Sin
lujos y con escasas visitas transcurre la vida en reclusión de Gordillo
Arturo Cano
Una de las
celadoras, policía federal, ha sido la más ruda. Golpeaba las rejas apenas
amanecía: ‘‘¡Levántese! Prepárese porque ya la van a trasladar a Santa
Martha’’. ‘‘¿Qué, por qué?’’, atinaba a decir, apenas abriendo los ojos, la
interna Elba Esther Gordillo Morales. ‘‘No sé, esa es la orden’’, era la
respuesta.
Huésped de la
torre médica del penal de Tepepan, la otrora todopoderosa dirigente del
sindicato magisterial tiene terror de volver al lugar donde pasó las primeras
horas tras su detención, el 26 de febrero.
Varias veces, las
custodias –que son cambiadas con regularidad– habían escuchado a Gordillo
suplicar a sus visitantes: ‘‘Lo que sea, pero a Santa Martha no quiero volver,
es horrible’’. Y de ahí se agarraban para su ‘‘terapia’’.
Los familiares y
allegados que visitan con frecuencia a la ex dirigente del magisterio –muy
pocos– cuentan que sobre ella se ejerce un constante ‘‘acoso sicológico’’.
‘‘Conmigo no
finjas, méndiga, yo te conozco. Mi marido es de la coordinadora (Nacional de
Trabajadores de la Educación) y yo sé lo que les has hecho a los maestros’’,
narran que llegó a decirle la celadora del principio, a quien describen como
‘‘muy robusta’’.
Agregan que otras
celadoras le han soltado frases así: ‘‘¿Pensabas que no ibas a pagar?’’, ‘‘por
ahí dicen que van a secuestrar a tus nietos’’, y linduras por el estilo.
Afuera, la
vigilancia corre a cargo de hombres. Los más rudos son integrantes de
corporaciones federales, pese a que la torre médica depende del sistema de
reclusorios del Gobierno del Distrito Federal. Los visitantes de la maestra los
describen como ‘‘grandotes, muy bien entrenados, muy vivos’’.
Adentro, se hacen
cargo mujeres, las más de las veces agentes de corporaciones federales. A una
de ellas atribuyen los cercanos de la profesora una frase ordinaria durante una
revisión corporal: ‘‘¿Qué, te calientas?’’
Ese ambiente
‘‘hostil’’, sin embargo, no ha propiciado una denuncia de la interna ni de sus
defensores. Quizá porque, pese a todo, para Gordillo es mil veces mejor estar
en la torre médica de Tepepan que en cualquier otro espacio carcelario. Vox
populi dice que Elba Esther vive a todo lujo en la cárcel, pero sus cercanos
cuentan otra historia.
La ‘‘guerrera’’
cuenta con una pequeña celda y un baño privado. Sus ‘‘lujos’’, afirman, están
relacionados con su salud: su médico de cabecera puede entrar a revisarla
frecuentemente y la profesora sólo ingiere alimentos y medicinas que le son
llevados desde fuera.
Los ‘‘únicos’’
privilegios que tiene, cuentan allegados, son un iPod –la música la ayuda a
combatir la depresión en la que se hunde cada tanto– y la posibilidad de
recibir libros que le llevan sus pocos visitantes. Tras su aprehensión, algunos
cercanos de la maestra aseguraban que ella no aguantaría ‘‘ni tres meses’’
encerrada. Ha aguantado sobre todo porque el nefrólogo Jesús Walliser Duarte
–quien se desplaza desde su consultorio en el hospital Ángeles del Pedregal– ha
logrado controlarle la hipertensión, padecimiento que complicaba un cuadro
clínico de suyo difícil.
Gordillo sufre de
insuficiencia renal y vive con las secuelas de una hepatitis C atendida
equivocadamente, sin contar los malestares en el ojo derecho, del cual ha sido
operada en dos ocasiones, pues estuvo en riesgo de perderlo. Padece molestias
por una malla que le fue colocada en el torso para paliar la pérdida de tejido
muscular, derivada a su vez de la cirugía a la que fue sometida en su juventud,
cuando donó un riñón al padre de su hija Maricruz Montelongo.
Por si fuera
poco, uno de sus tobillos ‘‘está deshecho y requiere cirugía’’. Tiene, además,
problemas con una placa dental que le deben sustituir. Ha logrado el privilegio
de la atención de su médico de cabecera, pero no sin algunos tropezones. Uno de
sus allegados cuenta que el anterior director de la torre médica amenazó con
limitar las visitas de su nefrólogo y la entrada de sus propios medicamentos,
sin consecuencias mayores.
Sus visitantes
saben bien que todos sus movimientos, sean financieros o políticos, son
seguidos con lupa desde el gobierno federal. A las cámaras y micrófonos en el
penal atribuyen, por ejemplo, que cada frase exasperada de la maestra sea
seguida de acuses de recibo en columnas políticas o notas de prensa.
Poco antes de la
publicación de una nota sobre una propiedad de Maricruz Montelongo, una casona
de 60 millones de pesos en Bosques de Santa Fe, en la torre médica de Tepepan
se había hablado de la necesidad de recaudar fondos para la costosa defensa
legal de la profesora.
La decisión no
está tomada, pero en el entorno más cercano de la profesora Gordillo ya se
habla de una especie de ‘‘pase de charola’’ destinado a reunir fondos para
pagar los honorarios de los abogados. No se trata, como todo lo relativo a los
dineros de la maestra, de pequeñeces: su familia firmó un convenio de 105
millones de pesos con el despacho del abogado tapatío Marco Antonio del Toro
Carazo. Tal cifra ‘‘no incluye 100 mil pesos mensuales para gastos menores’’.
La detención de
la profesora no ha logrado que amainen los pleitos familiares. Durante los
primeros dos meses posteriores a su captura, el añejo pleito entre sus dos
hijas, Maricruz Montelongo y Mónica Arriola, se extendió al terreno de su
defensa legal. Sólo cuando lograron ponerse de acuerdo se logró la contratación
del despacho del tapatío.
La charola de la
maestra
Hipervigiladas
las cuentas del SNTE y de la familia –desde la detención de Gordillo no se sabe
nada de Francisco Arriola, su ex marido, quien muchos años manejó la tesorería
del gremio–, presa por el presunto desvío de 2 mil millones de pesos, Elba
Esther tiene ahora problemas de dinero.
Suena increíble,
cierto, pero sus cercanos explican que ‘‘ella tiene propiedades, pero no
cuentas muy abultadas’’.
Lo pone de esta
manera un ex operador financiero del sindicato magisterial: ‘‘Ella nunca tomó
el teclado de una computadora para hacer una transferencia. Ella ordenaba:
compren esa casa, paguen esto o aquello’’. Uno más de sus cercanos ex
colaboradoers confieza: ‘‘Ya no hay dinero para la defensa’’.
Entre las
opciones que evalúan sus allegados está recaudar fondos con políticos que le
deben sus carreras, con gobernadores a los que ayudó a llegar al poder y con
otros personajes de la vida pública a quienes echó la mano en momentos
difíciles (dos botones de muestra: ‘‘Ella participó al menos en una reunión que
se hizo para ayudar a Diego Fernández de Cevallos cuando lo secuestraron y
también metió la mano por Rosario Robles cuando cayó en desgracia’’).
Quizá muchos de
esos personajes, sin embargo, no estén dispuestos a colaborar para evitar que
se les siga relacionando con Gordillo. Por algo la mayoría no se han apersonado
en el penal y algunos ni siquiera han tomado el teléfono para llamar a alguna
de sus hijas.
Con sus
visitantes, Elba Esther Gordillo explota cuando le dicen que fulanito o
perenganito la mandó saludar. Responde con palabrotas. Por eso han optado por
ya no llevarle saludos de nadie. (Periódico La Jornada)
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