La
batalla continúa
CARLOS
ORNELAS
La
batalla por la educación se extiende. Las marchas y tomas de edificios y
vehículos por maestros y normalistas es la continuación de la política por
otras vías. Parece que los opositores a las reformas a las nuevas leyes en
educación quieren rebasar el punto de no retorno. Su disconformidad es tozuda, irreductible.
Además, ganan adeptos entre los maestros indecisos que creen que el gobierno
desea quitarles las plazas que consideran de su propiedad. Aunque los radicales
se ganan el repudio de amplios grupos sociales.
El
gobierno de Enrique Peña Nieto avanza con su estrategia legal, la SEP ya
entregó al Pacto por México los anteproyectos de reformas a la Ley General de
Educación y de las que regularán las reformas a la Constitución: la Ley General
del Servicio Profesional Docente y la Ley del Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación. Pero parece que no sabe cómo contener las
manifestaciones violentas de los opositores.
La
resistencia crece. Los maestros de Guerrero, en alianza con las policías
comunitarias y otros grupos radicales incrementan sus acciones, toman
carreteras y cercan edificios públicos, atacan comercios y atemorizan a la
población. Los de la Sección 7, de Chiapas, ya anunciaron que harán una huelga
a partir del 1 de mayo, mientras que Michoacán es una hoguera que al parecer
nadie puede (o tal vez nadie quiera) apagar. La Sección 22 de Oaxaca pronto
tomará sus decisiones.
El
gobierno ensancha sus advertencias y abre espacios a la negociación, pero no
hay diálogo. Ya anunció mayores sanciones, como la retención del salario a
quienes paren y el amago de que se ejecutarán órdenes de aprehensión contra
quienes cometan delitos. Pero eso no ataja a los opositores ni parece que los
asuste. Ellos piensan que haciendo crecer su movimiento harán retroceder a la
SEP. Desean una revuelta de gran calado que ponga de rodillas al gobierno.
Una vía
de contención de la rebeldía que me parece que el gobierno no ha explorado es
meter una cuña del mismo palo. A fe mía que los radicales son minoría, aunque
vociferantes y con muchas habilidades para la organización de movimientos de
masas. Los maestros (llamémosles no comprometidos con la lucha) son mayoría. A
ellos no los moviliza lo que resta de la camarilla de Elba Esther Gordillo;
ésta acostumbró a los docentes a la inmovilidad, a recibir instrucciones y a
comportarse conforme a los dictados de los dirigentes. Hoy esa camarilla está
sumisa a los dictados de la SEP, el encarcelamiento de su jefa domesticó a los
seguidores.
Las
organizaciones civiles que acompañan (y que en muchos aspectos provocaron las
reformas) al gobierno en su empeño, como Mexicanos Primero y la Coalición
Ciudadana por la Educación, no tienen mucha aceptación entre los docentes de
base, por más que hayan hecho esfuerzos para distinguirlos de los dirigentes y
de los grupos opositores. Pienso que se pueden seguir dos vías. Una para el
plazo inmediato y la otra para el mediano, para garantizar que las reformas
pasen y se apliquen.
Lo
urgente. Tal vez una convocatoria amplia, dirigida a los “buenos maestros”,
repetida y desplegada a lo largo del país pueda meter algunas calzas en las
huestes opositoras. Ya vimos cómo en Guerrero una sola maestra que quería dar
clases fue hostigada por los disidentes porque les generaba antipatía entre la
población. Si son muchos quienes se enfrenten a los opositores disminuirá la
credibilidad de éstos ante el gremio.
La
estrategia de mediano plazo, digamos de los años que restan del sexenio,
consiste en descolonizar el gobierno de la educación básica. Expulsar de los
puestos de control a quienes fueron puestos allí para defender los intereses de
las camarillas y sustituirlos por una nueva camada de burócratas profesionales,
que puede surgir del gremio, no del sindicato, pero seleccionada, como diría
Weber, por sus méritos, no por su fidelidad a caciques.
Sería
continuar la batalla por otras vías.
Retazos
Lo ideal,
pienso, sería desmantelar al SNTE. Los sindicatos corporativos no tienen razón
de existir en la democracia. Los maestros son capaces de forjar sindicatos libres,
no tutelados por ningún poder. Pero eso es un sueño guajiro. No está en las
perspectivas del gobierno actual; se trata de que el PRI reconquiste al SNTE,
creo. *Académico
de la Universidad Autónoma Metropolitana. Carlos.Ornelas10@gmail.com
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