Los
maestros, de regreso a las aulas
Víctor
Beltri
Las imágenes
se repiten cada vez con más frecuencia. Los maestros toman las
carreteras y se aprestan al combate. En una mano, una pancarta llena de faltas
de ortografía. En la otra, una bomba molotov, un
tubo, una piedra. Del otro lado, la policía se protege con escudos y se dispone a
avanzar, entre llamados al diálogo y el temor, de la sociedad entera,
de que la situación se salga de madre y se produzca una
escena de violencia con muertos y lesionados, que podría
escalar las cosas a niveles insospechados.
La situación
es más compleja de lo que parece. A pesar de que gran parte de la
opinión pública
repudia lo que evidentemente es un ataque a las vías
generales de comunicación, los maestros no pueden ser simplemente
desalojados con violencia. Hay que dialogar, hay que asegurarse de que esto no
volverá a suceder. El Estado de derecho debe
de primar, y la gobernabilidad no puede ser comprometida con soluciones
temporales.
Sin embargo,
imaginemos por un momento que la problemática queda resuelta y, en este chantaje
de índole más política
que educativa, los maestros acceden a retirarse en paz, y regresar a las aulas,
conformes con la solución alcanzada. Los salones de clase se
llenan de estudiantes que necesitan prepararse y hacerse de las herramientas
que les permitan enfrentarse a los retos que les planteará
un futuro cada vez más complicado.
En este orden de
ideas, ¿qué tipo de educación
son capaces de brindar los maestros que hemos visto desafiar a la autoridades
una y otra vez? ¿Cuál es el ejemplo para los niños
que aprenden a resolver los problemas con chantajes y protestas? Y, lo que es más
importante, ¿serán
capaces estos niños de competir, dentro de unos años,
con los jóvenes de otros países?
“Todo individuo tiene derecho a recibir
educación”, afirma el Artículo
Tercero de nuestra Constitución. “La
educación que imparta el Estado tenderá
a desarrollar armónicamente, todas las facultades del ser
humano y fomentará en él,
a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la
conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la
justicia”. ¿Cómo entienden, y viven, estos conceptos
los maestros de nuestro país? ¿Hay
amor a la Patria y respeto a los derechos humanos?
Sigue el Artículo
Tercero. “El Estado garantizará
la calidad en la educación obligatoria de manera que los
materiales y métodos educativos, la organización
escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los
directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los
educandos”. Por eso las negativas a ser
evaluados, por supuesto. “Dicha educación
será laica y, por tanto, se mantendrá
por completo ajena a cualquier doctrina religiosa. El criterio que orientará
a esa educación se basará
en los resultados del progreso científico, luchará
contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los
prejuicios”. Una lucha en la que el magisterio de
Guerrero parece haber claudicado.
El Artículo
Tercero en Guerrero es letra muerta: “Además,
será democrático, considerando a la democracia no
solamente como una estructura jurídica y un régimen
político, sino como un sistema de vida fundado en el constante
mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”,
claro, la democracia se cumple siempre y cuando sea el resultado que conviene a
sus intereses. Del mejoramiento económico, social y cultural, ni hablar, “será
nacional, en cuanto —sin hostilidades ni exclusivismos—
atenderá a la comprensión
de nuestros problemas”, problemas que pretenden resolver con
tubos y plantones, “al aprovechamiento de nuestros
recursos, a la defensa de nuestra independencia política”,
ajá, “al aseguramiento de nuestra
independencia económica”
por eso estrangular Acapulco en plenas vacaciones “y
a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura”,
como queda demostrado con la calidad de sus argumentos y pancartas, “contribuirá
a la mejor convivencia humana”, la bomba molotov como instrumento de
convivencia, “a fin de fortalecer el aprecio y
respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de
la familia, la convicción del interés
general de la sociedad”, ¿interés
general de la sociedad? ¿qué es eso?, “los
ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los
privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos,
y será de calidad, con base en el
mejoramiento constante y el máximo logro académico
de los educandos”. Fraternidad, igualdad de derechos,
calidad, mejora constante, logro académico. ¿Quién
les regala un diccionario?
Volvamos al ejemplo
planteado anteriormente, en el que los maestros acceden a regresar a las aulas.
Una mano se levanta, y formula una pregunta cualquiera: ¿Qué
es la democracia? ¿Para qué
sirve el Estado? ¿Por qué
respetar las leyes? ¿Qué es el bien común?
La respuesta que puedan dar los maestros guerrerenses se antoja escalofriante.
El problema actual
con los maestros de Guerrero, o de Oaxaca, tiene una solución
política. El problema a futuro que supone la mala calidad del
magisterio, y su nulo compromiso con los postulados básicos
de una educación competitiva, lamentablemente no.
Regresar a esos maestros a dar clases es poner en riesgo el futuro de nuestro
país. La reforma educativa, como ellos mismos lo han
demostrado, es más que urgente.
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