En defensa de la UACM
Manuel
Pérez Rocha*
La Ley
de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México condensa un proyecto
académico exigente, innovador, que tiene, entre otros propósitos, contribuir a
la reforma universitaria que es urgente en nuestro país. Defender a la UACM es
defender este proyecto y a una institución que en sus escasos once años de vida
ha logrado importantes avances en su construcción. Es perverso denostar a la
UACM sin conocer este proyecto y es insensato reclamarle a la comunidad no
haber logrado su plena realización. Quien tiene una mínima idea de lo que
significa crear un proyecto educativo innovador sabe que ésta es una tarea que
requiere tiempo y condiciones que no ha tenido esta universidad. Me referiré a
una de las características importantes del proyecto.
Un
valor singular de la ley de la UACM, y que la hace especial en el ámbito
universitario mexicano, consiste en que sienta las bases legales para construir
una universidad de alto nivel académico. Uno de los primeros capítulos de esta
ley está dedicado a la Calidad y responsabilidad académica; en otros apartados
se definen las responsabilidades de estudiantes, personal académico y
trabajadores; en otro, esta ley define las condiciones que garantizan la
confiabilidad de los certificados, títulos y grados que expida. La ley de la
UACM rompe con la cuestionable práctica que concede a cada maestro la facultad
de otorgar a sus estudiantes, con frecuente arbitrariedad, los certificados de
los cursos que imparte (las llamadas calificaciones), pues establece que los
exámenes, pruebas y otras evaluaciones que se apliquen a los estudiantes quedan
bajo la responsabilidad de cuerpos colegiados (artículo 12) y que El
otorgamiento de certificados, diplomas, títulos, grados y reconocimientos
tendrá como condición ineludible y única la demostración de los conocimientos y
competencias que dichos instrumentos amparen (artículo 14).
Pero el
valor más importante de esas disposiciones no está en que establecen las bases
normativas para un sistema de aseguramiento de la calidad (como les gusta decir
a los tecnócratas). Este aporte no es menor, pero esas disposiciones también
promueven la solidez del trabajo académico (la calidad en el lenguaje
gerencial) al distinguir la certificación de conocimientos (repito, las mal
llamadas calificaciones) respecto del proceso educativo mismo. En efecto, en
nuestro sistema educativo (incluyendo la educación universitaria) se da una
confusión institucional, orgánica, de dos procesos de naturaleza distinta,
incluso discordante: la educación y el otorgamiento de certificados. El
maestro, en el aula, es el intelectual, el académico, el científico, que educa;
y es, al mismo tiempo, el funcionario público que con el poder de su firma
concede una calificación que a la vez es un certificado con valor legal, y es
también un premio o un castigo, según los resultados.
Un
efecto de esta situación es la degradación del maestro y de la relación del
maestro con sus estudiantes. Una relación maestro-estudiante caracterizada por
el respeto, la confianza y la colaboración, indispensable en una educación de
buena calidad, degenera con frecuencia en una relación mercantil en la que se
intercambian calificaciones por cualquier cosa. Esa confusión de procesos
genera otro efecto destructor de la calidad de la educación: pone en el centro
de la atención de los estudiantes una motivación extrínseca (obtener los
certificados escolares, incluyendo las calificaciones de cada curso) y relega,
e incluso con frecuencia anula, la motivación intrínseca (el deseo de aprender)
indispensable en todo proceso de aprendizaje sólido y significativo. Una
aspiración del proyecto de la UACM es lograr que en el ámbito universitario
predominen los valores de uso de los conocimientos y la cultura, y poner en su
lugar (aparte y secundario) los valores de cambio que pervierten a los procesos
educativos.
La
motivación intrínseca por aprender es esencial en una educación de buena
calidad y puesto que las motivaciones de los estudiantes son resultado de sus
condiciones personales, de sus proyectos y de sus historias, una buena
educación debe tener una considerable flexibilidad. Así está previsto en la ley
de la UACM, pues reconoce el derecho de todos los estudiantes de la universidad
a inscribirse en cualquier curso que se imparta en la institución, con una
condición ineludible: que demuestre que tiene la preparación indispensable para
participar con buenos resultados en dicho curso (artículo 6).
El
proyecto educativo contenido en la Ley de la Universidad Autónoma de la Ciudad
de México contiene diversas disposiciones que buscan hacer realidad la consigna
de poner en el centro de la vida universitaria la educación de los estudiantes.
El mismo artículo 6 de esa Ley establece que “la universidad brindará a los
estudiantes los apoyos necesarios para que tengan éxito en sus estudios… y que
uno de esos apoyos será un diagnóstico de las condiciones de preparación
académica con las que inician sus estudios y la indicación de cómo subsanar sus
deficiencias. Además, todos los estudiantes tendrán derecho a lo largo de sus
estudios, de que se les practiquen las evaluaciones diagnósticas y formativas
necesarias para que conozcan sus avances y carencias, y puedan llevar a cabo
las acciones indispensables para lograr los objetivos académicos que se
propongan”.
A pesar
de estas inusuales normas respecto a las evaluaciones y exámenes, y los avances
que en la práctica se han logrado, la UACM ha sido acusada reiteradamente de
que rechaza los exámenes. Este proyecto de universidad ha sido atacado de
manera irresponsable por muchos que ni conocen el proyecto ni se han acercado a
conocer sus realizaciones. Sus denostadores también pasan por alto otros muchos
elementos que contribuyen a hacer de la UACM una institución de muy alto nivel
académico: tiene una planta académica excepcional por la dedicación de sus
maestros y su formación, ha habido un empeño consistente por lograr que los
grupos sean reducidos, se ha procurado que maestros y estudiantes cuenten con
espacios para la realización de cursos, tutorías y asesorías, y esto se ha
logrado en la medida en que los recursos lo han permitido.
El
conflicto actual de la UACM tiene varias causas, entre ellas la incomprensión o
rechazo de su proyecto. Estudiantes, maestros y trabajadores que lo defienden
dan una lucha de enorme trascendencia. * Ex rector de la UACM. Publicado en La
Jornada.
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