Reformar la
educación: algunas lecciones (primera parte)
MARGARITA
ZORRILLA
Sobre
las reformas educativas se han escrito muchas páginas, se han hecho estudios o
análisis críticos desde distintos puntos de vista. Sin duda, es un tema
apasionante y un asunto medular del desarrollo de la educación y sus
instituciones.
En
México, como en otros países, las reformas educativas que ocurrieron entre los
años cincuenta y noventa del siglo pasado se orientaron a cambiar el plan y los
programas de estudio (el currículo) y a la ampliación de la cobertura de los
servicios educativos, en particular de la educación obligatoria. Recordemos que
en nuestro país la escolarización obligatoria durante casi todo el siglo XX fue
sólo la educación primaria.
En
México, los años noventa fueron testigos de una reforma educativa importante y
significativa, principalmente por los distintos asuntos implicados. La reforma
de 1992 se fundamentó en un acuerdo político entre el gobierno federal, los
gobiernos estatales y el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). El documento rector se
denominó: Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB)
y es conocido como el acuerdo de las tres “r” que quiere decir: Reorganización
del sistema educativo mediante dos estrategias: la descentralización de los
servicios de educación básica y los de formación de docentes a los 31 estados
(el Distrito Federal continúa centralizado a la SEP) y la participación social;
Reformulación de contenidos y materiales educativos, que significó el cambio
del currículo y el regreso a la organización por asignaturas tanto en la
educación primaria, como en la educación secundaria, además, se desplegó un
trabajo monumental de elaboración de nuevos libros de texto y materiales
educativos para los alumnos, así como para los docentes; y, la tercera y última
“r” se refirió a la Revaloración de la función magisterial, que incluyó líneas
de política de profesionalización (formación inicial y formación continua en
servicio), así como aquellas de carácter laboral (salarios, vivienda). En esta
última “r” del ANMEB destaca la creación del Programa de Carrera Magisterial,
el cual se definió como un sistema de promoción horizontal (para mejorar
salarialmente no es necesario cambiar de función, es decir, de ser docente
frente a grupo a director(a) de escuela) y que para ello se diseño e implementó
un sistema de evaluación de docentes. (Para más información se sugiere
consultar: http://www.sinectica.iteso.mx/index.php?cur=30&art=30_01)
La
reforma educativa de 1992 tuvo consecuencias diversas. Normativas con la
reforma del artículo 3º constitucional (1993) al extender la escolaridad
obligatoria a la educación secundaria, además se promulgó la Ley General de
Educación (1993) la cual estableció la distribución de la función social de la
educación entre los tres órdenes de gobierno, entre otros temas. Además, se
diseñaron e implementaron programas compensatorios dirigidos a reducir
desigualdades educativas entre los distintos estados. Se reformó el currículo
de primaria y secundaria y se construyó una nueva visión de la escuela, como el
lugar en el que acontecen aprendizajes que deben ser relevantes para la vida de
las personas y lo más importante, al menos en el discurso, se colocó en el
centro de la acción educativa al alumno. Además, hubo consecuencias
presupuestales al definir nuevos esquemas de financiamiento para que la
federación entregara a los estados los recursos para operar los servicios
educativos ya mencionados. Las consecuencias del ANMEB para la vida del sistema
educativo mexicano no son pocas y han sido relevantes para su mejoramiento.
Hacer un balance del ANMEB sería tema de otro artículo. A pesar de no hacer ese
balance, a esta reforma educativa le debemos muchas cosas que hoy pudieran
parecer triviales. Fundamentalmente, la educación de los niños y jóvenes, los
docentes, la escuela y el sistema educativo sí importan y los procesos
pedagógicos, los de la gestión y las instituciones pueden hacer la diferencia
en las vidas de los mexicanos.
No
obstante la magnitud de los cambios propuestos por el ANMEB y aquellos que fue
posible implementar, el malestar social por los resultados educacionales se ha
ido incrementando. La percepción e incluso el convencimiento de que no estamos
haciendo bien las cosas ha sido motivo en los últimos diez años de buscar la
llave que abrirá la puerta de la transformación del sistema educativo.
En
prácticamente todo el mundo el foco para mejorar la educación se ha ido
colocando en la figura del docente que enseña en un aula, así como también en
las figuras del director(a) y supervisor(a). La perspectiva es el liderazgo.
Así mismo, la evaluación incrementa su presencia en los sistemas educativos y
se comprende como una herramienta que permite orientar las acciones de
mejoramiento.
Dicho
todo lo anterior, tal vez un poco largo, pero a mi juicio necesario, ¿qué
características tiene la reforma educativa mexicana en curso?, ¿qué exigencias
e implicaciones tendrá que enfrentar el sistema educativo en su conjunto?
La
reforma educativa aprobada el 21 de diciembre de 2012 y que ya pasó por los 18
estados necesarios para considerarse aprobada y ser promulgada y publicada en
el Diario Oficial de la Federación. Como todos sabemos, se trata de una reforma
constitucional al artículo tercero que incorpora nuevos elementos: la
profesionalización docente y su evaluación para efectos de ingreso, promoción y
permanencia en el servicio; la evaluación de la educación y un Instituto
autónomo con mayores atribuciones y lo que se desprende de los artículos
transitorios tiene que ver con la organización y funcionamiento de las escuelas
de la educación obligatoria (es decir, preescolar, primaria, secundaria que son
los niveles de la educación del tipo básico y el bachillerato que corresponde a
la educación del tipo medio superior) al mencionar la autonomía escolar.
El
espíritu de la reforma es fuerte y su mensaje es contundente tanto para los
tres órdenes de gobierno, como para la sociedad en general. Disponer de nuevos
elementos en el texto de nuestra Carta Magna significa una fortaleza para las
reformas jurídicas que se requieran en el ámbito educativo, así como para
orientar las acciones gubernamentales de política educacional al definir los
programas específicos.
Se
trata de una reforma que nace también de un acuerdo político, pero este se
realiza entre los partidos. Puede verse como una reforma estructural de la que
se deducirán los cambios de distinto tipo.
De facto se rompe con la idea sostenida por mucho tiempo de que las
reformas educativas se definen, negocian e implementan sólo con la organización
sindical del magisterio. En el escenario de la política educativa se asume la
presencia legítima de una pluralidad de actores, lo que a mi juicio es un buen
síntoma ya que podría brindar nuevas bases de gobernabilidad al sistema
educativo.
El
camino de la reforma está en franca construcción. Para ello requerirá contar de
manera sistemática y consistente con el apoyo que hasta este momento ha tenido,
tanto del gobierno federal, como de los gobiernos de los estados. La
transformación de la educación y sus instituciones ocurrirá como resultado del
trabajo intenso de muchas personas: docentes, directivos, especialistas en
educación y de otras disciplinas de conocimiento, padres de familia,
comunicadores, organizaciones sociales, entre otras.
En
particular, uno de los temas de mayor interés es el que se refiere a la
evaluación de la educación en general y a la evaluación docente en particular.
En la siguiente entrega centraré mi atención en este tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario