Finanzas
públicas, petróleo y educación
Fausto Alzati
Araiza
La instrucción es la base de la prosperidad de un pueblo.
Benito Juárez
Al Estado
mexicano le es urgente dotarse de fuentes de ingresos suficientes, y capaces de
crecer junto con la economía nacional, para financiar su gasto corriente de
manera saludable sin elevar los costos reales del crédito y sin excluir de él a
la actividad productiva privada y social. De esta manera será posible liberar
los flujos financieros provenientes de la explotación petrolera para
destinarlos íntegramente a la inversión. Primeramente a la inversión necesaria
para mantener y ampliar las capacidades de producción y reproducción de la
industria petrolera mexicana. Incluyendo las inversiones necesarias para
dotarla de las capacidades técnicas, humanas y financieras que necesita para ir
más allá de las fronteras mexicanas y dejar de ser la única gran empresa
petrolera integrada que, en el mundo entero, está confinada a un sólo país.
Tras cubrir estas inversiones, de inmediato y sin titubeos, el flujo de los
ingresos petroleros debe destinarse a la inversión en educación y conocimiento.
Urge construir un
ducto hacia el futuro de México. Un amplio y firme ducto financiero que vaya
directamente del petróleo a la educación, la investigación científica y
tecnológica y la innovación, tanto pública como privada. Una nación con futuro
debe asegurar que los frutos de la explotación de su patrimonio no renovable se
inviertan en la creación de un patrimonio perpetuamente renovable, que sustente
el bienestar de la presente generación e incremente el de las venideras. Y el
único patrimonio inagotable es la combinación de los recursos humanos, en
especial los altamente calificados, con el conocimiento que se produce, difunde
y reproduce constantemente.
Las naciones hoy
más ricas y poderosas del orbe son aquellas que oportunamente han sabido
transformar sus excedentes de riqueza en capital humano de excelencia. La
riqueza agrícola y minera excedente se convirtió en ciudades espléndidas,
catedrales, palacios, caminos, aeropuertos, armadas y ejércitos, misiles, y
satélites. Pero, sobre todo, se convirtió en hospitales y escuelas y se volvió
riqueza inagotable en la medida en que se convirtió en laboratorios y
universidades y en empresas tecnológicamente avanzadas. Pero nada de esto dio
frutos sino por el esfuerzo consistente de varias generaciones para invertir
sus ahorros en generar, difundir y avanzar en los conocimientos de auténticos
ejércitos de maestros, investigadores, ingenieros y empresarios innovadores,
todos ellos de excelencia.
Bajo estos lineamientos,
México puede seguir confiando en la educación para que sea, en palabras del
presidente Enrique Peña Nieto, la palanca clave de su porvenir de prosperidad.
Hoy se hace indispensable dar acceso a la educación a los mexicanos que aún
están excluidos de ella. Ninguna tarea debe tener mayor prioridad que la de
garantizar que ni un sólo mexicano se vea excluido de la oportunidad de recibir
educación de calidad. Ese es el siguiente gran desafío para el secretario de
Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor y para el secretario de Hacienda,
Luis Videgaray Caso. El gobierno federal debe ya comprometerse públicamente con
la suficiencia presupuestal necesaria para asegurar la educación pública
universal de calidad, desde el preescolar hasta la universidad. Y la clave de
ese logro está en encontrar los mecanismos para transformar la riqueza no
renovable de la nación mexicana, sus hidrocarburos, en riqueza inagotable:
educación que genere más y mejor capital humano. Por eso las reformas
educativa, energética y hacendaria están íntimamente vinculadas entre sí. Y
todas las fuerzas políticas comprometidas con un porvenir de prosperidad
compartida y duradera para México deben mantenerse unidas para hacerlas
realidad.
Twitter: @alzati_phd
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