Un nuevo Plan Nacional de
Desarrollo: la cuestión del interés general
José Sosa
Tal y como
desde hace meses se venía anticipando y comentando en los medios de
comunicación, hace unos días fue presentado el Plan Nacional de Desarrollo
2013-2018. Más allá del acto protocolario que, sin duda, fue exitoso y acorde
con la imagen presidencial austera y prudente que se desea proyectar, la
publicación del plan constituye un hecho significativo en varios sentidos.
En primer
lugar, marca un punto de referencia respecto a la forma en que el nuevo
gobierno entiende y define los principales problemas de la agenda pública. De
esta manera, ya es posible saber cómo y en qué medida el gobierno del
presidente Peña Nieto delimita las necesidades sociales, las productivas y las
ambientales; y a partir de qué marcos referenciales asienta sus objetivos de
política pública. La nota más significativa del plan, en este sentido, es la
adopción –casi entusiasta– de una fórmula por demás vanguardista e innovadora:
la de democratizar la productividad, con una perspectiva globalizadora.
En segundo
lugar, el plan ofrece también una idea bastante precisa de la visión que el
gobierno actual tiene sobre el proceso histórico que le antecedió, y del lugar
que ocupa en la trayectoria política e institucional del país. En el texto, se
hace un reconocimiento significativo al cambio democrático ocurrido en las
últimas décadas y, de inmediato, se le valora como un activo que requiere
acrecentarse y ampliarse.
Esto,
además, resulta acorde y conveniente para la presentación de otro de los
componentes centrales del plan: el desarrollo de una estrategia mexicana de
actuación internacional. Es lo que se denomina como México con Responsabilidad
Global. La inclusión de este elemento le da una perspectiva más amplia y, en
principio, más sólida respecto a todas las versiones anteriores de este
instrumento de planeación.
Sobre la
interpretación del pasado, el nuevo plan parece corregir los errores de
reduccionismo histórico en el que incurrieron las dos versiones anteriores, la
de Vicente Fox y la de Felipe Calderón. En ambos documentos no se reconoció la
existencia y, sobre todo, los efectos de los procesos de modernización política
y de internacionalización de la economía mexicana ocurridos en las décadas de
1980 y 1990. Para aquellos planes –y por definición para esas dos
administraciones federales– antes de la era democrática, todo fue un periodo de
crisis económicas recurrentes. El nuevo Plan Nacional de Desarrollo no sólo
enmienda el reduccionismo aludido, sino que amplía las bases conceptuales y las
evidencias históricas para explicar las condiciones en que se encuentra el país
en el momento más actual.
En tercer
lugar, el nuevo plan nacional de desarrollo cuenta con una estructura interna
que lo distingue también de las ediciones anteriores. La diferencia más
importante reside en que no incurre en el tradicional error de ofrecer, por una
parte, un diagnóstico pormenorizado de los diferentes sectores y regiones del
país para, luego y por otra parte, hacer un listado de prioridades, objetivos y
líneas de acción que no guardan relación alguna con los problemas previamente
diagnosticados.
Ésta era la
característica principal de los planes de mayor corte tecnocrático de los años
ochenta del siglo pasado. El plan anunciado recientemente cuenta con una
organización que va de lo general a lo particular, destacándose primeramente la
adopción de un enfoque ciudadano y participativo, para luego elaborar sobre una
perspectiva integral de la política pública de la que se derivan los cinco ejes
de actuación que habrán de substanciar el trabajo de la administración federal
2012-2018: 1) México en paz, 2) México incluyente; 3) México con educación de
calidad, 4) México próspero, y 5) México con responsabilidad global.
Finalmente,
y retomando el punto sobre la perspectiva de política pública del plan, parece
pertinente destacar lo que se expresa en la página 20, donde se afirma que lo
“que se propone es potenciar las oportunidades de los mexicanos para ser
productivos, para innovar y para desarrollar con plenitud sus aspiraciones.
Debemos convertir a México en una sociedad de derechos, donde no existan
barreras para el desarrollo nacional”.
Así también,
en este Plan Nacional de Desarrollo se plantea una estrategia con sentido
integral de la política pública, al reconocer que los retos que enfrenta
nuestro país son multidimensionales. Esta definición puede ser la clave misma
del éxito o del fracaso del nuevo plan y del aparato administrativo encargado
de ejecutarlo. Si se logra tal integralidad en las políticas, no sólo se estará
cumpliendo con los objetivos del desarrollo planteados en el documento, sino
que se alcanzará una meta de carácter instrumental y organizativo que por
décadas ha inspirado la idea misma del gobierno eficaz.
Si se
recuerda, fue esta idea del gobierno eficaz la que marcó el punto de arranque
de la propuesta política del entonces gobernador del Estado de México y
precandidato del PRI a la Presidencia de la República durante 2011. Lo que
ahora plantea el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 tendría que ser la
demostración en los hechos de una propuesta que resultó electoralmente
atractiva y exitosa.
En mis
siguientes colaboraciones seguiré abordando el contenido y alcances del nuevo
Plan Nacional de Desarrollo. (Crónica de hoy)
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