Habemus
reforma constitucional en educación
BLANCA
HEREDIA
El
15 de enero quedó aprobada la reforma constitucional en materia educativa
gracias a su aprobación en los Congresos de las 17 entidades federativas
requeridas para ello. Si bien queda todo por hacer para que esta reforma se
traduzca en mejoras tangibles en la calidad de nuestra educación, lo conseguido
hasta el momento es muy importante y muy celebrable.
La
aprobación es celebrable, sobre todo, porque indica que el gobierno federal,
acompañado de las tres principales fuerzas políticas del país, tiene la
voluntad de cambiar las cosas en educación en el sentido correcto y tiene
también la capacidad política para ejecutar los cambios requeridos para ello en
el ámbito legislativo. Usando una analogía sencilla, lo que busca esta reforma
es recuperar para el conductor (el Estado mexicano), la conducción del coche
(la política educativa). Si el volante lo lleva otro (el SNTE), se vuelve un
tanto ocioso discutir sobre el itinerario y el destino del viaje. Lo primero es
recuperar el volante y de eso se trata la reforma.
El
poder del SNTE y buena parte de su control sobre la política educativa se ha
sustentado en el control de las plazas y las carreras de los docentes, mismos
que son aquí y en todo el mundo, el corazón del sistema educativo. Si para
acceder a una plaza de maestro y avanzar en mi carrera lo que cuenta es mi
lealtad a los líderes sindicales, mi necesidad de plegarme ante ellos, ganan
éstos y perdemos todos. Si, en cambio y como busca la reforma, el mérito es el criterio
eje para ello, ganan los buenos docentes, los alumnos y todos los mexicanos.
Concretar
la reforma a través del diseño e instrumentación de las diversas normas que se
requerirán para hacer del mérito —evaluado de forma rigurosa, justa y
transparente—, el criterio central para acceder a una plaza de maestro y para
crecer en esa profesión va a tomar tiempo y no va ser nada fácil. Además de
resistir los embates —ya claramente visibles, pero apenas calentando motores—
de las cúpulas sindicales amenazadas y de cuidar mucho los detalles del diseño
y la operación del nuevo servicio profesional docente y del nuevo sistema
nacional de evaluación educativa, habrá que pensar en estrategias y acciones
complementarias de tres tipos principales.
Primero,
acciones que produzcan beneficios concretos a corto plazo y que permitan
ampliar el universo de aliados sociales de la reforma. Entre muchos otros,
convendría explorar el de un programa serio y masivo para la enseñanza del
inglés. Segundo, estrategias para impulsar la producción de conocimiento
empírico riguroso en la formación de cuadros especializados en materia
educativa a fin de contar con más y mejores recursos para enfrentar los
complejos retos vinculados a la instrumentación de la reforma. Tercero, establecimiento
de acuerdos y compromisos a nivel nacional e internacional con universidades,
gobiernos extranjeros y organizaciones internacionales que coadyuven a elevar
los costos de dar marcha atrás y a institucionalizar los cambios que se vayan
consiguiendo.
Un
día feliz el de ayer. Hacia adelante: todo por hacer desde el gobierno y, desde
la sociedad civil, necesidad imperiosa de redoblar la exigencia, la vigilancia
y la participación. *bherediar@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario