Pierde la UNAM un decano
REDACCIÓN
De
sus 83 años de edad, Enrique del Valle Toledo dedicó 52 a la docencia.
Formó
en la UNAM y el Politécnico a los ingenieros petroleros y geofísicos que desde
los 60 requirió el País.
Aunque
su formación fue de ingeniero civil, la vida lo guió hacia la geofísica, su
pasión, y después a impulsar que la UNAM creara la licenciatura de Ingeniería
Geofísica, en la cual formó a más de 42 generaciones.
Todos
los días se levantaba a las 5:00 de la mañana para dirigirse a Ciudad
Universitaria a impartir sus clases en la Facultad de Ingeniería.
El
lunes, Del Valle todavía acudió a una reunión de preparación del semestre que
está por arrancar, pero en el cual ya no daría clases, pues iniciaría sus
trámites para pensionarse aprovechando el programa voluntario de retiro recién
impulsado por la UNAM.
Empero,
un paro cardiaco lo sorprendió el martes cuando se alistaba para ir a las
aulas.
Pierde
UNAM decano
Como
un emprendedor, académico ejemplar y pilar de la Geofísica de la UNAM recuerdan
sus estudiantes, compañeros y familiares al maestro Enrique del Valle Toledo.
“Daba
clases a las 7 de la mañana. Nunca le ganábamos. Un día yo llegué a las 6 y
media y ya estaba ahí, esperándonos, muy madrugador, responsable, siempre
cumpliendo con su horario de trabajo. Fue ejemplar”, dijo David Escobedo, ex
alumno del profesor y actual Jefe del Departamento de Geofísica de la Facultad
de Ingeniería de la UNAM.
Aunque
egresó como ingeniero civil, Del Valle Toledo transitó más por la Geofísica que
aprendió de su jefe, el ex director General de Petróleos Mexicanos, Efraín
Buenrostro.
“Cuando
era estudiante lo llamaron para que hiciera planos y allí empezó. Luego, se
unió a las brigadas de investigación y exploración. Recorrió San Luis Potosí,
Veracruz, Tamaulipas, toda la Huasteca, la zona petrolera. Fue a Baja
California, en el desierto de Santo Domingo.
“Su
jefe, Efraín Buenrostro, le enseñó Geofísica porque no existía la carrera, le
dijo que hiciera un libro y se metiera a dar clases”, recuerda su esposa, María
Elena Álvarez.
Así
se inició en la academia, impartiendo la materia de Métodos Geofísicos, primero
en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y luego en la UNAM.
Por
años caminó de la Avenida Reforma al Palacio de Minería, antigua sede de la
Facultad de Ingeniería, para dar clases y donde fue uno de los impulsores de la
licenciatura en Ingeniería Geofísica.
“La
carrera se aprobó el 3 de febrero de 1970. Él fue uno de los que la propuso,
pero no era sólo de su autoría, había un interés de Pemex por preparar a
quienes hicieran exploración geofísica que hasta entonces era efectuada por
ingenieros civiles, electrónicos, mecánicos”, relató Escobedo.
Asegura
que el compromiso con la academia se puso a prueba el mismo día en que se
aprobó la licenciatura.
“Él
contaba que un día antes de aprobarse la carrera fue al hospital porque estaba
internado su papá, quien le pidió ir a cumplir con su deber. Le dieron la
noticia de la muerte de su padre aquí en la Universidad, luchando por la
carrera de la que fue pilar”, agregó Escobedo.
Más
de 40 generaciones de ingenieros tomaron con él la materia básica de
Introducción a la Geofísica, para luego reencontrarlo en asignaturas como
Prospección Sísmica. También escribió el documento “Introducción a la
Geofísica” que se utiliza como bibliografía básica en la licenciatura.
“El
fue un emprendedor, antes de titularse ya trabajaba en Pemex, inició trabajos
en geofísica, se aventó a dar clases en el Poli, en la UNAM, a armar una
carrera, conseguir profesores, capacitarlos, armar programas, planes de
estudio, defenderlos ante el Consejo Universitario”, añadió Escobedo.
Cuando
se jubiló como trabajador de Pemex, buscó ser maestro de tiempo completo en la
UNAM, recuerda su hija María de los Ángeles del Valle.
REFORMA
publicó en días pasados que el profesor Del Valle se había inscrito al programa
de retiro voluntario para académicos de la Universidad Nacional, el cual es un
primer paso de un plan para renovar la planta docente de la institución.
En
abril próximo, la Facultad de Ingeniería le rendirá un homenaje.
‘Dar
clases le llenó la vida’
A
Enrique Del Valle Toledo lo recuerdan sus hijos como un hombre bueno, justo,
honesto, responsable, aunque siempre pensaron que sabía más de sus alumnos que
de ellos.
“Nunca
peleamos, pero no nos hacía caso; siempre estaba ocupado”, comentan con cierta
risa su viuda María Elena Álvarez y su hija María de los Ángeles.
“A
él, dar clases le llenó la vida. Le apasionaba transmitir sus enseñanzas, los
conocimientos que adquirió”, justifica su viuda.
Afirman
que en casa era un hombre muy callado, de saludo cortés, pero de frases cortas.
“Si
preguntábamos cómo te fue, sólo respondía: bien; pero si alguien llegaba a
comentar acerca de un temblor, no paraba de hablar en toda la tarde, por eso se
llevaba muy bien con sus alumnos.
“Todavía
hace unos días le dije: papá, dime algo, cuéntame, regáñame. Pero siempre fue
así”, comentó su hijo Enrique.
Su
hija Ángeles comenta que hace unos años él y su esposa decidieron vivir en
casas diferentes, pero se reunían todos los martes, jueves, sábados y domingos.
Paradójicamente,
este distanciamiento los unió más, pues durante las visitas jugaba dominó y los
escuchaba.
“En
un homenaje nos pidió una disculpa pública por dedicarle más tiempo a la UNAM,
a sus alumnos, que a nosotros. Fue una persona buena, honesta y responsable”,
agrega Ángeles.
Amó
a la UNAM y a sus estudiantes hasta el día que falleció; el pasado martes
cuando lo sorprendió un paro cardiaco. Publicado en Reforma. Publicado en
Educación a debate
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