La
movilidad internacional de estudiantes europeos
ADRIÁN
DE GARAY
Hoy en día
todos los sistemas de educación superior en el mundo tienen como uno
de sus ejes de políticas promover la movilidad
internacional de sus estudiantes. México no ha sido ajeno a ello. Sin
embargo los resultados alcanzados hasta la fecha son exiguos, pues según
diversas fuentes que consulté no llega a cubrir ni al 0.5% de la
matrícula nacional, además de que buena parte de los jóvenes
que estudian algún semestre fuera del país
provienen de las universidades privadas de élite
porque sus padres pueden sufragar buena parte del costo, a diferencia de los
estudiantes de las instituciones públicas.
Al mismo tiempo, se
dice con frecuencia que en este terreno tenemos un serio rezago en comparación
con, por ejemplo, los países de la Comunidad Europea. Sin
embargo, también en Europa la política
de movilidad internacional no ha tenido el éxito
esperado, según los datos que pueden obtenerse de
distintos informes. Veamos el caso.
En el camino por
hacer de la Comunidad Europea una realidad en la educación
superior, el llamado Proceso de Bolonia es el resultado de una serie de
reuniones de los ministros responsables de la educación
superior, en las que se tomaron un conjunto de decisiones políticas
dirigidas a la creación de un Espacio Europeo de Educación
Superior (EEES), cuya existencia se formalizó
en 2010. Año en el que el EEES estaba conformado
por 46 países, cada uno de los cuales ha logrado
avances significativos para lograr algunos de los propósitos
establecidos desde 1999 en Bolonia.
Los ministros se
propusieron entre otras cosas apoyar la movilidad de estudiantes. En el transcurso
de este tiempo, se han celebrado varias reuniones donde se han realizado
evaluaciones puntuales de los acuerdos de Bolonia, en las cuales no sólo
se han evaluado los avances producto de lo convenido, sino también
se han agregado nuevos objetivos, nuevos retos, que han aparecido en el camino.
No obstante, aunque
la movilidad estudiantil es uno de los objetivos centrales de los acuerdos de
Bolonia, y en cada una de las conferencias magisteriales se ha abordado el
asunto para promoverla y expandirla, la información
con que cuenta el EEES de cada uno de los países
miembros es insuficiente, ya que existen muchas lagunas que les ha dificultado
llevar a cabo un seguimiento puntual y riguroso de las políticas
nacionales efectuadas, las acciones puestas en marcha, así
como la magnitud de la movilidad entre los estudiantes de sus programas.
El balance que han
realizado es bastante crítico al sostener lo poco frecuente que
es encontrar países que hayan definido con claridad sus
objetivos en relación con la movilidad de los estudiantes.
Abundan las declaraciones generales de funcionarios, directores y rectores de
instituciones en las que se manifiesta el deseo de que exista mayor movilidad,
de que es prioritario para sus países, pero se carece en muchos casos de
políticas, objetivos, metas y estrategias definidas.
La información
que es posible recoger de cada uno de los países
miembros del EEES sobre sus políticas de movilidad, solamente permite
enumerar aspectos sueltos que son reiterados en cada sistema y que forman parte
de sus acciones, dentro de lo que destaca: campañas
informativas dirigidas a estudiantes nacionales para que salgan a estudiar al
extranjero, como para atraer estudiantes foráneos
al país convocante; modificación
de la legislación sobre inmigración
para facilitar la tramitación de visados; becas, subvenciones,
exenciones de impuestos y proveer ayuda de alojamiento para los estudiantes;
acuerdos de cooperación bilaterales y multilaterales; apoyar
el aprendizaje de lenguas.
En relación
a la información sobre la magnitud de la movilidad de
estudiantes, muchos países siguen recopilando únicamente
datos sobre la nacionalidad de los mismos, en lugar de hacer un seguimiento de
los movimientos entre países con el fin de analizarlos. La
nacionalidad extranjera de los estudiantes no es una medida de la movilidad, ni
una variable representativa fiable para analizarla, ya que la investigación
en este campo revela que hasta un 40% de la totalidad de “estudiantes
extranjeros” ya residían
en el país mucho antes de iniciar los estudios
de educación superior, lo que crea distorsiones
considerables en la imagen que trazan esos datos de movilidad. De esta manera,
los flujos de movilidad de los estudiantes siguen siendo en gran medida
desconocido.
No obstante, los
datos disponibles, que deben manejarse con todas las reservas del caso, revelan
hechos significativos. El principal, es que el porcentaje de movilidad
saliente, esto es, la proporción de estudiantes matriculados de un país
que estudia en otro, es tan solo del 5%. Existiendo diferencias nacionales
importantes. De hecho, en 18 países, menos del 3% de los estudiantes se
matriculan en centros extranjeros, siendo el Reino Unido, Rusia y Ucrania los
países en los que los índices de movilidad saliente son más
bajos, con menos del 1% de matriculación en instituciones extranjeras. En el
otro extremo, hay países como Albania, Andorra, la Antigua
República Yugoslava de Macedonia, Chipre, Eslovaquia, Islandia,
Luxemburgo o Malta, donde más del 10% de sus estudiantes se matriculan
en centros en el extranjero, pero no hay que olvidar que el volumen de su matrícula
es radicalmente inferior a otros países.
De tal manera que la
meta que se consensuó en la reunión
de ministros llevada a efecto en Nueva Lovaina en 2009, consistente en llegar
en el 2020 a una movilidad saliente de estudiantes del 20% de la matrícula,
implicará esfuerzos extraordinarios de todos los
sistemas de educación superior europeos, pues se está
muy lejos de ello. A pesar de que en muchos países
ya existe la obligación legal de tener porcentajes anuales
elevados de movilidad estudiantil, la misma crisis económica
por la que atraviesan varios países europeos desde 2008, hacen
relativamente previsible que las metas fijadas en cada país
difícilmente se cumplirán.
*Profesor-investigador
de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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