Los olvidados y los olvidos
(en la reforma educativa)
Por Luis Gerardo
Martínez García
Mucho se ha
hablado sobre la reforma educativa en estos días; incluso aquellos que nunca
han abordado el tema, ahora resulta que son expertos. Es válido. Opinar es una
cualidad del sujeto desarrollada a partir de varios referentes. Lo que también
se requiere es de análisis y crítica, acompañadas de propuestas.
A muchos les ha
sido fácil hablar de la reforma, expresando cualquier cosa... lo que sea. Y más
fácil aún hablar de los maestros, y hablar mal de ellos, más aún. Lo importante
ahora es contrarrestar esa tendencia, abriendo espacios académicos de
participación. Los maestros tienen la oportunidad de crear los espacios
académicos y pedagógicos para manifestarse, debatir, analizar, dialogar,
proponer… exigir.
Aprovechar los
espacios para hablar de los olvidados (de aquellos a los que
nunca se voltea a ver), y de los olvidos (aquello que pasamos por
alto como si no existieran). Esto es, debemos hablar de los que no se ha
hablado:
Los olvidados.
1) Alumnos.
El eje central de una reforma educativa tendría que ser el alumno: niño,
adolescente y adulto. No es posible que se quiera formar a alguien que no saben
quién es, ni dónde está. Tan es olvidado el alumno que los gobiernos aún no han
encontrado la forma de escucharlo, de saber lo que quiere, lo que piensa o lo
que propone. Simplemente son voces calladas.
2) Docentes.
El gran error que se convirtió en problema ahora para los gobiernos, es que a
los docentes tampoco se les escuchó. Los olvidados vuelven a ser los ellos.
Nadie les consultó lo básico para poder construir la estructura de una reforma.
Eso confirma el hecho de que vivimos un Estado al revés, que empieza
reformando, continúa consultado, y culmina una primera fase programando. Por
eso el magisterio está tan molesto. La reforma educativa la siente como una
imposición, no como algo propio. Los docentes no cuestionan la evaluación, más
bien lo turbio de los procesos; la evaluación no lo es todo, ni puede ser
punitiva, debe ser parte de un todo con fundamente pedagógico y filosófico.
3) Padres
de familia. Éstos se sienten rehenes de las iniciativas de la cúpula. Una
de las propuestas de la presente administración federal es delegar a los padres
de familia la construcción y mantenimiento de los edificios escolares. Es
decir, ahora constitucionalmente éstos tendrán la obligación de que existan
escuelas en México, lo cual nos lleva a pensar en la des-obligación del Estado
por mantener y crear escuelas públicas; aunando lo controversial del carácter
privatizador de la iniciativa que estará manifiesto en las letras chiquitas de
la ley secundaria. Pero igual que a los otros, a los padres de familia no se
les consultó nada con respecto a la reforma educativa; también son sujetos
olvidados.
4) Los
indígenas. Como casi siempre, independientemente de quienes encabecen la
presidencia de la República, a los indígenas se les sigue considerando como
objetos de ornato. Siguen olvidados en su cultura, en sus creencias, en su
cosmovisión, en su lenguaje. Menos aún se les consideró para tomar decisiones
en torno a los rubros de la reforma con respecto a la reforma educativa.
5) Los
normalistas y pedagogos. También fueron olvidados. Entre aquellos
especialistas en tópicos académicos (teórico-metodológicos) que siempre están
dispuestos a enriquecer los procesos educativos, por lo menos desde mediados
del siglo XIX a la fecha. Los egresados de las escuelas normales y de las
facultades de pedagogía de las universidades también fueron olvidados. Su
formación en estudios superiores especializados en educación no fueron
requeridos para fortalecer ese proyecto educativo que exige la sociedad
mexicana.
6) Los
sindicatos. Por lo menos en el estado de Veracruz (sin contar el SNTE)
existen 16 sindicatos magisteriales estatales. También sin incluir aquellos del
colegio de bachilleres, ni los agregados a las organizaciones o confederaciones
de obreros, trabajadores, campesinos o transportistas que tienen un ala
magisterial. Incluidos los sindicatos como los olvidados, ni el SNTE ni el
SITEM fueron incorporados para dibujar el rumbo de la educación en nuestro
país. En cambio, sí han sido utilizados mediáticamente para denostar la figura
del maestro como el culpable de todos los males en la educación.
Pero ¿por qué se
da esta situación grave de imposición, de autoritarismo y de radicalismo
político? Porque el Estado no quiere (o no puede o no lo dejan los organismos
internacionales) ya invertir en educación, ni en ciencia ni en tecnología [recordemos
tan sólo el anunció del año pasado de reducir el presupuesto a la educación
superior]. También por la ausencia de liderazgo académico en las instituciones
de educación (quien esté al frente de éstas, debe ser autoridad en lo que
dirige). Debemos sumar también la visión mercantilista que los gobernantes
tecnócratas le imprimieron a la educación, con la finalidad de que los maestros
ya no exigieran aumentos salariales (de ahí que se hayan inventado mecanismos
como carrera magisterial en educación básica o productividad en educación
superior); esta visión relega colectividades y pervierte procesos [ustedes
saben que hay universidades que publican revistas que nadie lee; revistas de
excelencia que sólo son para intercambio con otras. Algo así como intercambiar
estampitas para tener más puntos].
Los olvidos.
1. Diagnóstico.
A alguien se le olvidó que para dar soluciones primero hay que identificar los
problemas y reconocer su existencia. Este indicio de reforma no tiene un
diagnóstico que le diga hacia dónde hay que dirigir el rumbo.
2. Individualismos
vs colectividades. En el contexto mercantilista que se le imprimió a la
educación se fomentó la competencia individual, desprotegiendo el trabajo
colegiado de las colectividades. Ya no se trabaja por un grupo, se compite como
individuo para alcanzar metas del sujeto. No se trabaja por los ideales en
común-unión, se acumula el puntaje como persona para dejar en rezago a los
demás. No importa la educación, sí entonces lucrar con ella a costa del sacrificio
de la sociedad.
3. ¿Y después de la evaluación? También, a
alguien, se le olvidó qué va después de la evaluación. La reforma educativa
expone la evaluación del magisterio como la solución a todos los problemas de
la educación en el país. Pero ¿y después qué? En la primera reforma educativa
del siglo XXI en México no cabe la tan cuestionada evaluación tradicionalista
que sirve para reprobar y expulsar, bajo el falso argumento de que los malos
maestros se deben ir. Pregunto, ¿necesariamente el mal maestro es aquel que
reprueba un examen? Eso sería retroceder, desechando las propuestas pedagógicas
de nuestra época.
4. La
educación pública. Se nos está olvidando el significado de ésta, creo que
ahí hay muchas complicidades. La escuela pública no necesariamente es aquella
gratuita, es aquella donde se debaten los asuntos públicos que atañen al
Estado, a los Pueblos, a las Culturas, al Pensamiento. Lo público no es
discrecional, es pleno y benevolente con la dignidad humana, con la
creatividad, con el diálogo, con la controversia y con la concordia. Debemos
respetar la escuela pública como ese sustento filosófico de nuestra
identidad como pueblos que defienden la
dignidad humana.
5. Salarios
dignos. Se nos está olvidando lo que es un salario digno de nuestro trabajo
como profesores. Desde hace más de 20 años el poder adquisitivo del salario de
los maestros ha venido en franco decremento. Nos vendieron la idea de que el
trabajo intelectual es gratuito y nos la creímos. En un sentido mercantilista
hay que remunerar el producto (tangible y contable), si como maestro sólo
piensas y haces pensar entonces no estás haciendo nada, y por lo tanto no se te
puede pagar un salario digno.
6. Memoria
histórica. Estamos olvidando nuestro pasado, de ahí nuestro proceder
presente y, en consecuencia, nuestro soñar futuro. Como sociedad nuestra
memoria histórica parece ser más tenue y fugaz, lo que permite al pensamiento
perverso enquistarse en las decisiones que terminan dañando a tantas
generaciones de niños, adolescentes y adultos en su educación. Tan hemos
perdido lentamente nuestra memoria histórica, que así como el sueño y los
sueños, jamás podrán recuperarse.
Se nos está
olvidando exigir, como si estuviese prohibido de facto. Quien exige está dispuesto a dar: eso conlleva
movimiento, cambio, reforma. Los espacios académicos son un llamado a dejar la
comodidad, el conformismo y la inercia. Urge participar y exigir. Necesitamos
mejorar en todos los aspectos. Y sí, urge una reforma educativa... integral,
incluyente, consensada, participativa y no punitiva. Y como simplemente no
existe la tan mentada reforma educativa, es una buena oportunidad de exigir y
participar de ella.
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