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viernes, 2 de noviembre de 2012



El MEIF de la UV o comer papel

Con sólo cumplir una simple función: desarticular cualquier intento de organización estudiantil incómoda que vaya más allá de las socialmente aceptadas por la autoridades universitarias –asistir para echarle porras a los encuentros del equipo profesional de basquetbol de los Halcones, organizar la fiesta de fin de semana o simplemente ver pasar el tiempo en lo que esperan que comience la próxima clase– para la rectoría queda cumplido el propósito del Modelo Educativo Integral y Flexible.Y es que con la ruptura del modelo tradicional que permitía de paso una mayor integración de los grupos estudiantiles para defenderse entre otras cosas de medidas arbitrarias –como notablemente sucedió recientemente en la Unidad de Humanidades, caso que era de esperarse por su naturaleza curricular– o facilitar graduaciones masivas, el llamado MEIF ha resultado un fracaso en todos los sentidos.

No sólo en el ámbito académico puesto que les resulta a los estudiantes cada vez más complicado cumplir con la carga asimétrica de los horarios desfasados sino particularmente en el sentido de la integración social, aspecto que parece preocuparle especialmente a quienes mandan en la UV. Y eso sin contar con las graves consecuencias en materia económica que tiene para innumerables estudiantes el hecho de verse obligados a permanecer tiempo muerto en las instalaciones en espera de la siguiente clase. Porque es sabido que una enorme porción de alumnos de la Universidad no cuenta con las condiciones económicas similares a las de los funcionarios universitarios que decidieron implantar un experimento que va encaminado al fracaso.

Tal vez en el fondo, y pensando mal, por supuesto, esta sea la naturaleza real del MEIF que con tanta vehemencia defiende Raúl Arias lovillo: implantar una especie de práctica de eugenesia educativa en la que sólo los más aptos –en este caso quienes poseen los recursos económicos– puedan concluir sus estudios y en el viaje conseguir disminuir el número de egresados que cada año engrosan las cifras del desempleo. No se puede pensar de otro modo si se parte del hecho de que los estudiantes se vean obligados a permanecer prácticamente todo el dia en la escuela sin tener la mínima oportunidad de realizar cualquier otra actividad, con acciones tan simples para trasladarse a sus domicilios para cumplir el sencillo acto de comer y ni se diga la posibilidad de trabajar.

Así pues, en medio de la crisis educativa por la que atraviesa la UV, con una endeble autoridad moral de un rector de quien se piensa le ha quedado el cargo demasiado grande y llevado a la institución a un callejón sin salida, queda en el aire la complaciente actitud tanto de la base magisterial como de una dirigencia sindical del personal académico que sólo le ha servido al cacique Enrique Levet Gorozpe para eternizarse en la dirigencia del Fesapauv, obtener prebendas y cargos públicos que han orillado a casos vergonzantes como el que describe nuestro colaborador Alejandro García Rivera, quien recuerda “una situación extrema relatada hace algunos años por un alto funcionario de la UV durante una reunión sobre el entonces 'Programa institucional de programación académica': si la memoria no falla, el estudiante era de la región Córdoba-Orizaba y debido a su horario, su situación económica y a la distancia hasta su domicilio se veía en la necesidad de permanecer todo el día en la facultad donde estudiaba; además, tampoco tenía dinero suficiente para comer adecuadamente. Como resultado de lo anterior, el muchacho ¡comía papel! para tratar de paliar el hambre y aguantar las jornadas académicas”. Y todo por el capricho. Publicado en La Jornada Veracruz.

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