Gobierno,
gabinete y partido
Fausto
Alzati Araiza
La
composición del gabinete del presidente Enrique Peña Nieto da a México dos
mensajes. El primero es un mensaje de eficacia, de buen gobierno, de
experiencia y capacidades idóneas en las más altas responsabilidades. El
gabinete es un equipo de resultados, de buenos resultados. Y éstos deberán reflejarse
cuanto antes en la restauración de la paz y la concordia; en la renovada
gobernabilidad democrática; en la recuperación y el fortalecimiento del
prestigio de México en el mundo; en el retorno a la senda del alto crecimiento
y la prosperidad compartida, con estabilidad macroeconómica y solidez
monetaria; en una reforma educativa de gran envergadura y amplios horizontes;
en la reinserción ventajosa de México en los intercambios de la globalización;
en una política integral de industrialización innovadora; en un cambio, en fin,
que pronto y bien devolverá la certidumbre presente y la esperanza futura a la
gran mayoría de los mexicanos.
El
segundo mensaje es un mensaje político. Va para todos, pero lo comprenderán
mejor los enterados de la política. Es un mensaje del presidente Enrique Peña
Nieto a los poderes legales y fácticos, que quizá diría algo como “el poder que
la votación mayoritaria del pueblo mexicano me ha otorgado sólo se lo debo al
pueblo y a su voluntad democrática. A nadie más. Ni reconozco ni acepto ni pago
facturas políticas a nadie”. Al escuchar la lista de los integrantes del
gabinete, en voz de David López, el gran comunicador y talentoso asesor, y de
Miguel Ángel Osorio Chong, político de excepcional capacidad y probada lealtad,
titular de una Secretaría de Gobernación que pronto veremos fortalecida, no
pude sino evocar la imagen de Napoleón Bonaparte arrebatándole al Papa la
corona imperial para colocársela él mismo sobre las sienes pensando: “Sólo a mí
mismo y al pueblo debo este poder”.
Por
su parte, el doctor José Antonio Meade llega a la cancillería con el prestigio
profesional de su brillante desempeño en Hacienda, donde lo sustituye el doctor
Luis Videgaray Caso, garantía anticipada de éxito, sólido pilar fundamental del
gobierno del presidente Peña Nieto. El talento político personal de Meade le
permitió acceder al primer círculo del nuevo gobierno y eso augura bien para
los grandes y complejos desafíos diplomáticos que esperan a México en los
ámbitos bilateral, multilateral y global. Su perfil profesional augura el
ejercicio certero de una prudente, pero a la vez audaz diplomacia económica,
que pronto nos entregará frutos de prestigio y bienestar. Emilio Chuayffet
llega a la oficina de Vasconcelos con el antecedente profesional de haber sido
secretario de Educación Pública del gobierno del Estado de México, donde
también fue gobernador, y haber ocupado muchas y diversas responsabilidades del
más alto nivel como, entre otras, haber sido secretario de Gobernación. Llega
con un mandato expreso, que el Presidente de la República dejó bien en claro en
su inaugural mensaje a la nación: La reforma educativa la hace el gobierno y la
hará ya. No fallará. Nunca lo ha hecho. Hay, además, otras designaciones de
gran significación que ya comentaré en las próximas semanas: Rosario Robles,
Mercedes Juan, Jesús Murillo Karam y Gerardo Ruiz Esparza, entre otros.
Hoy
cabe, además, resaltar el oportuno y certero mensaje de uno de los grandes
talentos políticos de mi generación: Heriberto Galindo Quiñones. Y para cerrar
es oportuno señalar que la acertada designación de Pedro Joaquín Coldwell como
secretario de Energía abre el indispensable proceso de renovación en la
conducción del PRI, tema sobre el que habré de volver entre hoy y el 4 de
marzo. Se señala a un político brillante: César Camacho Quiroz y a una dama
excepcional Ivonne Ortega para encabezar esta nueva etapa. También, Ricardo
Aguilar Castillo y Gustavo Cárdenas Monroy tienen talento y méritos sobrados
para participar en la transformación del PRI, que se hace necesaria para dotar
de sólida base política al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Publicado
en Excélsior
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