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jueves, 24 de enero de 2013


  Pierde la UNAM un decano
REDACCIÓN

De sus 83 años de edad, Enrique del Valle Toledo dedicó 52 a la docencia.

Formó en la UNAM y el Politécnico a los ingenieros petroleros y geofísicos que desde los 60 requirió el País.

Aunque su formación fue de ingeniero civil, la vida lo guió hacia la geofísica, su pasión, y después a impulsar que la UNAM creara la licenciatura de Ingeniería Geofísica, en la cual formó a más de 42 generaciones.

Todos los días se levantaba a las 5:00 de la mañana para dirigirse a Ciudad Universitaria a impartir sus clases en la Facultad de Ingeniería.

El lunes, Del Valle todavía acudió a una reunión de preparación del semestre que está por arrancar, pero en el cual ya no daría clases, pues iniciaría sus trámites para pensionarse aprovechando el programa voluntario de retiro recién impulsado por la UNAM.

Empero, un paro cardiaco lo sorprendió el martes cuando se alistaba para ir a las aulas.

Pierde UNAM decano

Como un emprendedor, académico ejemplar y pilar de la Geofísica de la UNAM recuerdan sus estudiantes, compañeros y familiares al maestro Enrique del Valle Toledo.

“Daba clases a las 7 de la mañana. Nunca le ganábamos. Un día yo llegué a las 6 y media y ya estaba ahí, esperándonos, muy madrugador, responsable, siempre cumpliendo con su horario de trabajo. Fue ejemplar”, dijo David Escobedo, ex alumno del profesor y actual Jefe del Departamento de Geofísica de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.

Aunque egresó como ingeniero civil, Del Valle Toledo transitó más por la Geofísica que aprendió de su jefe, el ex director General de Petróleos Mexicanos, Efraín Buenrostro.

“Cuando era estudiante lo llamaron para que hiciera planos y allí empezó. Luego, se unió a las brigadas de investigación y exploración. Recorrió San Luis Potosí, Veracruz, Tamaulipas, toda la Huasteca, la zona petrolera. Fue a Baja California, en el desierto de Santo Domingo.

“Su jefe, Efraín Buenrostro, le enseñó Geofísica porque no existía la carrera, le dijo que hiciera un libro y se metiera a dar clases”, recuerda su esposa, María Elena Álvarez.

Así se inició en la academia, impartiendo la materia de Métodos Geofísicos, primero en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y luego en la UNAM.

Por años caminó de la Avenida Reforma al Palacio de Minería, antigua sede de la Facultad de Ingeniería, para dar clases y donde fue uno de los impulsores de la licenciatura en Ingeniería Geofísica.

“La carrera se aprobó el 3 de febrero de 1970. Él fue uno de los que la propuso, pero no era sólo de su autoría, había un interés de Pemex por preparar a quienes hicieran exploración geofísica que hasta entonces era efectuada por ingenieros civiles, electrónicos, mecánicos”, relató Escobedo.

Asegura que el compromiso con la academia se puso a prueba el mismo día en que se aprobó la licenciatura.

“Él contaba que un día antes de aprobarse la carrera fue al hospital porque estaba internado su papá, quien le pidió ir a cumplir con su deber. Le dieron la noticia de la muerte de su padre aquí en la Universidad, luchando por la carrera de la que fue pilar”, agregó Escobedo.

Más de 40 generaciones de ingenieros tomaron con él la materia básica de Introducción a la Geofísica, para luego reencontrarlo en asignaturas como Prospección Sísmica. También escribió el documento “Introducción a la Geofísica” que se utiliza como bibliografía básica en la licenciatura.

“El fue un emprendedor, antes de titularse ya trabajaba en Pemex, inició trabajos en geofísica, se aventó a dar clases en el Poli, en la UNAM, a armar una carrera, conseguir profesores, capacitarlos, armar programas, planes de estudio, defenderlos ante el Consejo Universitario”, añadió Escobedo.

Cuando se jubiló como trabajador de Pemex, buscó ser maestro de tiempo completo en la UNAM, recuerda su hija María de los Ángeles del Valle.

REFORMA publicó en días pasados que el profesor Del Valle se había inscrito al programa de retiro voluntario para académicos de la Universidad Nacional, el cual es un primer paso de un plan para renovar la planta docente de la institución.

En abril próximo, la Facultad de Ingeniería le rendirá un homenaje.

‘Dar clases le llenó la vida’

A Enrique Del Valle Toledo lo recuerdan sus hijos como un hombre bueno, justo, honesto, responsable, aunque siempre pensaron que sabía más de sus alumnos que de ellos.

“Nunca peleamos, pero no nos hacía caso; siempre estaba ocupado”, comentan con cierta risa su viuda María Elena Álvarez y su hija María de los Ángeles.

“A él, dar clases le llenó la vida. Le apasionaba transmitir sus enseñanzas, los conocimientos que adquirió”, justifica su viuda.

Afirman que en casa era un hombre muy callado, de saludo cortés, pero de frases cortas.

“Si preguntábamos cómo te fue, sólo respondía: bien; pero si alguien llegaba a comentar acerca de un temblor, no paraba de hablar en toda la tarde, por eso se llevaba muy bien con sus alumnos.

“Todavía hace unos días le dije: papá, dime algo, cuéntame, regáñame. Pero siempre fue así”, comentó su hijo Enrique.

Su hija Ángeles comenta que hace unos años él y su esposa decidieron vivir en casas diferentes, pero se reunían todos los martes, jueves, sábados y domingos.

Paradójicamente, este distanciamiento los unió más, pues durante las visitas jugaba dominó y los escuchaba.

“En un homenaje nos pidió una disculpa pública por dedicarle más tiempo a la UNAM, a sus alumnos, que a nosotros. Fue una persona buena, honesta y responsable”, agrega Ángeles.

Amó a la UNAM y a sus estudiantes hasta el día que falleció; el pasado martes cuando lo sorprendió un paro cardiaco. Publicado en Reforma. Publicado en Educación a debate

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