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jueves, 20 de diciembre de 2012


¿Cómo remplazar a los malos maestros por los buenos?
OTTO GRANADOS

La reforma educativa propuesta por el Presidente tiene como componente principal establecer ciertas bases para crear un servicio profesional docente.

En las últimas décadas ha habido varios intentos de profesionalizar la carrera magisterial y aislarla de la determinante influencia del sindicato; ahora mismo hay iniciativas congeladas en el Congreso federal en el mismo sentido, cuyo espíritu recoge la nueva iniciativa presidencial en un tono conciliatorio.

Por ejemplo, subraya que “quien ejerce la docencia en la educación básica y media superior que el Estado imparte tendrá garantizada su permanencia” en los términos que establezca la legislación respectiva. Deja margen a ciertas excepciones al señalar que la evaluación considerará “la complejidad de circunstancias” en que se desempeña el docente y, declaración no menor, prevé que, durante la evaluación, “en los casos en que haya debilidades los maestros deberán, prioritariamente, encontrar el apoyo del sistema educativo para superarlas”, una especie de periodo de gracia usualmente incluido en otras reformas en el mundo.

Sin embargo, si bien dicha declaración es razonable, es probable que en su instrumentación afloren problemas prácticos concretos, el principal de los cuales es cómo reemplazar a los maestros que de plano sean insostenibles.

Hagamos un ejercicio. En la actualidad, según datos de la SEP, hay unos 579 mil docentes de primaria, de los que alrededor del 90 por ciento trabaja en la escuela pública. De este último universo presentaron la evaluación universal de 2012 cerca de 265 mil docentes y directivos de los que casi 99 mil (37%), en el argot de la SEP, “necesitan trayecto formativo urgente” o, en buen castizo, son incompetentes para impartir clases.

Pues bien, de acuerdo con la nueva iniciativa presidencial, algunos de los que salgan con ese tipo de resultados quizá serán despedidos (y defendidos por su sindicato) pero otros deberán ser apoyados para superar sus debilidades. Si en el futuro la evaluación es obligatoria, universal y vinculante para esos 579 mil docentes de primaria y reprueba un porcentaje similar (37%, equivalente a 214 mil maestros) una proporción entrará al periodo de gracia para mejorarlos pero ¿de dónde reemplazar al resto si hoy la matrícula total en las normales es de sólo 129 mil alumnos? ¿De dónde se cubrirá el déficit para ese nivel y para el resto de la educación básica? ¿Qué asegura que los que hoy estudian en las normales aprueben los concursos de ingreso a la carrera docente y sean mejores que los que ya están en servicio?

En suma, para que tenga éxito el servicio profesional docente será crítico promover una batería de decisiones como una nueva reforma de las normales, la contratación de profesores hoy inactivos, la atracción de otros profesionales a la carrera docente y un paquete salarial y de prestaciones más atractivo que en otros empleos que represente un verdadero plan de vida y carrera para esos nuevos maestros.
 og1956@gmail.com
 Publicado en La Razón

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