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martes, 9 de abril de 2013


La movilidad internacional de estudiantes europeos
ADRIÁN DE GARAY

Hoy en día todos los sistemas de educación superior en el mundo tienen como uno de sus ejes de políticas promover la movilidad internacional de sus estudiantes. México no ha sido ajeno a ello. Sin embargo los resultados alcanzados hasta la fecha son exiguos, pues según diversas fuentes que consulté no llega a cubrir ni al 0.5% de la matrícula nacional, además de que buena parte de los jóvenes que estudian algún semestre fuera del país provienen de las universidades privadas de élite porque sus padres pueden sufragar buena parte del costo, a diferencia de los estudiantes de las instituciones públicas.

Al mismo tiempo, se dice con frecuencia que en este terreno tenemos un serio rezago en comparación con, por ejemplo, los países de la Comunidad Europea. Sin embargo, también en Europa la política de movilidad internacional no ha tenido el éxito esperado, según los datos que pueden obtenerse de distintos informes. Veamos el caso.

En el camino por hacer de la Comunidad Europea una realidad en la educación superior, el llamado Proceso de Bolonia es el resultado de una serie de reuniones de los ministros responsables de la educación superior, en las que se tomaron un conjunto de decisiones políticas dirigidas a la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), cuya existencia se formalizó en 2010. Año en el que el EEES estaba conformado por 46 países, cada uno de los cuales ha logrado avances significativos para lograr algunos de los propósitos establecidos desde 1999 en Bolonia.

Los ministros se propusieron entre otras cosas apoyar la movilidad de estudiantes. En el transcurso de este tiempo, se han celebrado varias reuniones donde se han realizado evaluaciones puntuales de los acuerdos de Bolonia, en las cuales no sólo se han evaluado los avances producto de lo convenido, sino también se han agregado nuevos objetivos, nuevos retos, que han aparecido en el camino.

No obstante, aunque la movilidad estudiantil es uno de los objetivos centrales de los acuerdos de Bolonia, y en cada una de las conferencias magisteriales se ha abordado el asunto para promoverla y expandirla, la información con que cuenta el EEES de cada uno de los países miembros es insuficiente, ya que existen muchas lagunas que les ha dificultado llevar a cabo un seguimiento puntual y riguroso de las políticas nacionales efectuadas, las acciones puestas en marcha, así como la magnitud de la movilidad entre los estudiantes de sus programas.

El balance que han realizado es bastante crítico al sostener lo poco frecuente que es encontrar países que hayan definido con claridad sus objetivos en relación con la movilidad de los estudiantes. Abundan las declaraciones generales de funcionarios, directores y rectores de instituciones en las que se manifiesta el deseo de que exista mayor movilidad, de que es prioritario para sus países, pero se carece en muchos casos de políticas, objetivos, metas y estrategias definidas.

La información que es posible recoger de cada uno de los países miembros del EEES sobre sus políticas de movilidad, solamente permite enumerar aspectos sueltos que son reiterados en cada sistema y que forman parte de sus acciones, dentro de lo que destaca: campañas informativas dirigidas a estudiantes nacionales para que salgan a estudiar al extranjero, como para atraer estudiantes foráneos al país convocante; modificación de la legislación sobre inmigración para facilitar la tramitación de visados; becas, subvenciones, exenciones de impuestos y proveer ayuda de alojamiento para los estudiantes; acuerdos de cooperación bilaterales y multilaterales; apoyar el aprendizaje de lenguas.

En relación a la información sobre la magnitud de la movilidad de estudiantes, muchos países siguen recopilando únicamente datos sobre la nacionalidad de los mismos, en lugar de hacer un seguimiento de los movimientos entre países con el fin de analizarlos. La nacionalidad extranjera de los estudiantes no es una medida de la movilidad, ni una variable representativa fiable para analizarla, ya que la investigación en este campo revela que hasta un 40% de la totalidad de estudiantes extranjeros ya residían en el país mucho antes de iniciar los estudios de educación superior, lo que crea distorsiones considerables en la imagen que trazan esos datos de movilidad. De esta manera, los flujos de movilidad de los estudiantes siguen siendo en gran medida desconocido.

No obstante, los datos disponibles, que deben manejarse con todas las reservas del caso, revelan hechos significativos. El principal, es que el porcentaje de movilidad saliente, esto es, la proporción de estudiantes matriculados de un país que estudia en otro, es tan solo del 5%. Existiendo diferencias nacionales importantes. De hecho, en 18 países, menos del 3% de los estudiantes se matriculan en centros extranjeros, siendo el Reino Unido, Rusia y Ucrania los países en los que los índices de movilidad saliente son más bajos, con menos del 1% de matriculación en instituciones extranjeras. En el otro extremo, hay países como Albania, Andorra, la Antigua República Yugoslava de Macedonia, Chipre, Eslovaquia, Islandia, Luxemburgo o Malta, donde más del 10% de sus estudiantes se matriculan en centros en el extranjero, pero no hay que olvidar que el volumen de su matrícula es radicalmente inferior a otros países.

De tal manera que la meta que se consensuó en la reunión de ministros llevada a efecto en Nueva Lovaina en 2009, consistente en llegar en el 2020 a una movilidad saliente de estudiantes del 20% de la matrícula, implicará esfuerzos extraordinarios de todos los sistemas de educación superior europeos, pues se está muy lejos de ello. A pesar de que en muchos países ya existe la obligación legal de tener porcentajes anuales elevados de movilidad estudiantil, la misma crisis económica por la que atraviesan varios países europeos desde 2008, hacen relativamente previsible que las metas fijadas en cada país difícilmente se cumplirán.

*Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana.

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