De
profesor a profesor
MARIO
CARBONELL
Llevo
más de 23 años dando clase a nivel universitario, tanto a nivel de licenciatura
como de maestría y de posgrado. He dado clase en Universidades públicas y
privadas, en México y en más de 10 países del extranjero.
Durante
todos los años en que he dado clase en México he visto (y sufrido) las
consecuencias de una mala educación básica, a nivel primaria, secundaria y
preparatoria. No son pocos los alumnos que llegan a cursar una licenciatura con
un paupérrimo nivel de comprensión de lectura, sin capacidad de redactar textos
y con una pésima ortografía.
Es
por eso que puedo decir, con todas sus letras y sin temor a equivocarme, que lo
que lo está pasando con los “maestros” (por llamarlos de alguna forma, aunque
no se merezcan ese título) de Guerrero, Oaxaca, Michoacán y otros estados es un
verdadero atentado contra el presente y el futuro del país. Un atentado que hay
que detener con la mayor urgencia si queremos rescatar a México de su nefasta
influencia.
Esos
maestros dicen que luchan para evitar que la educación se privatice, pero lo
que ellos hacen es mucho peor. En Oaxaca el chantaje magisterial al gobierno no
lleva uno o dos años: lleva más de 30. Lo que menos han hecho en tantos años
esos maestros es elevar el nivel de sus educandos y ofrecerles una opción
educativa pública de calidad. Por el contrario: todas las evaluaciones
disponibles señalan que los niños de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán
tiene un nivel educativo similar o inferior al que tienen los niños de países
africanos.
Nuestros
niños peor situados se encuentran a una distancia no de años, sino de siglos
respecto al nivel que hoy tienen los niños en la delegación Benito Juárez en el
DF, o en el municipio de San Pedro Garza García en Nuevo León (que son los dos
localidades que sobresalen en su desempeño educativo). Unos y otros comparten
nacionalidad y viven en el siglo XXI, pero para unos la educación es como de
tiempos de la colonia, mientras otros reciben una formación que los está
preparando para ser ciudadanos exitosos en nuestro mundo global.
La
educación en Guerrero, Oaxaca y Chiapas ya ha sido de hecho privatizada, pues
está secuestrada por un grupo de personajes tenebrosos, acostumbrados al chantaje
y afectos a las marchas, plantones y huelgas de todo tipo. Ninguno de esos
“maestros” quiere ser evaluados. Es comprensible: si lo fueran saldrían de
nuevo a la luz pública los resultados que ya conocemos y la sociedad se
rebelaría ante tanta y tan grave negligencia. No son capaces de pasar el filtro
de una evaluación, pues seguramente saben incluso menos que sus alumnos de
ortografía, sintaxis, razonamiento lógico y demás habilidades necesarias para
tener un óptimo desarrollo académico.
Lo
peor de todo es que el gobierno insiste, año tras año, en sentarse a negociar y
a dejarse extorsionar por esos grupos mafiosos, en vez de emprender una limpia
a fondo del sector educativo, que permita tener profesores más preparados y
dispuestos a trabajar duro para salir adelante, en vez de mantener secuestrados
de forma permanente a sus alumnos y a los indefensos padres de familia.
La
solución mejor sería evaluarlos en el marco de lo que ya señala la vigente
reforma constitucional en materia educativa (la cual es obligatoria, por si
algún gobernador todavía tiene la duda) y remover a aquellos docentes que no
logren acreditar el nivel necesario para dar clase.
Si
para sustituirlos es necesario traer profesores de otros sitios, incluso de
países con mejores niveles educativos, hay que hacerlo sin dudarlo. En Corea
del Sur los padres de familia exigen que los maestros de inglés de sus hijos
sean nativos de países anglosajones. En las universidades de EUA abundan los
profesores de ingeniería traídos de la India o profesores de matemáticas de
origen asiático. Por eso ellos son mejores que nosotros: porque saben pedir
ayuda cuando la necesitan. Nosotros seguimos encerrados en un círculo que, lo
sabemos perfectamente, no da buenos resultados. Ni los va a dar jamás.
Con
esos maestros dando clase y formando a nuestros niños solamente podemos tener
una certeza: nunca saldremos adelante. No importa lo que hagamos y no importa
cuánto dinero invirtamos en el sistema educativo, con ellos no podremos. Hay
que cambiarlos o resignarnos a seguir estando peor que en África. La
alternativa es clara. La solución, también. Artículo
publicado en El Universal.
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