción autoritaria de vocaciones, en México nos falta fijar prioridades como ejercicio colectivo. Por ejemplo, de los más de 100 mil ingenieros que graduamos en México, menos de 200 son ingenieros petroleros. Si sumamos otras áreas afines a esta actividad como la geología y otras, probablemente graduamos a menos de mil profesionales al año para esta industria. Demasiado pocos si aspiramos a una industria petrolera pujante y vigorosa.

Pero lo mejor de la iniciativa brasileña son los mensajes para la sociedad y para la juventud: primero, que la ciencia y la tecnología son una prioridad del gobierno; segundo, que iniciativa privada y gobierno comparten esta prioridad; tercero, que no sólo no hay que tenerle miedo al extranjero sino que hay un mundo afuera del que hay que aprender y llevar lo mejor al país.

Qué mejor que el contacto tan cercano de tantos mexicanos con el inglés y Estados Unidos para ahora enfocarlo a un programa de becas y posgrados y también de atracción de talentos extranjeros, que tenga como meta llegar a 2020 con una gran masa crítica de científicos y tecnólogos y cifras de Primer Mundo. Se puede y se debe. Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog.       *Analista política        ceciliasotog@gmail.com Publicado en Excélsior.

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