Cumbre
América y Latina y El Caribe – Unión Europea: dudas y lecciones
SYLVIE
DIDOU AUPETIT
Los
días 22 y 23 de enero 2013, se celebró en Santiago de Chile la primera Cumbre
Académica entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe. Fue convocada
por el Espacio de Asociación de América Latina y El Caribe y la Unión Europea
para la educación superior, ciencia, tecnología e innovación. El comité
organizador fue coordinado por el Centro Latino-americano para las relaciones
con Europa (CELARE) de Chile y l´Institut des Amériques (IDA) de Paris. Concitó
a los participantes a reflexionar sobre prácticas, conocer las ofertas de
cooperación de la Unión Europea y elaborar propuestas para estrechar la
colaboración universitaria entre los dos bloques regionales; prevé turnar la
Declaración final a los Presidentes y Jefes de Estado reunidos en su Cumbre, que
inició el 26 de enero, en Santiago.
Aunque
los organismos internacionales y las redes acostumbren referirse a las
declaraciones conclusivas de esos eventos masivos, las crisis de organización,
financiamiento e incluso imagen por las que transitan varios de ellos así como
los escasos resultados obtenidos en cumbres similares de alto nivel, llevan a
preguntarse en qué medida esos mecanismos son convenientes. Para la Cumbre
“Académica” que nos ocupa, conducen a interrogarse sobre los referentes
“académicos” de un Encuentro que dio esencialmente cabida a funcionarios de la
educación superior y a gestores de programas. Es encomiable pretender influir,
desde las propias universidades, en las políticas sectoriales. No lo es tanto
traslapar lo académico con lo burocrático; la participación de los expertos y
especialistas en educación superior, con una visión problematizada de los
avances y límites de la cooperación bi-regional, fue limitadísima. Su ausencia
puso en entredicho el carácter legítimamente académico del evento, reivindicado
en la convocatoria.
Sustancialmente,
la Cumbre definió cinco ejes de trabajo: 1. Realidad y perspectivas de la
asociación estratégica ALC-UE; 2. El desarrollo del espacio
Euro-latinoamericano de educación superior: políticas, programas y mecanismos
(movilidad, reconocimientos, titulaciones); 3. La cooperación internacional en
ciencia, tecnología, investigación e innovación y el Programa Horizonte 2020:
políticas, programas y mecanismos; 4. Forjando una asociación efectiva entre el
mundo académico y el mundo de las políticas públicas y 5. La relación
universidad-empresa para la formación profesional, la innovación y la
transferencia tecnológica.
Panelistas
introductores informaron sobre programas concluidos o nuevos, con énfasis en los
de la Unión Europea. Difundieron datos de interés para quienes están
involucrados en la procuración de fondos y en el aprendizaje continuo de los
requisitos para un conveniente aprovechamiento de las oportunidades.
Por
su parte, algunos conferencistas magistrales y participantes en las mesas
redondas, mencionaron cuestiones de fondo a incorporar en los debates sobre la
internacionalización de la educación superior, que están emergiendo en algunos
países de América Latina (Brasil, Colombia y, esperemos prontamente, México).
Responden, desde la región, a las polémicas lanzadas a partir del 2010, en
países líderes en la promoción de la internacionalización, desde los noventas
(Estados Unidos, Australia y Alemania). Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de
la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) en Chile, después
de una fórmula introductiva atractiva: “El sur ya no es el mismo”, abogó por
una participación de América Latina más equitativa, más simétrica y más
estratégica, es decir más vinculada con las necesidades de cada uno de los
socios.
Esa
recomendación interpela cuanto más que, en muchos programas universitarios de
cooperación internacional, los equipos latinoamericanos intervienen en forma
supeditada, en cuanto a ocupación de posiciones de liderazgo, definición de
propósitos y atribución de responsabilidades. En efecto, construir liderazgos
en la cooperación universitaria no es solamente función de capacidades
científicas: esas están disponibles en la región. Depende también de procedimientos
de gestión adecuados, de inversiones sustanciales en la cooperación
internacional y de regulaciones ad hoc, que obedezcan a una visión clara de lo
que significa internacionalizarse, en términos de inversiones, administración,
apuestas estratégicas y apoyos a quienes la promueven. ¿Están dispuestos
nuestros tomadores de decisiones a realizar esos cambios?
En
México, con el peso de la Secretaria de Hacienda en la educación superior y la
ciencia y con la derivada aplicación de exigencias de rendición de cuentas
contradictorias con las lógicas de producción del conocimiento y los códigos de
las interacciones científicas, las fallas al respecto son dramáticas. La
situación, igualmente desalentadora en muchos países de la región no deja de
ser inquietante por generalizada. En un contexto nacional en el que el gobierno
todavía define prioridades de acción, la constatación conduce a recomendar
definir estrategias de internacionalización de la educación superior y la
ciencia más efectivas que las que operadas hasta ahora. Implica tener en mente
el llamado hecho por María José Lemaitre, directora del Centro
Interuniversitario de Desarrollo – CINDA-Chile de ser más concretos y, añadiría
yo, menos autocomplacientes en las evaluaciones. Obliga a definir itinerarios y
hojas de rutas que permitan ajustar los programas de cooperación internacional
a proyectos nacionales e institucionales de desarrollo de las capacidades de
formación de alto nivel e innovación. Orilla a reflexionar críticamente sobre
cómo congregar a instituciones y actores de la educación superior diversos en
sus intereses, condiciones y recursos en torno a un proceso de
internacionalización menos elitista y excluyente, más comprensivo pero,
también, más comprensible.
Para
avanzar en esa dirección, sería indispensable diseñar programas innovadores que
no sólo abonen al mejoramiento de la calidad sino que también participen de la
consecución de mayores niveles de equidad, adaptándose tanto a la
diferenciación de los establecimientos como a la diversificación de los grupos
estudiantiles y académicos, en contextos de aprendizaje y producción de
conocimientos cada vez más interculturales.
Próximamente,
la Cumbre Académica dará a conocer el texto oficial de la Declaración de
Santiago y sus propuestas. Retornaremos, en una entrega posterior, sobre ellas.
Publicado en Educación a debate
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