¿Cómo remplazar a los malos
maestros por los buenos?
OTTO
GRANADOS
La
reforma educativa propuesta por el Presidente tiene como componente principal
establecer ciertas bases para crear un servicio profesional docente.
En las
últimas décadas ha habido varios intentos de profesionalizar la carrera
magisterial y aislarla de la determinante influencia del sindicato; ahora mismo
hay iniciativas congeladas en el Congreso federal en el mismo sentido, cuyo
espíritu recoge la nueva iniciativa presidencial en un tono conciliatorio.
Por
ejemplo, subraya que “quien ejerce la docencia en la educación básica y media
superior que el Estado imparte tendrá garantizada su permanencia” en los
términos que establezca la legislación respectiva. Deja margen a ciertas excepciones
al señalar que la evaluación considerará “la complejidad de circunstancias” en
que se desempeña el docente y, declaración no menor, prevé que, durante la
evaluación, “en los casos en que haya debilidades los maestros deberán,
prioritariamente, encontrar el apoyo del sistema educativo para superarlas”,
una especie de periodo de gracia usualmente incluido en otras reformas en el
mundo.
Sin
embargo, si bien dicha declaración es razonable, es probable que en su
instrumentación afloren problemas prácticos concretos, el principal de los
cuales es cómo reemplazar a los maestros que de plano sean insostenibles.
Hagamos
un ejercicio. En la actualidad, según datos de la SEP, hay unos 579 mil
docentes de primaria, de los que alrededor del 90 por ciento trabaja en la
escuela pública. De este último universo presentaron la evaluación universal de
2012 cerca de 265 mil docentes y directivos de los que casi 99 mil (37%), en el
argot de la SEP, “necesitan trayecto formativo urgente” o, en buen castizo, son
incompetentes para impartir clases.
Pues
bien, de acuerdo con la nueva iniciativa presidencial, algunos de los que
salgan con ese tipo de resultados quizá serán despedidos (y defendidos por su
sindicato) pero otros deberán ser apoyados para superar sus debilidades. Si en
el futuro la evaluación es obligatoria, universal y vinculante para esos 579
mil docentes de primaria y reprueba un porcentaje similar (37%, equivalente a
214 mil maestros) una proporción entrará al periodo de gracia para mejorarlos
pero ¿de dónde reemplazar al resto si hoy la matrícula total en las normales es
de sólo 129 mil alumnos? ¿De dónde se cubrirá el déficit para ese nivel y para
el resto de la educación básica? ¿Qué asegura que los que hoy estudian en las
normales aprueben los concursos de ingreso a la carrera docente y sean mejores
que los que ya están en servicio?
En
suma, para que tenga éxito el servicio profesional docente será crítico
promover una batería de decisiones como una nueva reforma de las normales, la
contratación de profesores hoy inactivos, la atracción de otros profesionales a
la carrera docente y un paquete salarial y de prestaciones más atractivo que en
otros empleos que represente un verdadero plan de vida y carrera para esos
nuevos maestros.
og1956@gmail.com
Publicado
en La Razón
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