El conflicto magisterial
en Veracruz
Por: Emilio
Cárdenas Escobosa
Las
movilizaciones de protesta de miles y miles de docentes que hemos visto en la
entidad en los días recientes son síntoma de un mal mayor y que no es
precisamente el impacto de la reforma educativa.
Es cierto
que el motor de la inconformidad es la cuestionada reforma legal impulsada por
el presidente Enrique Peña Nieto, la que ha dado cauce a la expresión de
rechazo de los profesores a una reforma más laboral que educativa, que tiene
sin duda avances importantes, lo mismo que claroscuros, pero sobre todo muchos,
muchísimos aspectos que, si no fueron cabildeados en su oportunidad con quienes
afecta de manera directa, al menos debían ser lo suficientemente divulgados
para cerrar el paso a la desinformación, al hablar de oídas, a machacar en la
cancelación de la gratuidad de la educación, que no hay tal. Pero esto no se
hizo, y ahora, ahogado el niño, parece ser demasiado tarde para tapar el pozo.
La explosión
de descontento rebasó ya por mucho la capacidad o incapacidad tradicional de
las instancias gubernamentales del sector educativo, acostumbradas al trato en
corto con las dirigencias magisteriales, al control vía las plazas, la nómina y
las prebendas varias como mecanismos de control.
La inédita
oleada de inconformidad que tiene movilizados a docentes en toda la entidad y
en gran parte del país tiene su origen, al menos en Veracruz, en el agotamiento
del control caciquil que ejercen líderes y dirigentes de toda laya,
comprometidos hasta la ignominia con el gobierno en turno y lejanos hasta las
pléyades de los verdaderos y legítimos intereses de sus representados, quienes
ahora les cuestionan el no acompañarlos en sus marchas y acciones de protesta y
reivindicación ante las reformas legales en materia educativa.
La
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la organización radical
de influencias maoístas, la de fuerte presencia en Oaxaca, la que ha puesto en
jaque al gobierno federal con sus protestas y movilizaciones, la que inició
todo el conflicto luego de aprobada la reforma educativa, es prácticamente
inexistente en Veracruz. Su presencia se circunscribe a la zona centro del
estado y no tiene comparación, en cuanto a número de agremiados, con el
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el SNTE, que es, o era, el
sindicato más fuerte.
Por eso
aunque leamos en titulares de prensa o en columnas que es la CNTE la que
colapsa ciudades y vialidades de la entidad y que apoyada con “células
radicales del EZLN y del EPR” ha infiltrado al tradicionalmente dócil
magisterio veracruzano, a los que vemos en las marchas y en las calles son a
maestras y maestros de las secciones 32 y 56 del SNTE, lo mismo que docentes de
la SETSE, del SUTSEM y de una larga lista de siglas de organizaciones
magisteriales. Maestras y maestros que son nuestros vecinos y conocidos, los
que dan clases a nuestros niños y jóvenes, los que, literalmente, se han salido
de control.
Docentes que
hoy cuestionan la reforma y que cuestionan por igual a sus dirigentes, a
líderes que ya no reconocen, a maestros-políticos que de tanto defender sus
prebendas, sus candidaturas, sus diputaciones, sus alcaldías, el control de
infinidad de plazas, sus negocios, sus canonjías, su lugar cercano al
gobernante, se les olvidó que si un sector de los trabajadores en Veracruz y en
México es combativo cuando se decide a serlo, es el de los maestros. Y la hora
de hacerlo llegó, y vaya que se los están demostrando.
Los
liderazgos se agotaron, por más que se le dé la vuelta. La modernización del
sector educativo, si realmente es lo que se quiere, riñe absolutamente con las
anquilosadas y profundamente corrompidas dirigencias que han visto y ven a los
maestros, a los agremiados al sindicato, llámese como se llame, como fieles de
una Iglesia a la que pertenecer implica la obediencia ciega a la jerarquía, a
pagar el diezmo, a transitar por los rituales que dicta la cúpula y donde el
dogma de la infalibilidad del pastor no se discute.
Acostumbrados
a tratar de acercarse al dirigente, a ser parte de su corte, de su comité, de
su equipo político, muchos maestros acomodaticios, ávidos de plazas y
prebendas, contribuyeron a crear un culto a la personalidad y un andamiaje y
modus operandi sindical que ha sido el principal lastre de los intentos
gubernamentales de transformar el estado de cosas en el sector educativo.
Recuérdese si no, documentadas en los medios de comunicación locales, las
faraónicas fiestas de cumpleaños del líder y el besamanos de maestros y
maestras que, cual procesión a La Meca, se amontonan y empujan para estar con
él o ella y refrendar sus lealtades.
De ahí que
pensar que el control clientelar y corporativo tradicionales ayudará a resolver
de fondo las protestas y el atenazar con amenazas e intimidaciones a los
“sublevados” será efectivo, solo contribuirá a que el conflicto magisterial
siga creciendo como bola de nieve. Los maestros ya perdieron el miedo. Si el
sector magisterial ha sido la reserva de votos del PRI, no tardando y con el
curso que llevan las cosas, serán la reserva pero de votos de castigo.
Ya se echó
mano del recurso de la “violencia legítima del Estado” para “recuperar” la
Plaza Lerdo de Xalapa a fin de dar paso a las celebraciones patrias de
septiembre y los resultados fueron contraproducentes: la movilización creció y
la inconformidad se nutre ahora además con estudiantes, padres de familia,
diversos sectores sociales y aun periodistas agraviados por los excesos
policiacos. Sin contar con el impacto negativo en términos de imagen del
gobierno en su conjunto.
El problema
no es menor y no se resolverá solo. Por lo visto hasta ahora, las armas de la
política son las únicas que permitirán solventarlo. El diálogo y la tolerancia,
mucha dosis de tolerancia, son los mejores instrumentos. Pero sobre todo, es
necesario enfocar las cosas desde otro ángulo.
El problema
y la solución, o al menos parte de ella, está en voltear hacia los sindicatos.
A la fecha
de poco ha servido establecer mesas de diálogo o de “armonización de la
legislación local con la reforma educativa”, si los convidados para la foto o
la reunión son los mismos líderes agotados que los maestros en la plaza y en
las marchas rechazan.
¿Cómo
convencer a los que protestan que se atenderán sus demandas si se busca hacerlo
a través de los resortes de siempre y a través de los mismos de siempre? A
problemas nuevos, soluciones nuevas. A conflictos inéditos, soluciones también
inéditas.
¿No sería
mejor, como primer paso, que se ofreciera a los docentes movilizados las
facilidades necesarias para que lleven a cabo asambleas, congresos y toda
reunión indispensable en términos de la ley para que discutiera y evaluara la
permanencia o remoción de sus actuales dirigentes? ¿Y si se revisa y publicita
la lista de profesores comisionados y se hace pública la lista de quienes
tienen dos, tres o más plazas, sean o no docentes?
¿No sería
una excelente señal, que en modo alguno vulnera el principio de autoridad, si
se diera curso a las indagatorias sobre demandas presentadas por quienes
resultaron afectados por los operativos de desalojo de la Plaza Lerdo y se
sancionara a quien se deba sancionar? ¿No sería sano que se dejara de uniformar
a buena parte de la prensa local en el abordaje informativo del conflicto? ¿Y
si se les da voz a los que protestan, pasa algo? ¿Y si se replantea en la
cúpula del poder la llegada, que públicamente se da como un hecho, de Juan
Nicolás Callejas como coordinador de la bancada del PRI en la próxima
Legislatura local? ¿Y no sería sano reconvenir a funcionarios y legisladores que
declaran que el voto magisterial le importa poco al PRI o que los maestros
disidentes son “delincuentes”?
Son muchos
aspectos que pueden enumerarse de posibles medidas y acciones que, desde la
esfera gubernamental, ayudarían a distender el conflicto, pero una cosa es
segura: el problema está ahí, creciendo y sin que se vislumbren hasta hoy
salidas efectivas y negociadas.
Decía el ex
gobernador veracruzano Fernando Gutiérrez Barrios que cuando el pueblo dice que
es de noche, hay que ir encendiendo las farolas.
La
ciudadanía cansada de las movilizaciones, de las calles y avenidas cerradas, de
la suspensión de clases, de los problemas de tráfico, de los bloqueos
carreteros y todas las acciones de protesta que hemos visto y padecido, sin
duda lo agradecerá y reconocerá.
A grandes
males, grandes remedios.
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