Educación:
el reino de lo aparente
MANUEL
GIL
La
acción educativa del sexenio está henchida de claroscuros: es muy clara su
oscuridad. Transparente la continuidad del fracaso en el segundo sexenio
panista. Es imposible avanzar sin un proyecto educativo sólido, subordinando lo
educativo al plato de lentejas de la política de milimétrico plazo, y
aglomerando acciones imprecisas y aisladas. Hay que desvelar una de las
principales confusiones que muestran la carencia de altura intelectual que
marcó la gestión que termina, y señalar otras, propias del periodo de
ocurrencias sin ideas.
La
palabra más (mal) usada fue evaluación. Lo que no se evalúa, dijeron, no se
puede mejorar. Es cierto; pero si se evalúa mal, la consecuencia inevitable es
empeorar. Nunca se hizo o dio a conocer la evaluación de los instrumentos con
los que se evaluaba. ¿Válidos y confiables? Misterio. Contradicción de fondo.
Confundieron evaluar con examinar: exámenes a millones de alumnos cada año y a
cientos de miles de profesores. Gran logro, dicen. Falso. La aplicación a
mansalva de pruebas no mejora las cosas; en su caso, bien hecha, y en dosis
razonables, orienta el qué hacer con base en sus resultados. No por mucho
evaluar se aprende más, ni temprano.
Es
un medio, no un fin. Presumir, como signo de avance, la cantidad de pruebas
aplicadas, es como decir que una persona será más sana si le hacen exámenes de
sangre cada quincena y los archivan. Evaluar privilegiando lo que se “sabe”,
porque se recuerda en ese momento, cristaliza una concepción educativa que se
sacia en informar, no en formar las habilidades y recursos intelectuales para
aprender.
Eso
es lo que importa y no se conseguirá si, para colmo, de la evaluación que
consagra la memoria depende el 50% de los ingresos adicionales de los maestros.
Los
efectos son desastrosos: el plan de estudios real de la educación básica, el
que orienta diario, es un examen de opción múltiple de 120 reactivos. ENLACE es
un peligro, un trancazo, carísimo, al futuro de la educación en el país. Se
exige enseñar una hectárea de información con un milímetro de profundidad, en
lugar de atender a diez metros cuadrados con énfasis en la construcción y
ejercicio, a fondo, de las estrategias para aprender.
La
prueba para la Evaluación Universal de los maestros es como usar un
verificentro para bicicletas: el complejo proceso de generar ambientes para el
aprendizaje no se puede valorar a la trompa talega. Así se ha hecho. ¿También
en este asunto basta decir que se evaluó, haiga sido como haiga sido, y es un
legado para la nación? Otra varita mágica fue el uso de las computadoras. Los
fierros no piensan. Al buen profesor el gis le basta. Y la cartilla para medir
la velocidad de lectura —palabras por minuto— como instrumento para la mejoría
de ¡la capacidad de comprensión! Increíble. Legislar para que el bachillerato
sea obligatorio y universal, en 10 años, es demagogia. El problema es de
demanda. Hay lugares: no llegan más a la media superior pues los revientan
entre primaria y secundaria.
En
educación superior ha sido una obsesión crecer a como dé lugar. No es lo
mismo ingresar a un pupitre que tener
acceso al conocimiento. La cobertura es un porcentaje. El contacto con el saber
es la sustancia que da sentido a la inclusión social. La cobertura es el velocímetro;
la inclusión la velocidad. Si el velocímetro se altera al alza, el carro no va
más rápido, aunque el chofer lo anuncie, tome foto al tablero y reciba aplauso
fácil.
¿Más
profesores con doctorado resuelven todo? Saber mucho es distinto a ser capaz de
contribuir al aprendizaje. Las becas son importantes para que los muchachos no
abandonen la escuela por razones económicas, pero ¿sirven para evitar el
abandono en que la escuela tiene a los
más necesitados?
Un
horizonte educativo no es equivalente a la agregación de metas y la conquista
de indicadores aislados y mediocres. El dinero estuvo escaso, pero mucho más
las ideas: la suma de ocurrencias no hace un proyecto educativo, sino un
arsenal para el elogio en boca propia: abundante vituperio. La apariencia
prosperó, la educación no. ¿Y la vergüenza? Bien. En el ropero. Publicado en El
Universal. Retomado de Educación a debate.
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