De focos y silencios en la
propuesta de reforma
GUADALUPE
ALBORES
La
llamada reforma educativa que Enrique Peña Nieto anunció en su toma de posesión
avanza a pasos agigantados. Hasta ahora, la reforma anunciada se circunscribe a
los cambios propuestos a los Artículos 3º y 73 de la Constitución. El peso de
iniciativa presidencial ha quedado mostrado en la celeridad con que ha sido
aprobada en lo general este miércoles.
Con
excepción de algunas modificaciones y reservas de los partidos, el centro de
las propuestas se mantienen casi en su totalidad. Se trata de cambios
sustantivos en la manera de concebir la relación entre el Sistema Educativo y
el magisterio. El documento de la iniciativa es pródigo en la centralidad que
otorga a los docentes en el proceso educativo pero carente de construcciones
conceptuales que permitan comprender la importancia que se otorga al trabajo
docente como responsable exclusivo de la llamada calidad educativa que
constituye el leit motiv de la Reforma.
El
documento de la iniciativa reconoce que “el proceso educativo exige la
conjugación de una variedad de factores (…) No obstante, es innegable que el
desempeño de los docentes es el factor más relevante de los aprendizajes y que
el liderazgo de quienes desempeñan funciones de dirección y supervisión resulta
determinante”. A partir de esta premisa, insuficientemente desarrollada, se
proponen cambios y adiciones al artículo Tercero constitucional para establecer
las bases del servicio profesional docente mediante procesos de evaluación.
Esta
propuesta ha generado la expresión de beneplácito de diversos sectores ante lo
que se lee como la recuperación institucional del control laboral del
magisterio de educación básica. Hay razones suficientes para suscribir la
propuesta de frenar la injerencia y peso que el sindicato ha tenido por décadas
en la operación del la educación básica y normal de México, sin embargo, lejos
estamos de asomarnos a una real intencionalidad de cambios estructurales que
atiendan de manera integral la situación educativa que esta administración
hereda.
En el
documento de iniciativa de la reformará al Artículo 3º y en el llamado “Pacto
por México”, los silencios sobre otros temas urgentes en educación llaman a
revisar esta centralidad puesta en los docentes, como si los procesos
educativos que desarrollan ocurrieran en la soledad de la isla de Robinson
Crusoe.
Vale la
pena recordar entonces que, además de las relaciones de poder que lo
caracterizan, el Sistema Educativo mexicano es un imbricado tejido de
estructuras institucionales creadas con el propósito de fortalecer el trabajo
de los docentes y las escuelas. Ahí están los grandes aparatos burocráticos de
las Secretarías de Educación federal y estatales, a los que hasta ahora, nadie
demanda rendición de cuentas ni de recursos económicos y humanos, mucho menos
de los resultados de las políticas dirigidas a escuelas públicas y privadas.
En los
estamentos intermedios de este Sistema, se encuentran decenas de Programas
dirigidos hacia los docentes y las escuelas, a los que se asigna numeroso
personal y recursos económicos. Si bien algunos de ellos han publicado las
evaluaciones de sus resultados, habría que empezar a discutir sus efectos en
las escuelas y las muchas tareas que significan para el trabajo docente.
Nada se
dice tampoco sobre la figura clave para el apoyo a las escuelas y el trabajo
docente del Asesor Pedagógico, sobre la cual hay décadas de reflexión y
discusión sin que hasta ahora se logren definiciones fundamentales para dotarla
de condiciones adecuadas para su desarrollo.
La
formación inicial y continua es otro de los grandes territorios silenciados en
esta propuesta de reforma. Así, se propone evaluar los desempeños de los
docentes, cualquier cosa que esto signifique, pero no los procesos e
instituciones a través de las cuales son formados por el propio sistema
educativo. La propuesta de certificar a jóvenes egresados de las escuelas
normales por el Instituto de Evaluación, refrenda la tradición de crear nuevas
estructuras institucionales en lugar de transformar y mejorar las que existen,
como es el caso de las Instituciones responsables de la formación inicial.
Sobre
la formación continua la propuesta de reforma constitucional señala que “… en
los casos en que haya debilidades (en la evaluación) los maestros deberán,
prioritariamente encontrar el apoyo del sistema educativo para superarlas. En
tal sentido, será preciso reforzar el acompañamiento que los docentes requieren
en las escuelas así como los demás elementos que favorecen su formación
continua”.
Más de
una década le llevó a México construir la estructura institucional para la
formación continua de maestros que incluyó la creación de centros de maestros,
bibliotecas y programas de formación continua articulados con el curriculum de
educación básica, menos de seis años fueron suficientes para desmantelar mucho
de lo construido. De ahí que, si de evaluaciones se trata, resulta muy deseable
que la nueva administración la aplique a la política de subrogar la formación
continua a diversas instituciones de Educación Superior y a sus formas y
contenidos.
Algunas
interrogantes que vale la pena plantear en este tema: ¿Qué resultados se han
obtenido de estas nuevas formas de ofrecer formación a los maestros? ¿Cómo
funciona y operan las instancias responsables de esta tarea? Y, como alguna vez
se preguntó Rosa María Torres, ¿qué formación es necesaria y para qué modelo
educativo?
Debatir
las prácticas de gestión institucionales y fortalecer los procesos de
acompañamiento y de formación a las escuelas y maestros constituyen grandes
retos del sistema educativo, hasta ahora zonas silenciadas en los debates
recientes. Un movimiento de los reflectores hasta ahora fijos en la figura
docente es necesario y urgente si de reforma educativa hablamos.
Publicado
en Educación a debate
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