Equipo de
primera división en la SEP
Humberto
Musacchio*
Con
maestros que no enseñan y alumnos que no aprenden, sin aportar la necesaria
capacitación para surtir el mercado laboral, con una pobre renovación del
conocimiento, infraestructura desaprovechada, tecnología obsoleta y, en fin, un
inmenso gasto público de magros resultados, la educación, valga insistir, es
zona de desastre.
Ante
ese panorama, resulta alentador que en la Secretaría de Educación Pública, el
titular, Emilio Chuayffet, viejo enemigo de Elba Esther Gordillo, haya
conformado un equipo a la altura de los muchos retos que afronta la
dependencia. En sendas subsecretarías están ya instalados funcionarios de larga
trayectoria y probada eficiencia como Fernando Serrano Migallón, de talante conciliador
y mucha energía para concretar proyectos; Enrique del Val, ducho en la
administración y en el control de los dineros, lo que es clave en cualquier
proyecto de renovación de la SEP; Rodolfo Tuirán, el notable demógrafo y muy
calificado profesional de la estadística al que le tocará trabajar con su
cuarto secretario de Educación; y Alba Martínez Olivé, quien hace ya cuarenta y
más años era una tenaz combatiente por la democracia sindical y ha sido siempre
una mujer preocupada por los problemas de la educación.
Las
capacidades y antecedentes del equipo de Chuayffet garantizan que cada uno de
los subsecretarios trabajará hasta el límite de sus fuerzas por mejorar en
todos sentidos la educación y que una honestidad impoluta marcará sus actos, lo
que no es poca cosa en un ámbito tan penetrado por las corruptelas.
Se
dice también que la conformación de ese equipo tiene como fin acabar con el
liderazgo de Elba Esther Gordillo en el Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación. Por supuesto, deseos no faltan y hasta se afirma que le aplicarán
un quinazo o que por lo menos se procederá a su destitución y encarcelamiento,
con la ventaja, agregan, de que tal actitud le ganaría a Enrique Peña Nieto
fama pública de hombre enérgico, decidido y justiciero.
Los
profetas del quinazo olvidan que la política requiere de líderes estables, con
representatividad y capacidad de interlocución. Los muchos líderes de la CNTE
(la coordinadora magisterial opuesta a Elba Esther) no ofrecen tal certeza,
como lo muestra el patético caso de Oaxaca, donde el gobernador Gabino Cué
dialoga y acuerda con algunas cabezas de la Hidra mientras otras lo confrontan.
Para
sustituir a Elba Esther el gobierno no tiene un Romero Deschamps. La maestra ha
formado a una gran cantidad de dirigentes, pero ninguno de ellos con el tamaño
para disputarle la hegemonía. Cuando alguno ha tratado de rebelarse ha salido
con el rabo entre las patas. Por otra parte, si se quiere hacer de un líder
local de la CNTE el mandamás del SNTE, el proyecto estará condenado al fracaso
porque las demás cabezas de ratón no lo aceptarán como jefe.
Y
lo peor: si Elba Esther es eliminada, ¿con quién va a negociar el gobierno
federal? ¿Con quién los gobernadores? Es más: ¿a quién se le va a echar la
culpa por el desastre educativo? Cada deficiencia de la SEP, cada muestra de
ineptitud de sus funcionarios, tiene siempre como chivo expiatorio a Elba
Esther. Si ella no está, ¿a quién van a culpar? ¿Cuál será la coartada para la
ineficiencia de los administradores? Chuayffet tiene un equipazo, pero los
dilemas, las medidas probables y los costos de cada una están sobre la mesa. Lo
más probable es que se acoten los poderes de la lideresa del SNTE y se
profesionalice la carrera magisterial, pero sin actos espectaculares. Creo.
*Periodista
y autor de Milenios de México
Publicado
en Excélsior
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