Tanquetas contra
maestros
JESUSA CERVANTES
MÉXICO,
DF, (apro).- Los vehículos
los compró
Felipe Calderón
y, al igual que el costoso avión presidencial, todo
ello heredó
a Enrique Peña
Nieto: se trata de las tanquetas con agua a presión para disuadir,
replegar y “encapsular”
a manifestantes que este viernes 13 estrenó el gobierno peñista.
Después
de que el gobierno de Peña
Nieto –dirigido
en su política
represora por el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda–
engañara
–y
no una sino dos veces, sólo
que en la segunda fue tan evidente que ni los medios pudieron callar–
y azuzara la satanización
mediática
durante dos semanas consecutivas contra la disidencia magisterial, accionó
el botón
de la refriega.
Los maestros de la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) llegaron a la
capital el 19 de agosto y desde entonces “tomaron”
la plaza pública
más
representativa del país,
la Plaza de la Constitución,
el Zócalo,
para desde ahí
denunciar el engaño
del gobierno en torno a la mal llamada “reforma educativa”.
Desde ahí
los maestros evidenciaron las marrullerías de Luis Miranda
quien, mientras les extendía
la mano para dialogar, con la otra preparaba un desalojo justificado con “infiltrados”.
A partir de las diez
de la mañana
de este día,
maestros de la CNTE empezaron su operación hormiga en retirada;
lentamente fueron abandonando el campamento del Zócalo, pero desde el
gobierno se siguió
presionando. El ultimátum
de dos horas, que acabó
a las cuatro de la tarde de este viernes, fue el campanazo para el arranque de
la refriega.
Por la radio, un
reportero de MVS describía
cómo
un maestro, que emprendía
la retirada, fue interceptado por la Policía Federal (PF) para
luego ser molido a golpes; o cómo estos mismos
uniformados intentaron allanar una escuela de avenida Chapultepec porque ahí
supuestamente se habían
refugiado los “revoltosos”
o “vándalos”,
como les encanta a los panistas calificar a los docentes.
En varios puntos
cercanos al centro histórico,
maestros y grupos de anarquistas se enfrentaron con granaderos o la PF, pero al
final, según
los programas radiales, “fue
un operativo limpio”
en el que en diez minutos “se
recuperó
el Zócalo”.
Todo para que Peña
Nieto festeje no sé
qué,
desde el balcón
presidencial este 15 de septiembre.
Pero el “limpio
operativo”
del que tanto se jactan las autoridades no fue sino una muestra más
de la ausencia de operación
política,
de la ausencia de un hombre de Estado que ante la inconformidad sepa escuchar,
o de un hombre de Estado que no impone sino consulta.
La noche del miércoles
pasado preguntaba a un avezado político si los
asesinatos, el primero de un diputado local de Oaxaca y maestro integrante de
la sección
22 de esa entidad, así
como la de otro legislador local en Michoacán, no eran eventos
aislados y tenían
que ver con el inicio de la represión contra el movimiento
magisterial.
Aislado, fue la
respuesta, mera coincidencia que fuera maestro el diputado asesinado.
Menos mal, le dije,
pensé
que ya había
iniciado la represión.
“Todavía
no”,
atajó.
Efectivamente, el
mensaje estaba dado y la represión abierta arrancó
este viernes 13 de septiembre. Con todo contra la sección
22 de la CNTE, a la vez que en Guerrero se detenía a dos dirigentes de
la combativa CETEG que puso de cabeza al estado durante abril y mayo por
movilizarse en contra de la reforma educativa.
La estrategia de Luis
Miranda, el mismo hombre que maquinó los enfrentamientos
de Atenco cuando Peña
Nieto era gobernador del Estado de México, ahora se centra
en Oaxaca y su sección
22. En sus líderes
principales, descabezarlos, como ya se evidenció en Guerrero.
Reduce o acaba con la
combativa sección
22 en Oaxaca y finiquitará
el movimiento magisterial disidente, parece ser el pensamiento que desde
Gobernación
se materializa con la actuación
en las calles de las fuerzas policiacas federales.
La sección
22 ya había
acordado abandonar el Zócalo,
y desde las diez de la mañana
diversos grupos de maestros empezaron la retirada, públicamente lo habían
anunciado, entonces, ¿por
qué
cuando quedaban algunos profesores en la plaza central ingresó
la Policía
Federal? ¿Por
qué
ir a buscar y enfrentar a los docentes, quienes ya se encontraban en las calles
aledañas
rumbo al monumento a la Revolución?
¿De
quién
fue la orden para ir a perseguirlos, si de cualquier manera el Zócalo
ya empezaba a vaciarse? ¿De
quién
también
fue la orden de infiltrar a los “anarquistas”
para que se enfrentaran con las fuerzas públicas? El guión
parece repetirse.
Si los gobiernos
federal y local habían
aguardado 25 días
para que los mentores abandonaran el Zócalo, ¿por
qué
no esperar unas horas más?
Resulta extraño,
pareciera que las policías
buscaban provocar, enfrentar y ya no sólo amedrentar e
intimidar a los maestros.
La lucha magisterial
puede no gustar a muchos, y efectivamente ten más de una ocasión
trastornó
la vida de los capitalinos, de quienes tranquilamente y con sus propias luchas
internas y problemas económicos
sobreviven el día
a día,
pero también
es cierto que en toda lucha por una mejor educación, un mejor gobierno y
una mejor vida, hay afectaciones.
Unos cuantos días
de afectación
no se comparan con años
de sumisión
que, a final de cuentas, es el saldo que encierra la reforma educativa: hacer
hombres para producir, no para pensar y ser libres.
El gobierno de Peña
Nieto ha demostrado que lo suyo es la imposición. Así
fue su llegada al poder mediante la manipulación de las carencias
económicas,
así
lo evidenció
con su famoso Pacto por México,
mediante el cual borró
de tajo al Poder Legislativo, imponiéndose el poder
metaconstitucional e ilegal del presidente.
Y así
ha sido en realidad con todo el conflicto magisterial. Desde que éste
inició,
producto de la imposición
de una ley, el gobierno ha sido el único que decide,
aunque ante los medios de comunicación juegue a establecer “mesas
de diálogo”.
Un gobierno que exhibe
en su primer informe tanquetas de agua a presión, que deja avanzar
los movimientos ante la falta de respuesta y atención a sus demandas, un
país
que tiene grupos de autodefensa, que enfrenta tomas de carreteras por gente
harta de tanta burla, un gobierno que saca a las calles a cientos de elementos
de la Policía
Federal no es un país
democrático,
es un país
sordo que sólo
ayuda a prender fuego en la pradera.
Se puede recuperar el
Zócalo,
pero ningún
zócalo
debiera estar tomado, porque debe entender el gobierno que no sólo
es un conflicto magisterial. Se pueden sacar las tanquetas a las calles y hacer
gala de poder, pero ningún
país
digno debe ni tendría
necesidad de hacerlo si escucha a su pueblo. Se puede tener una noche de gala
el 15 de septiembre, pero no será buen augurio hacerlo
de forma amurallada y resguardado por cientos de elementos de la PF y, de paso,
del Ejército.
Lo ocurrido hoy sólo
mostró
ausencia de hombre de Estado y presencia de mano dura, impositiva y traicionera…
se avecinan más
nubarrones.
Y la lección
para los inconformes, al final de este viernes 13, es que en la era peñista
ya no se reprime, ahora “se
encapsula”.
Comentarios:
mjcervantes@proceso.com.mx
En Twitter:
@jesusaproceso
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