Aumentar la cobertura en educación
superior, una política integral
HUMBERTO GONZALEZ
En campaña
y como parte de los compromisos firmados por el entonces candidato Enrique Peña
Nieto estaba alcanzar, para finales de 2018, una cobertura en Educación
Superior (ES) del 45%. Hace algunas semanas se ajustó
dicha expectativa al 40%; la cobertura actual en este nivel educativo se estima
en 32.8%, lo cual implicaría
que si la administración que encabeza Peña
Nieto alcanzara su nuevo objetivo apenas y superaría
a su antecesor Felipe Calderón, quien logró
aumentar la cobertura en 6.9% con respecto al mandato foxista.
Los niveles de
acceso a la Educación Superior en México
no han sido los mejores y mucho menos suficientes. El panorama encrudece cuando
se analizan y comparan con índices de otros países,
ya no de primer orden sino tan solo con países de la región
donde la cobertura rebasa el 50%, de acuerdo con datos de la Secretaría
de Educación Pública.
El tema de la
cobertura está relacionado directamente con lo que
ocurre en el nivel inmediato anterior, la Educación Media Superior (EMS), donde se pretende
aumentar la cobertura en un 80% y captar cerca de 22 mil 500 estudiantes para
el próximo ciclo escolar. La obligatoriedad
dela EMS implica necesariamente preparar y expandir al nivel superior dado que
actualmente sólo 3 de cada 10 jóvenes
en edad de cursar ES (19 a 23 años) llega a ocupar un lugar en alguna
Institución de Educación
Superior (IES).
El financiamiento es
otro aspecto ligado a la ampliación de la cobertura. En 2012, de acuerdo
al Sexto Informe de Gobierno de Felipe Calderón,
el gasto por alumno en Educación Superior se estimaba en 67.6 miles de
pesos, más del doble al asignado al bachillerato
y más del triple al destinado para la Educación
Secundaria.
El recorte de 637
millones de pesos de Fondos Extraordinarios a la ES, anunciado en febrero
pasado, sin duda limita seriamente las expectativas de poder ampliar los
espacios en las IES. Existen algunas consideraciones en cuanto a la eficiencia
que se tiene en el uso de los recursos económicos,
pero sin duda el presupuesto asignado a la Educación
Superior sigue siendo insuficiente si consideramos a este nivel educativo como
el que segrega a más aspirantes.
En días
recientes, 90% de los jóvenes que aspiraban ingresar a la
Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) no obtuvieron lugar para continuar sus estudios; por su parte, el año
pasado en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), 75% de los
aspirantes fueron rechazados.
La permanencia es
otro factor importante a considerar, no basta con permitirles a los jóvenes
ingresar a una IES, hay que asegurar y tratar de allanar las condiciones por
las cuales abandonan sus estudios o no los concluyen en el tiempo regular.
En un documento del
Banco Mundial de reciente publicación denominado Educación
superior y desarrollo en Oaxaca, se menciona que el 70% de la matrícula
de Educación Superior a nivel nacional proviene de
hogares que se encuentran en los cuatro deciles de la población
con más altos ingresos económicos,
en contraste con el 11% que proviene de los cuatro deciles más
bajos; lo anterior da cuenta de la desigualdad que existe en cuanto al acceso a
la educación superior.
Las becas
universitarias se han convertido en la medida más
evidente para combatir la deserción en el nivel terciario de la educación;
tan sólo en la administración
pasada se entregaron 37 mil 977 becas desde el nivel de primaria hasta posgrado
a estudiantes provenientes de familias de escasos recursos de las cuales, 2 mil
614 (6.9%) fueron destinadas para la educación
superior.
El documento editado
por el Banco Mundial hace énfasis en ampliar los programas de
becas; paradójicamente, recomienda al mismo tiempo
poner en marcha créditos educativos bajo el argumento de
que “los estudiantes de bajos ingresos puedan sufragar los costos
privados de las carreras con mayores requerimientos de materiales y equipo”;
esta última recomendación
–créditos educativos- ha demostrado tener más
efectos negativos que positivos y existen claros ejemplos internacionales,
Chile y Estados Unidos por mencionar algunos.
Por último,
se debe garantizar una adecuada política de empleo. Durante la presentación
del documento Inclusión con responsabilidad social, elaborado
por la Asociación Nacional de Universidades e
Instituciones de Educación Superior (ANUIES), se mencionaba que
en los últimos 10 años
egresaron 4 millones de jóvenes de las IES, sin embargo, sólo
se crearon 1.5 millones de empleos formales por lo que las cifras sobre el
aumento de la informalidad laboral no sorprenden y tampoco las cifras de jóvenes
de los que se dice no estudian ni trabajan. De esta manera la SEP estima que en
los años posteriores estarán
egresando 545 mil jóvenes de las universidades, en
contraste con los 370 mil de la década anterior.
El problema de la
cobertura en educación superior debe ir más
allá de tratar de alcanzar una cifra, son varios los factores
que están involucrados en esta encomienda y sólo
hemos mencionado algunos; la cobertura, permanencia, financiamiento y el
aumento de egresados establecen una situación
crítica actualmente y el panorama podría
ser peor si no se articulan adecuadamente las políticas
educativas con otras de igual importancia como la de empleo y equidad; así,
todos los esfuerzos bien intencionados por incrementar el acceso a la educación
superior podrían terminar creando más
problemas que soluciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario