La “Reforma
Educativa”, más que a La Maestra, exhibe a un Estado omiso y un Congreso
cómplice
Ángel
Verdugo
El
solo anuncio del presidente Peña Nieto del envío de una iniciativa para llevar
a cabo una “Reforma Educativa”, fue la clarinada para que una avalancha de
juicios ligeros se desatara sin control. Lo que menos se dijo, fue que dicha
reforma va en contra de La Maestra; sin embargo, de manera interesada dejan de
lado su elemento central: la recuperación para el Estado de la conducción
educativa que entregó al SNTE hace decenios, y a los bandoleros de la CNTE hace
un poco menos.
La
reforma, más que en contra de La Maestra, es una autocrítica por tener un
Estado omiso y un Congreso irresponsable; aquél, por haber abdicado de una de
sus más importantes obligaciones y éste, por haber validado aquella abdicación:
la de fijar y conducir la política educativa.
Lo
que dejan de lado los políticamente correctos, es algo muy sencillo: para que
dicha reforma sea exitosa debe contarse —obligadamente— con la participación
del SNTE. Esta es la única forma de contrarrestar la actividad —a todas luces
violatoria de la legalidad— de la CNTE que ha hecho de Oaxaca, Michoacán y
Guerrero, territorio sin ley en el cual reina omnipotente.
La
tarea fijada por el Presidente, no es menor ni burocrática; por ello mismo,
requerirá de las mejores artes de un político de colmillo retorcido como don
Emilio Chuayffet, y de las habilidades de quien ni es manca ni deja que sus
detractores vayan lejos por la respuesta, La Maestra Elba Esther Gordillo.
Ambos, como los gitanos, no se dicen la Buenaventura; se conocen bien, y son
políticos profesionales.
Hay,
en esta reforma, un problema más; está en el campo de los oportunistas como es
el caso de un “director patito” de cine y un junior que descubrieron —en
materia de la educación pública—, el hilo negro y el café instantáneo.
Ambos
personajes creen saber de educación, y dictan lo que debe hacerse; se creen los
dueños del saber universal sin ver que en no pocas ocasiones, su misma forma de
expresarse (al tratar de articular una idea por simple que ésta sea),
trastabillan exhibiendo sus profundas limitaciones intelectuales.
También,
y no deben desdeñarse, habrá dificultades con decenas de dizque “analistas”,
que han hecho del golpeteo a La Maestra su modus vivendi.
La
batalla política apenas empieza, y las sorpresas no serán pocas. No nos hagamos
ilusiones pensando que la aprobación de la reforma significaría haber ganado la
guerra; apenas sería una batalla de las muchas que habrá que librar.
Señalo
también, que en la negociación entre Chuayffet y La Maestra por más jaloneos
que hubiere, siempre terminaría de acuerdo; ambos, políticos profesionales,
saben cómo masca la iguana, “de ladito y despacito”.
Lo
difícil será someter a la CNTE y satisfacer a tanto oportunista entre los
cuales, sin duda, están Zambrano y Madero que ven en la Reforma Educativa, la
oportunidad de oro para ganar puntos en la búsqueda de popularidad la cual,
además de estar por los suelos, ni siquiera es real.
Por
lo pronto, más que en lo educativo, la Reforma Educativa —perdone la
redundancia y su cacofonía— dará mucho de qué hablar, pero en lo político.
Ya
lo verá.
Publicado
en Excélsior
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