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jueves, 21 de marzo de 2013


Finanzas públicas, petróleo y educación
Fausto Alzati Araiza

La instrucción es la base de la prosperidad de un pueblo.
Benito Juárez

Al Estado mexicano le es urgente dotarse de fuentes de ingresos suficientes, y capaces de crecer junto con la economía nacional, para financiar su gasto corriente de manera saludable sin elevar los costos reales del crédito y sin excluir de él a la actividad productiva privada y social. De esta manera será posible liberar los flujos financieros provenientes de la explotación petrolera para destinarlos íntegramente a la inversión. Primeramente a la inversión necesaria para mantener y ampliar las capacidades de producción y reproducción de la industria petrolera mexicana. Incluyendo las inversiones necesarias para dotarla de las capacidades técnicas, humanas y financieras que necesita para ir más allá de las fronteras mexicanas y dejar de ser la única gran empresa petrolera integrada que, en el mundo entero, está confinada a un sólo país. Tras cubrir estas inversiones, de inmediato y sin titubeos, el flujo de los ingresos petroleros debe destinarse a la inversión en educación y conocimiento.

Urge construir un ducto hacia el futuro de México. Un amplio y firme ducto financiero que vaya directamente del petróleo a la educación, la investigación científica y tecnológica y la innovación, tanto pública como privada. Una nación con futuro debe asegurar que los frutos de la explotación de su patrimonio no renovable se inviertan en la creación de un patrimonio perpetuamente renovable, que sustente el bienestar de la presente generación e incremente el de las venideras. Y el único patrimonio inagotable es la combinación de los recursos humanos, en especial los altamente calificados, con el conocimiento que se produce, difunde y reproduce constantemente.

Las naciones hoy más ricas y poderosas del orbe son aquellas que oportunamente han sabido transformar sus excedentes de riqueza en capital humano de excelencia. La riqueza agrícola y minera excedente se convirtió en ciudades espléndidas, catedrales, palacios, caminos, aeropuertos, armadas y ejércitos, misiles, y satélites. Pero, sobre todo, se convirtió en hospitales y escuelas y se volvió riqueza inagotable en la medida en que se convirtió en laboratorios y universidades y en empresas tecnológicamente avanzadas. Pero nada de esto dio frutos sino por el esfuerzo consistente de varias generaciones para invertir sus ahorros en generar, difundir y avanzar en los conocimientos de auténticos ejércitos de maestros, investigadores, ingenieros y empresarios innovadores, todos ellos de excelencia.

Bajo estos lineamientos, México puede seguir confiando en la educación para que sea, en palabras del presidente Enrique Peña Nieto, la palanca clave de su porvenir de prosperidad. Hoy se hace indispensable dar acceso a la educación a los mexicanos que aún están excluidos de ella. Ninguna tarea debe tener mayor prioridad que la de garantizar que ni un sólo mexicano se vea excluido de la oportunidad de recibir educación de calidad. Ese es el siguiente gran desafío para el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor y para el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso. El gobierno federal debe ya comprometerse públicamente con la suficiencia presupuestal necesaria para asegurar la educación pública universal de calidad, desde el preescolar hasta la universidad. Y la clave de ese logro está en encontrar los mecanismos para transformar la riqueza no renovable de la nación mexicana, sus hidrocarburos, en riqueza inagotable: educación que genere más y mejor capital humano. Por eso las reformas educativa, energética y hacendaria están íntimamente vinculadas entre sí. Y todas las fuerzas políticas comprometidas con un porvenir de prosperidad compartida y duradera para México deben mantenerse unidas para hacerlas realidad.

                Twitter: @alzati_phd

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