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lunes, 18 de febrero de 2013


Enseñar: profesión despreciada
MANUEL GIL

 “El que sabe, hace; el que no sabe, enseña”. Este refrán no puede ser más estúpido. Cuando la Real Academia define a la estupidez es contundente: Torpeza notable en comprender las cosas. Dedicarse a enseñar, es decir, a trabajar en la generación de espacios intelectuales que favorezcan el prodigio del aprendizaje, es una actividad humana de la mayor complejidad y requiere de conocimientos, saberes específicos, habilidades y destrezas variadas.

El origen de este infame aforismo (como lo llama Lee. S. Shulman, profesor en la Universidad de Stanford) procede de George Bernard Shaw, que en una de sus obras lo expresa así: “He who can, does. He who cannot, teaches”. Quien puede hace, y el que no puede, enseña. En castellano se ha cambiado el verbo poder por saber, sin modificar la consecuencia: se concibe a la enseñanza como un oficio que llevan a cabo los que no pueden o saben hacer “algo”. Los incapaces e ignorantes.

Esta sentencia, escrita hace 110 años, subyace de manera generalizada en la manera de ver el trabajo de los docentes en el sistema educativo mexicano. Con tal percepción sobre uno de los actores centrales del proceso de aprendizaje en el país, la reforma educativa en curso no llegará a buen ni mal puerto: naufragará en el océano de la incapacidad, ahora sí, e ignorancia, notable, de lo que implica la tarea que ha de realizar una maestra o un profesor. Lo escuchamos con frecuencia: ¿qué dificultad hay en ser profesora en tercero de primaria? Ninguna. Complicado es ser controlador aéreo, investigador nivel 35 del SNI, cardiólogo, senador o líder sindical. Eso sí que es difícil. Más allá del insulto a los maestros, importa comprender de dónde surge esta noción tan desvalorizada del oficio docente.

Una causa, importante es haber reducido la noción de aprendizaje al ejercicio memorístico de captar y retener información, a raudales, pues todo el contenido de la licenciatura en historia ha de caber en pocos meses. ¿Listos? Arrancan: ahí les van los egipcios, los romanos, los persas… con estampitas de Fernández Editores o en una tableta, da igual el soporte en que se finque la barbaridad. Este hecho condiciona lo demás: si aprender es recordar por un corto tiempo lo que no se entiende (y no importa entender) con tal de sacar una buena calificación en el examen; si un profesor es declarado excelente cuando obtiene más de 100 aciertos en una dudosa prueba estandarizada sobre el contenido de su materia y, para colmo de males, 50% de los ingresos adicionales que necesita dependen del resultado de sus alumnos en la evaluación que dice lograr ENLACE, resulta lógico que las destrezas de alumnos y profesores se orienten, como en el dominó, a la clásica regla: repetir, repetir y repetir.

Gracias a Andoni Garritz tuve acceso al texto de Shulman, y a una forma excelente para expresar lo que conlleva una adecuada evaluación de las y los profesores: no ha de agotarse su valoración en lo que saben —en el contenido de las asignaturas de las que son responsables—, sino en algo más complicado y central: el conocimiento pedagógico del contenido. De aceptar esta realidad, todo un reto, se podrá orientar la formación de nuevos profesores y actualizar a los que ya están en servicio con resultados que se reflejen en aprendizajes significativos.

“Nosotros, dice Shulman, rechazamos al señor Shaw y su calumnia. Con Aristóteles declaramos que la máxima prueba para el entendimiento (la forma más elevada del saber) descansa en la habilidad de transformar el conocimiento propio en enseñanza”. En realidad, el que puede, hace, pues aplica una fórmula, o un modo de actuar, sin tener que dar cuenta de su origen ni fundamento. No es cierto que el que no sabe, enseña: el artículo que comento termina con otra sentencia: “Los que saben (o pueden), hacen. Aquéllos que entienden, que comprenden, enseñan”.

Aprender no es repetir. Significa apropiarse, pensar en orden y saber por qué lo que se hace ha de hacerse así y no de otro modo. Las profesoras y maestros que necesita la educación en México y el mundo han de entender, a fondo, el contenido que propondrán, pedagógicamente, a sus alumnos para que comprendan y ocurra ese olvidado proceso: entender. ¡Eureka! Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México
Publicado en El Universal.

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