Usos políticos de los
problemas educativos
Manuel
Pérez Rocha
Hace
diez días, Martín Carnoy y Richard Rothstein, dos de los especialistas en
educación estadunidenses más reconocidos, publicaron una detallada y metódica
investigación, la cual, entre otras cosas, pone en evidencia el abuso político
que los gobernantes pueden hacer de los problemas educativos y de la
investigación educativa. En este detallado estudio, editado y difundido por el
Instituto de Políticas Económicas (EPI, por sus siglas en inglés), con sede en
Washington DC, los autores señalan: “Los reformadores de la educación invocan
usualmente el relativo mal desempeño de los estudiantes estadunidenses para
justificar cambios en la política escolar (…) pero –advierten– frecuentemente
sus conclusiones derivadas de comparaciones internacionales están
sobresimplificadas, a menudo exageradas y son engañosas”.
En
su estudio, Carnoy y Rothstein muestran cómo el secretario de Educación de ese
país reaccionó, en más de una ocasión, con precipitación injustificada para
apoyar sus políticas escolares. Ante los resultados insatisfactorios de los
estudiantes estadunidenses en las pruebas internacionales (PISA y TIMSS) este
funcionario alegó, sin sustento, que el problema radicaba principalmente en los
jóvenes hispanos y afroamericanos. Estos investigadores señalan: “Conseguir que
las políticas educativas estén basadas en evidencias es una de las metas que se
han propuesto los tomadores de decisiones en los 20 años recientes… pero las
interpretaciones de los resultados de las pruebas internacionales deben hacerse
con mucho más cuidado que el que tienen comúnmente quienes dictan las
políticas”. Los autores hicieron un análisis detallado de los resultados de
esas pruebas agrupando a los jóvenes según sus condiciones sociales, económicas
y culturales; los resultados son muy distintos a los usados precipitadamente
por el secretario (promedios nacionales) para hacer sus afirmaciones e impulsar
sus políticas. Entre otros datos, encuentran que los jóvenes estadunidenses de
los sectores económicamente desfavorecidos han presentado una mejora sustantiva
y constante en los años recientes.
“Estamos
seguros de esto –dicen Carnoy y Rothstein–, la peor decisión es hacer juicios
basados solamente en los resultados promedio nacionales, en una sola prueba y
en un solo momento, sin comparar las tendencias en diferentes pruebas que
buscan medir lo mismo y sin desagregar los estudios en grupos según clase
social. El análisis que hemos presentado en este informe debe prevenir a
quienes toman las decisiones que deben comprender este contexto antes de sacar
conclusiones de pruebas como PISA o TIMSS.”
El
pasado día tres de este mes, David Brooks, corresponsal de La Jornada en Nueva
York, publicó un largo reportaje que documenta la manera en que en Estados
Unidos las fuerzas políticas están haciendo uso de las reformas educativas: “La
ofensiva de los autoproclamados reformadores de la educación está compuesta por
algunas de las fuerzas más poderosas del país, entre ellos los hombres más
ricos de Estados Unidos, el gobierno federal, el sector financiero, los grandes
medios y cabilderos, quienes afirman que el problema central de un sistema de
enseñanza público en descomposición son los maestros de baja calidad y sus
sindicatos que defienden el statu quo”. En un artículo previo, el mismo
Rothstein censuró la manera como los políticos estadunidenses han hecho de los
maestros un chivo expiatorio.
Si
en el párrafo anterior escribimos México en vez de Estados Unidos queda
perfectamente descrito el origen político de la mal llamada reforma educativa
ya aprobada ¡en un mes! ¿Por qué se dieron los nuevos gobernantes de este país
sólo un mes para hacer una reforma educativa de nivel constitucional? ¿Cuál fue
el diagnóstico? ¿En qué información se basó? ¿Cuál fue el marco filosófico y
pedagógico que la orientó? ¿Cuáles son los criterios y valores en los que se
sustenta? ¿En qué espacios y con qué actores se discutió? Quienes la impulsaron
y avalaron fueron los dirigentes de los partidos políticos, los organismos
empresariales, las televisoras y la funesta OCDE, o más precisamente su
secretario general, el señor Gurría; son ellos quienes constituyen el Estado
que recupera el mando de la educación pública mexicana, son ellos quienes
gobiernan a este país desde hace décadas; por eso no necesitaron más tiempo, se
trata de continuar un proyecto en marcha.
“Este
trabajo –advierte un documento titulado Avances en la reformas de la educación
básica en México, una perspectiva desde la OCDE, publicado hace unas semanas–
se publica bajo la responsabilidad del secretario general de la OCDE. Las
opiniones expresadas y los argumentos empleados en este informe no
necesariamente reflejan los puntos de vista de la OCDE ni de los gobiernos de
los países miembros”. De modo pues que, aun cuando las reformas educativas se
imponen en México apelando a la supuesta autoridad de la OCDE, quien las
impulsa y avala es el señor Gurría, que acude presuroso y con mucha frecuencia
a nuestro país para pontificar acerca de la educación nacional y dar
instrucciones al gobierno. Además, como es sabido, estas colaboraciones de la
OCDE (o de su secretario general) no obedecen a su generosidad: al país le
cuestan cantidades millonarias por cuotas al organismo y por generosos pagos
específicos con motivo de cada estudio y cada documento del que, además, la
OCDE no se hace responsable. Un maestro de la CNTE nos hace ver cómo en este
nuevo informe de la OCDE queda manifiesto que es desde ahí que se toman las
decisiones en materia educativa en este país. En el mismo, podemos añadir,
están omnipresentes los vicios metodológicos señalados por Carnoy y Rothstein
(generalizaciones sin fundamento y falta de contextualización) y la ideología
de ese organismo.
Como
ocurre en casi todos los ramos de la producción material, también en el campo
educativo los colonizados gobernantes y negociantes de este país desconfían de
nuestras propias fuerzas para resolver los problemas nacionales; en vez de
apoyar a los cuerpos de profesionales, científicos y técnicos que desarrollen
sus soluciones (y en materia educativa son muchos), se someten a los dictados
de los centros de poder de donde importan conocimientos, tecnología y
herramientas, y con ellos un proyecto de educación y de país. Publicado en La
Jornada
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