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lunes, 3 de junio de 2013

Un nuevo Plan Nacional de Desarrollo: la cuestión del interés general
                       
José Sosa

Tal y como desde hace meses se venía anticipando y comentando en los medios de comunicación, hace unos días fue presentado el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018. Más allá del acto protocolario que, sin duda, fue exitoso y acorde con la imagen presidencial austera y prudente que se desea proyectar, la publicación del plan constituye un hecho significativo en varios sentidos.

En primer lugar, marca un punto de referencia respecto a la forma en que el nuevo gobierno entiende y define los principales problemas de la agenda pública. De esta manera, ya es posible saber cómo y en qué medida el gobierno del presidente Peña Nieto delimita las necesidades sociales, las productivas y las ambientales; y a partir de qué marcos referenciales asienta sus objetivos de política pública. La nota más significativa del plan, en este sentido, es la adopción –casi entusiasta– de una fórmula por demás vanguardista e innovadora: la de democratizar la productividad, con una perspectiva globalizadora.

En segundo lugar, el plan ofrece también una idea bastante precisa de la visión que el gobierno actual tiene sobre el proceso histórico que le antecedió, y del lugar que ocupa en la trayectoria política e institucional del país. En el texto, se hace un reconocimiento significativo al cambio democrático ocurrido en las últimas décadas y, de inmediato, se le valora como un activo que requiere acrecentarse y ampliarse.

Esto, además, resulta acorde y conveniente para la presentación de otro de los componentes centrales del plan: el desarrollo de una estrategia mexicana de actuación internacional. Es lo que se denomina como México con Responsabilidad Global. La inclusión de este elemento le da una perspectiva más amplia y, en principio, más sólida respecto a todas las versiones anteriores de este instrumento de planeación.

Sobre la interpretación del pasado, el nuevo plan parece corregir los errores de reduccionismo histórico en el que incurrieron las dos versiones anteriores, la de Vicente Fox y la de Felipe Calderón. En ambos documentos no se reconoció la existencia y, sobre todo, los efectos de los procesos de modernización política y de internacionalización de la economía mexicana ocurridos en las décadas de 1980 y 1990. Para aquellos planes –y por definición para esas dos administraciones federales– antes de la era democrática, todo fue un periodo de crisis económicas recurrentes. El nuevo Plan Nacional de Desarrollo no sólo enmienda el reduccionismo aludido, sino que amplía las bases conceptuales y las evidencias históricas para explicar las condiciones en que se encuentra el país en el momento más actual.

En tercer lugar, el nuevo plan nacional de desarrollo cuenta con una estructura interna que lo distingue también de las ediciones anteriores. La diferencia más importante reside en que no incurre en el tradicional error de ofrecer, por una parte, un diagnóstico pormenorizado de los diferentes sectores y regiones del país para, luego y por otra parte, hacer un listado de prioridades, objetivos y líneas de acción que no guardan relación alguna con los problemas previamente diagnosticados.

Ésta era la característica principal de los planes de mayor corte tecnocrático de los años ochenta del siglo pasado. El plan anunciado recientemente cuenta con una organización que va de lo general a lo particular, destacándose primeramente la adopción de un enfoque ciudadano y participativo, para luego elaborar sobre una perspectiva integral de la política pública de la que se derivan los cinco ejes de actuación que habrán de substanciar el trabajo de la administración federal 2012-2018: 1) México en paz, 2) México incluyente; 3) México con educación de calidad, 4) México próspero, y 5) México con responsabilidad global.

Finalmente, y retomando el punto sobre la perspectiva de política pública del plan, parece pertinente destacar lo que se expresa en la página 20, donde se afirma que lo “que se propone es potenciar las oportunidades de los mexicanos para ser productivos, para innovar y para desarrollar con plenitud sus aspiraciones. Debemos convertir a México en una sociedad de derechos, donde no existan barreras para el desarrollo nacional”.

Así también, en este Plan Nacional de Desarrollo se plantea una estrategia con sentido integral de la política pública, al reconocer que los retos que enfrenta nuestro país son multidimensionales. Esta definición puede ser la clave misma del éxito o del fracaso del nuevo plan y del aparato administrativo encargado de ejecutarlo. Si se logra tal integralidad en las políticas, no sólo se estará cumpliendo con los objetivos del desarrollo planteados en el documento, sino que se alcanzará una meta de carácter instrumental y organizativo que por décadas ha inspirado la idea misma del gobierno eficaz.

Si se recuerda, fue esta idea del gobierno eficaz la que marcó el punto de arranque de la propuesta política del entonces gobernador del Estado de México y precandidato del PRI a la Presidencia de la República durante 2011. Lo que ahora plantea el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 tendría que ser la demostración en los hechos de una propuesta que resultó electoralmente atractiva y exitosa.

En mis siguientes colaboraciones seguiré abordando el contenido y alcances del nuevo Plan Nacional de Desarrollo. (Crónica de hoy)

ppsosa@hotmail.com

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