En primaria poblana
los niños aprenden en la práctica sin apartarse de los textos oficiales
Fértil acción didáctica, amagada por no aplicar la
prueba Enlace
Karina Avilés
San José las Minas,
Puebla. El pueblo se conforma por una inspectoría, un kínder y una primaria con
apenas dos maestros. Desde que Rebeca y Humberto Ramiro llegaron, hace una
década, la escuela se tornó muy diferente a las demás: allí los niños aprenden
el perímetro, las áreas o los ángulos en el huerto que ellos mismos siembran y
extraen de los árboles de limones, duraznos y granadas, conocimientos de las
diferentes materias, lo mismo de español, que de historia o de ciencias
naturales.
Los pequeños
alumnos llevaron a sus casas los aprendizajes y, ahora, en las casitas de San
José las Minas hay huertos familiares, composta, cuidado del medio ambiente y,
sobre todo, el ánimo de trabajar unidos, colectivamente. Dicen que antes ellos
no eran así, pero ahora, ya hasta se les quitó la pena que tenían de
expresarse.
Los habitantes de
esta comunidad –donde la mayoría de los hombres son albañiles, obreros,
jornaleros o migrantes– viven un cambio profundo generado desde la primaria
Braulio Rodríguez. La escuela, con 80 niños, enfrenta la amenaza del gobierno
de Rafael Moreno Valle de cerrar sus puertas porque la maestra Rebeca Sánchez
Jiménez y el profesor Humberto Ramiro Arciaga Martínez respetaron la decisión
de los padres de no aplicar la Evaluación Nacional de Logro Académico en los
Centros Escolares (Enlace).
Ni nuevos maestros
ni clausura
A causa de ello,
Ramiro, con 33 años de dar clase, ya fue despedido, y Rebeca, con los mismos
años de servicio, fue advertida por funcionarios a cargo del secretario de
Educación, Luis Maldonado Venegas, de que será removida de ese plantel. Ante
ello, los moradores de San José las Minas se muestran dispuestos a no permitir
la entrada de nuevos maestros y, mucho menos, la clausura de su escuela.
En la entrada del
pueblo algo que parece la huella de una mordida gigante, y que no es más que un
monte desgajado, recibe a los visitantes. Ahí se instaló una trituradora de
piedra, donde se emplean algunos pobladores de la localidad. Más adelante,
sobre el camino de terracería, hay unos postes de los que cuelgan una especie
de campanas que, en realidad son altoparlantes y, en el número conocido de la
avenida San José, está la primaria.
A las 8 de la
mañana, media hora antes del inicio de clases, los niños ya están ahí. Mientras
unos limpian las dos aulas, otros se dividen la faena en el comedor comunitario
y los baños y algunos más están cuidando los limones, los chayotes, el vivero
de jacaranda y los aguacates que rodean sus salones.
En la pequeña
explanada de cemento, cinco niños se preparan para iniciar el programa de radio
Voces inocentes, de su estación llamada Ojos de Niño. Con un par de grabadoras
y un micrófono, Leonardo Parra Osorio, de quinto grado, está en los controles
técnicos, y Uriel Hernández Velasco, Alejandra Yáñez Velasco, Jesús Parra
Hernández y Martín Parra Osorio se encargan de la locución.
Muy buenos días.
Recuerden que enseñar la verdad es educar para la libertad. Es una frase que
dice todo lo que hacemos nosotros. Sigan este buen ejemplo, recomiendan los
pequeños. Después de leer el santoral y dedicar una canción a los cumpleañeros
de San José las Minas, entra un corte comercial: Para mantener limpios todos
los espacios de su hogar, trastos y dar blancura a su ropa, use cloro casero.
Con sólo 1.50 pesos, usted puede adquirir con los alumnos de la escuela cloro
envasado en recipientes de reuso para disminuir la contaminación de nuestros
suelos.
Las palabras de los
niños surcan el aire del poblado, con ayuda de los altoparlantes. Al término de
su programa, Uriel explica que elaboran el cloro con un litro de hipoclorito de
sodio más ocho litros de agua. De ahí aprendemos las unidades de volumen,
decilitro, centilitro, mililitro...
A un costado del
comedor, está su huerto. Algunas veces siembran cilantro, otras calabaza
cuarentena, rábano y papa. Los alumnos preparan el terreno, miden y, con ello,
conocen de perímetros, ángulos internos, externos, áreas y aprenden historia,
por ejemplo, el paso del nomadismo al sedentarismo y, con ello, uno de los
descubrimientos más importantes de la humanidad: la agricultura.
Con el tejido en
cuadrille que les enseña Rebeca hacen diferentes figuras geométricas con las
que practican las cuentas en manteles, servilletas y fundas. De su composta,
los pequeños hablan con orgullo; la elaboran con las hojas que encuentran en
los montes, ramas, pasto y desperdicios orgánicos que salen directamente de su
comedor. Esto, para comprender la importancia de la conservación de la tierra,
el reciclaje y el uso del abono para mejorar las hortalizas.
Ernesto Parra
Osorio cuenta que ellos practican la crítica, que es cuando nos señalan
nuestros errores, y la autocrítica, que es cuando aceptamos nuestros errores.
Está en segundo grado de primaria...
Hace 10 años llegó
el profesor Ramiro, como le dicen en el pueblo y, un año después, la maestra
Rebeca. Entonces, la primaria no tenía ningún parecido a la de ahora. Antaño
era un pedazo de tierra pelón con dos aulas.
De cabello blanco,
Rebeca recuerda que cuando comenzó su labor en San José las Minas los niños
casi no hablaban, eran muy tímidos. Les preguntaba algo y nada que respondían;
les pedía que escribieran y nada.
Ahí surgió la idea
de cambiar todo mediante una enseñanza alternativa, en la que la naturaleza
fuera el libro práctico de los niños y el juego, la música, el baile y el
teatro, otras opciones de aprendizaje.
En la Braulio
Rodríguez, los textos oficiales no se usan de manera sistemática, pero sí para
reafirmar el conocimiento. En sus pequeños rostros, los alumnos manifiestan
contento; incluso a algunos de prescolar les urge pasar a este centro
bidocente.
Relatan los padres
y las autoridades: el pueblo también se transformó. Alicia Herrera, del comité
de padres de familia, narra que los maestros les enseñaron a trabajar, a ser
unidos; nuestros hijos ahora tienen reconocimientos.
Ellos hacen la
limpieza
En el mismo
sentido, la inspectora auxiliar municipal, Zenaida Cristina Herrera, refiere
que los escolares les mostraron cómo hacer los huertos familiares; nos
enseñaron a hacer las compostas, nos ahorran las faenas, porque ahora ellos
hacen la limpieza de la escuela y, a diferencia de antes, los padres están
motivados para que sus hijos sigan a la secundaria, la prepa y la universidad.
Es tal el cambio
social que la comida del 10 de mayo ahora la preparan los hombres del pueblo.
En asamblea organizan los platillos. En el pasado festejo, prepararon un
tesmole de chivo, dice orgulloso el comisariado ejidal, Gabino Velasco.
Reconocimientos
Por todo este
trabajo, San José las Minas ha cobrado fama en los alrededores. Son reconocidos
por la estación Ojos de Niño; por el cloro casero, del que ya han hecho
demostraciones en otras comunidades; por sus bailables exportados a otros
planteles, y por sus alumnos destacados, como Juan Carlos Parra Hernández,
egresado de esta primaria, quien tiene en su haber una colección de 13
diplomas, la mayoría por su excelente desempeño.
El maestro Ramiro
pregunta: ¿De qué sirve una educación libresca, mecánica, en la que los niños
saquen 10 para ir a ver al Presidente, si no hay conciencia?
Normalista rural,
educador convencido de que los principios éticos deben constituir la filosofía
de la escuela mexicana, comenta que, de no ser reinstalado como maestro, sacará
unas viejas máquinas con las que alguna vez trabajó la madera para hacer
artesanías. Publicado en La Jornada.
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