La fragilidad de la
UACM. Entre la autonomía y el gobierno de nadie
ADRIÁN DE
GARAY
¿Quién
gobierna a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México?, parece que nadie.
El Consejo Universitario, pese a ser el máximo órgano de gobierno de la
Universidad, es justamente una de las instancias de gobernabilidad más
cuestionadas en el actual conflicto, debido a que las decisiones que tomó antes
del paro de actividades -que ya casi alcanza los tres meses- y las que ha
tomado en las últimas semanas, no son aceptadas y reconocidas por un sector de
los universitarios, incluyendo varios consejeros. En suma, el Consejo
Universitario no tiene ni la fuerza moral, ni la legitimidad suficiente para
conseguir una adecuada negociación que permita terminar con el conflicto que
paraliza la vida académica de la UACM.
Por su
parte, la Dra. Esther Orozco, rectora de la UACM, tampoco goza de una amplia
legitimidad, reconocimiento y calidad moral entre importantes sectores de la
comunidad universitaria. Desde que inició su gestión, la Dra. Orozco ha
pretendido emprender una serie de reformas académicas, legales y
administrativas, lo que para muchos universitarios contravienen el espíritu del
modelo original, fundacional, de la UACM. A lo que se ha sumado, entre otras
cuestiones, el cuestionamiento público referente a la carencia, al parecer, de
su título de licenciatura, así como serias interrogantes a su desempeño cuando
era titular del Instituto de Ciencia y Tecnología del gobierno del Distrito
Federal.
A su vez,
tal y como lo comenté en una entrega anterior, lo que se puede constatar por lo
ocurrido en todas estas semanas, uno de los principales problemas es que el
conflicto, su duración y resolución final, se ha concentrado en una reducida
porción de los sectores que conforman una universidad. La gran mayoría de los
estudiantes, académicos, trabajadores administrativos y autoridades ha quedado
marginada y excluida de la posibilidad de opinar, discutir y participar en las
negociaciones para lograr superar el problema. Todo se reduce, en general, a la
fuerza que pequeños sectores de activistas y de un reducido grupo de
autoridades logran acumular para exigir, resistir, impugnar y aceptar,
independientemente del sentir de la gran mayoría de la comunidad universitaria.
Lo cierto
es que ni los paristas tienen la fuerza y el apoyo de la comunidad para
“doblegar” a la rectoría, pero tampoco esta última ha logrado convocar a los
sectores que desean el regreso a las actividades para que los paristas acepten
entregar las instalaciones, y sea en otro contexto institucional como se
resuelvan las diferencias relativas al proyecto de universidad que se pretende
construir.
Por su
parte, un tema recurrente que aparece en la opinión pública ha sido las
manifestaciones de ambas partes para que se respete la autonomía de la
Universidad para resolver el conflicto; posición que también ha expresado el
gobierno del Distrito Federal, esto es, que la propia universidad y su heterogénea
comunidad sea la que debe llegar a los acuerdos necesarios para suspender el
paro de actividades.
Sin
embargo, hay que reconocer que la autonomía de la UACM ha sido violentada desde
el momento mismo en que se ha aceptado públicamente la participación de
diversos actores externos en búsqueda de la solución. Desde la llamada comisión
de notables, hasta la participación de representantes del gobierno del D.F, de
la Asamblea de Representantes de la Ciudad de México, y de la Comisión de
Derechos Humanos del D.F. Este es, desde mi punto de vista un precedente
funesto para la UACM.
Bien se
trate de funcionarios del gobierno de la ciudad, académicos externos a la UACM,
de intelectuales connotados, de asambleístas, de la Comisión de Derechos
Humanos, aunque muchos se digan progresistas o de izquierda, el hecho real es
que la Universidad ha depositado en instancias externas la apuesta para
resolver el conflicto que se aproxima a los tres meses de haber iniciado. En
ello, tanto los paristas como la rectoría deben hacerse plenamente
responsables, así como admitir su incapacidad política para que, en efecto, sea
la comunidad universitaria la que encuentre la solución al conflicto, y no
provenga de la intervención de externos.
El asunto
es tan grave al punto que la participación de la diputada del PRD, Yuriri Ayala
Zúñiga, en la Mesa de Diálogo para resolver el conflicto de la UACM, puso en
riesgo la continuación de las negociaciones, pues exigió la renuncia de Esther
Orozco a la rectoría de la UACM. ¿Eso no es violación a la autonomía?
Por su
parte, el fantasma de la experiencia de la última huelga estudiantil de la
UNAM, que paralizó su vida académica por casi un año hace un poco más de una
década, y que tuvo que concluir inevitablemente con la intervención de la
Policía Federal Preventiva, recorre a la memoria y la conciencia de todos los
sectores internos y externos que participan en el conflicto de la UACM.
Nadie
quiere la intervención de las fuerzas policiacas, lo comparto totalmente, nunca
será la mejor solución para resolver un conflicto de una institución de
educación superior. Por lo mismo, es imprescindible que en la llamada Mesa de
Diálogo se llegue a un acuerdo definitivo entre ambas partes, lo que permita a
la UACM regresar a su vida académica regular a la brevedad.
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