Nuestro negocio, formar
alumnos con conciencia social: académico
Estudiantes
y docentes trabajan en colaboración con el Instituto de Rehabilitación y
también con la Universidad del Sur de California
En Chicago
están interesados en sus desarrollos
Emir
Olivares Alonso
Un
estudiante de ingeniería puede aplicar las bases teóricas de la disciplina lo
mismo desarrollando exprimidores de naranjas o prótesis para personas que han
perdido un dedo, la mano, parte del brazo o de una pierna. Sin embargo, si un
profesor impulsa la segunda opción la formación de los jóvenes tendrá un valor
agregado: conciencia social y humana.
Resuelto a
que esa era la mejor opción para formar ingenieros, Jesús Manuel Dorador
González, jefe del Departamento de Ingeniería Mecatrónica de la Facultad de
Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, junto con otros
colegas, emprendieron hace 10 años un proyecto para construir prótesis para
discapacitados.
En
entrevista con La Jornada, explica que en este periodo se han formado unos 250
estudiantes de diversas ramas de la ingeniería de la UNAM, del Instituto
Politécnico Nacional y de otras escuelas nacionales y extranjeras.
La rivalidad
debe quedarse en el futbol americano y que gane el que mejor haya entrenado.
Pero en todo lo demás debe haber colaboración.
Está
consciente de que siempre es necesario mayor apoyo presupuestal para ciencia,
tecnología e innovación. No se necesitan quejas, sino hacer bien lo que nos
toca: trabajar con lo poco o mucho que tengamos. En el momento que demostremos
que con poco somos capaces de hacer mucho, los apoyos commienzan a llegar.
El académico
recuerda que en su infancia un profesor le preguntó qué deseaba ser de grande,
a lo que respondió con una interrogante: ¿Quiénes fabrican los autos? Los
ingenieros, contestó. Entonces voy a ser ingeniero, dijo desde entonces Dorador
González.
Hace una
década, el equipo de investigación comenzó el proyecto de prótesis mecatrónicas
inteligentes, lo cual les permitió ver que los desarrollos más avanzados eran
de señales mioeléctricas (descarga que el cerebro envía para mover un músculo),
que también se dan en personas con un miembro amputado por aplastamiento,
operación o accidente, pero no se presentan en quienes perdieron un brazo o
pierna por quemaduras.
Los primeros
desarrollos creados por los universitarios fueron brazos y manos robóticas
(también diseñaron una impresora con código Braille). Además, se dieron cuenta
de la necesidad de que en estas herramientas haya movimiento independiente de
los dedos para realizar actividades cotidianas.
Gracias a
los trabajos de los universitarios se han obtenido equipos para apoyar a
invidentes, a quienes han perdido algún miembro o dedos. Uno de de los
beneficiados por los avances de estos proyectos –recuerda Dorador– fue un
mecánico que perdió el dedo pulgar en un accidente laboral. No podía sujetar
las herramientas, estaba a punto de quedarse sin trabajo y gracias a la
prótesis sigue trabajando.
Alumnos y
profesores se relacionan con personas discapacitadas, médicos, rehabilitadores
y protesistas, y mantienen estrecha colaboración con el Instituto Nacional de
Rehabilitación. Ha sido tal el impacto del proyecto que el Instituto de
Rehabilitación de Chicago está interesado en sus desarrollos para miembros
inferiores y han trabajado con la Universidad del Sur de California.
El diseño de
prótesis no es el negocio de la universidad. Nuestro negocio es formar alumnos
que aprendan, pero que también tengan conciencia social y que con su labor
regresen a la sociedad algo de lo que reciben al formar parte de una
institución pública. Que se den cuenta de que sus conocimientos los pueden
aplicar en beneficio de las personas, en este caso en favor de quienes tienen
necesidades diferentes, y que aprenden a trabajar en equipo, plantea el
académico de la FI.
Se trata de
un trabajo inter y multidisciplinario en el que participan jóvenes de varias
carreras de la ingeniería: mecatrónica, mecánica, eléctrica, industrial,
telecomunicaciones, computación, biónica y diseño industrial.
Hoy muchos
de los jóvenes que transitaron por aquí en su servicio social o para obtener el
título o grado mantienen contacto con el equipo y han logrado desarrollarse. A
ninguno le va mal y lo mejor es que se quedan con la idea de que es necesario
apoyar a los demás desde su disciplina. Se dan cuenta de que la ingeniería no
sólo es trato con máquinas, sino también con personas, concluye. (La Jornada)
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